El pasado 5 de enero falleció, con 94 años recién cumplidos apenas el pasado 10 de diciembre, el cineasta experimental canadiense, Michael Snow, un hombre que siempre multitalentoso, que siempre eludió insertar su propueta fílmica dentro de los canes de cualquier tipo de cine ‘mainstream’, incluso dentro de los confines del cine de arte. Lo suyo siempre fue mucho más vinculado al propio arte. Nunca le interesó ni contar historias, ni la verosmilitud narrativa.
Michael Snow inició su carrera como pianista autodidacta de jazz, pero también se aventuró en los terrenos de la pintura, la fotografía, la escultura, el audio, las instalaciones, el cine (primero abordando la animación), e incluso la edición de libros. En su obituario para el New York Times -nos comparte en su propio obituario escrito para el British Film Institute el prestigiado crítico de cine, Jonathan Rosenbaum-, J. Hoberman recordó que, en 1967, Snow le dejó a todos bien en claro: “No soy un profesional. Mis pinturas son hechas por un cineasta, la escultura por un músico, los filmes por un pintor, la música por un cineasta, pinturas por un escultor, esculturas por un cineasta, filmes por un músico, música por un escultor…en ocasiones todos trabajan juntos”.
Y continúa Ronsenbaum, ilustrándonos sus inicios en el cine -después de haber probado su talento e inquietudes en otras disciplinas artísticas-, Snow “reinventó el medio en sus propios términos, explorando el movimiento de cámara en su famosa trilogía de Wavelenght (1967), Back and Forth (1969) y La Région centrale (1971); yuxtaposiciones de sonido e imagen en ‘Rameau’s Nephew’ by Diderot (Thanx to Dennis Young) by Wilma Schoen (1974), y cambio de forma digital en *Corpus Callosum (2002), por citar solo cinco de sus trabajos superiores”.
Sobre su concepción del cine, Rosenbaum nos hace saber, “como Godard y Kubrick (cineastas por los que mostró algo de interés), Snow lo consideraba como un vehículo para el pensamiento y la exploración, lo que lo situaría dentro de nuestro alcance de la historia del cine, si no necesariamente dentro de la suya. La sensualidad de pensamiento era parte de lo que a él lo intrigaba, haciendo los movimientos de cámara de su trilogía a un tiempo desafiantes y gratificantes, como vueltas demoníacas en juegos de feria que nos obligan a reacomodarnos”.
Sin embargo, para muchos, incluso los que se consideran cinéfilos, nos dice Rosenbaum, es muy probable que por lo único que conocen Wavelenght, la obra más famosa de Snow (y eso si acaso), es gracias el breve homenaje que le hace Martin Scorsese en su célebra Taxi Driver.
Como sencillo homenaje al cineasta experimental canadiense, les presentamos aquí precisamente Wavelenght, tanto en su versión completa (con no la mejor de las calidades), acompañado de algunos fragmentos del filme (en mejores condiciones de imagen).
Que en paz descanse, Michael Snow.
El filme comprimido a 2.5 minutos.
Y una versión recortada, pero un poco más extendida que la anterior, de 15 minutos.
Trad. EF
Fuente: BFI