Una de las películas que contaban con mayor número de nominaciones en la entrega de los premios Oscar del día de ayer, era All Quiet on the Wester Front, del alemán Edward Berger, remake del filme de 1930 del director ruso Lewis Milestone basado, a su vez, en la extraordinariamente exitosa novela homónima, escrita por Erich Maria Remarque, publicada en 1929, que vendió 2.5 millones de ejemplares en 22 idiomas en solo 18 meses, sobre la infernal experiencia de un joven soldado alemán en las trincheras del frente occidental de su país, durante la Primera Guerra Mundial.
“Todo filme de guerra está”, inicia asentando Leigh Singer, experimentado ensayista visual en este trabajo para la publicación británica, Little White Lies, “si no en competencia directa sí en conversación directas con los filmes de guerra que lo precedieron. Especialamente en la forma en que sumergen a las audiencias a través del sonido y las imágenes en los horrores del combate”.
Una de las características fundamentales que distinguen a la obra filmada en el 2022 respecto a su antecesora de 1930 es que la versión actual tiende a ser mucho menos explícita, es decir, intenta mostrar mucho más con las imágenes, que sean éstas las que hablen, en lugar de dejar que las palabras, extraídas tal cual del libro, sean las que dicten todo el tiempo lo que ocurre en pantalla .
Sin embargo, Leigh distingue otro elemento esencial: “Ni el libro ni el filme original ofrecen la reflexión sobre cómo las condiciones en que se dieron la humillaciones impuestas sobre Alemania (en las negociaciones al finalizar la Primera Guerra Mundial) en realidad contribuyeron a sembrar el terreno para que Hitler y los nazis justificaran el inicio de la Segunda Guerra Mundial”.
“En el aspecto técnico, es más evidente apreciar cuánto ha cambiado la forma de hacer cine con la distancia de 90 años entre uno y otro: “(La versión de Berger” es una maravillosa hazaña técnica, desde sus detalladas dirección de arte y efectos visuales, hasta la propuesta musical armoniosamente dirigida por Volker Bertelmann, poco convencional pero profundamente efectiva que permite a la maquinaria de guerra cobrar ominosa vida. El cinefotógrafo James Friend acude a una paleta de colores apagados, metálica para representar un lugar en el que lo vibrante de la vida casi instantaneamente se ha extiguido…Pero”, pregunta Singer, “¿también existe algo incómodo en que haya belleza entre tanto derramamiento de sangre?
En ese orden de ideas, finalmente el ensayo recoge unos pensamientos del gran François Truffaut alrededor de su célebre cita respecto a la realización de un filme antibélico: “No creo haber visto nunca un filme antibélico. Todos los filmes acerca de la guerra, terminan siendo probélicos”, porque en última instancia, apunta Leigh Singer, “la representación, de alguna u otra manera, inyecta adrenalina y estetiza el horror”.
Fuente: Little White Lies