En el 2006 el cineasta mexicano Alfonso Cuarón dirigió Children of Men (Niños del hombre), filme protagonizado por Clive Owen, Julianne Moore, Michael Caine, Chiwetel Ejiofor, Clare Hope-Ashitey y Charlie Hunnam. Como muchos saben, se trata de una historia distópica situada en el Reino Unido (Londres y sus alrededores), o al menos lo que antes se conoció que lo fue. Cuarón coescribió el guion basado en una novela homónima de P.D. James. La historia es apasionantemente intrigante, fascinante pero, para que también sea igualmente emocionante, para Cuarón y su inseparable compañero (podría decirse coautor), Emmanuel “El Chivo” Lubezki, uno de los mejores cinefotógrafos del mundo, era imprescindible encontrar la forma ideal para contarla.
Después de armar una estrategia minuciosa que resultara apropiada para el relato que querían contar, que fuera congruente y coherente con cuanto pasaría enfrente de la cámara, decidieron que lo conducente sería tener una cámara endemoniadamente ágil, que se convirtiera auténticamente en un personaje más del filme y que, para las contínuas secuencias de acción, generalmente se situara al nivel de los ojos de los protagonistas, estuviera móvil todo el tiempo (cámara en mano), e incluso recibiera salpicones de sangre y hasta de sudor y de lágrimas, dado el caso, para terminar hacer la historia más idiosincrásicamente británica. Además, que las tomas fueran prolongadas (planos secuencia) para hacer las acciones más fluidas dando la sensación de que ocurrían en tiempo real.
Pero dentro de todas las muestras de galanura formal que una y otra vez vamos atestiguando en el filme, hay definitivamente una secuencia que destaca: la persecución en automóvil por una carretera en la campiña inglesa, cuando nuestros héroes son abruptamente perseguidos por una muchedumbre de salvajes dispuestos a acabar con ellos. Tantos años después de haber sido estrenado el filme, mucha gente (involucrada o no en el cine) se sigue preguntando cómo carambas es que se consiguió dar un efecto tan real al momento, cómo es que Cuarón, Lubezki y su equipo consiguieron ese triunfo auténtico de virtuosismo técnico en una sola toma, ¿sin cortes?, y sin “green screen”.
Aquí les presentamos dos videos que nos ayudan a entender la proeza. Aunque, incluso viéndolos, sigamos atarantados, en shock, por lo que vemos. Es probable que hasta un poco más que antes. Pero lo importante, en el cine, en el cine de calidad, es que toda esa espectacularidad del aspecto técnico de la realización cinematográfica sirva para un propósito mayor, que es el bien de la historia que se cuenta. ¿Es éste el caso? Parece que queda muy clara la respuesta, pero ustedes tendrán su propia opinión. Tal vez esto les ayude a articularla.
Aquí pueden ver los videos que explican la forma en que fue lograda esa proeza técnica.
Y este otro video intenta, detalladamente (no necesariamente de forma acertada en todo momento), descubrir los cortes ocultos dentro de los largos planos secuencias que abundan en el filme.