Conoce más verdaderas historias que inspiraron al cine
La verdadera historia de vida de Michael Edwards –conocido como Eddie el águila– posee los elementos necesarios para configurar un clásico relato sobre un hombre que, teniendo todos los pronósticos en contra, lucha para alcanzar el éxito. No es de extrañar que su historia haya llamado la atención de los productores Adam Bohling (Kick-Ass, 2010) y David Reid (Snatch, 2000), quienes decidieron contratar al cineasta inglés, Dexter Fletcher (Wild Bill, 2011; Sunshine on Leith, 2013) para contar la extraordinaria historia de Edwards en un nuevo largometraje titulado Eddie The Eagle (Volando alto, 2016).
En la película, el joven actor británico, Taron Egerton (Kingsman: The Secret Service, 2014), interpreta a Eddie Edwards, un yesero sin dinero que alcanzó la fama internacional durante los Juegos Olímpicos de Calgary 1988 como el primer británico en participar en el salto de esquí. Eddie no tuvo éxito en el sentido clásico de la palabra; pero, a pesar de llegar en último lugar en los dos eventos en los que participó, él se ganó la admiración y el cariño de miles de personas, y demostró que cualquier persona, independientemente de la posición social o económica, podría competir al más alto nivel.
Taron Egerton interpreta a Eddie 'The Eagle' Edwards en Volando alto (2016).
La tradición del glorioso perdedor
Eddie, el miope extrabajador de la construcción que nació en 1963 en Cheltenham, se convirtió en un héroe muy conocido en el Reino Unido. Pero, ¿cómo explicar el culto a la personalidad de un hombre que nunca ganó una medalla o un premio en su corta carrera como deportista? La popularidad de Eddie tal vez se puede atribuir a la orgullosa tradición británica del glorioso perdedor. Él es sólo una parte de una densa historia moderna de figuras populares celebradas por los británicos no por sus victorias inverosímiles, sino por su tenaz persistencia a pesar de estar condenados al fracaso.
Pensemos, por ejemplo, en Tim Henman. Él dominó el tenis británico en los albores del siglo XXI, ganando un montón de títulos de la ATP y colocándose en el 4º lugar en el ranking mundial, pero “Tiger Tim” es más recordado por aquello que no alcanzó. Él nunca ganó un Grand Slam, y se convirtió en un perdedor constante en las canchas de césped de Wimbledon, a pesar de los fervientes aplausos de los aficionados locales. A finales de los 90 y principios de 2000, ver perder a Henman en Wimbledon se convirtió en una especie de rito nacional. Durante unas horas, cada verano, él era “el glorioso perdedor británico”. Sin embargo, este fenómeno no es exclusivamente británico; en 1988, el equipo de trineo de Jamaica se convirtió en un grupo de superestrellas ovacionadas , incluso sin haber terminado el recorrido. En 2000, dos nadadores de Guinea Ecuatorial (Eric Moussambani y Paula Barila Bolopa) se convirtieron en los favoritos del público sin importar sus pobres actuaciones en los Juegos Olímpicos de Sydney; ambos atletas recibieron una amplia cobertura por parte de los medios británicos, incluso, The Daily Telegraph los alabó por su capacidad para “recuperar el espíritu de Eddie The Eagle”.
Eddie Edwards representó a Gran Bretaña durante los Juegos Olímpicos de Invierno de 1988, celebrados en Calgary, Canadá.
En búsqueda de las alas
En lo referente a la práctica deportiva, Eddie contaba con experiencias previas cuando intentó realizar acrobacias saltando sobre coches y autobuses en motocicleta en un intento por imitar la espectacular audacia de Evel Knievel.
Edwards tenía entonces la intención de convertirse en esquiador, pero después de trasladarse a Lake Placid para entrenar, él se dio cuenta rápidamente de lo costoso que sería competir a nivel profesional:
Yo no tenía mucho dinero, así que pensé que sería mejor encontrar algo más barato que hacer. Así que encontré el salto de esquí y pensé: “Esto se ve muy bien”.
Pero sin el apoyo financiero, y sin las condiciones necesarias para practicar ese deporte al interior de Gran Bretaña, Edwards le pidió prestado el coche y dinero a sus padres. Él condujo a través de Europa, entrenando en varios sitios e inscribiéndose en algunas competencias. En el Boxing Day 1986, Edwards estaba tomando parte en pruebas de la Copa de Europa -su debut fue en St Moritz - y representó a Gran Bretaña en el Campeonato Mundial 1987 en Oberstdorf, Alemania. Como era de esperar, terminó en último lugar. Su popularidad, entre las multitudes, incrementó poco a poco cuando se presentaba en eventos de la Copa Mundial, pero no tenía ni idea acerca de la recepción que recibiría en Calgary en febrero de 1988.
Edwards pudo sostener sus competencias al conseguir trabajos como niñero, jardinero y chofer, hasta que encontró una oferta para alojarse en un hospital mental finlandés, en donde pagaba 1 libra por noche. Ahí fue donde Edwards se enteró que había clasificado para representar a Gran Bretaña en los Juegos Olímpicos de 1988.
Eddie fue entrenado en Estados Unidos por dos respetables entrenadores, John Viscome y Chuck Berghorn, pero eso no hizo que su camino fuera más fácil. Su poco presupuesto hacía que su situación se tornara complicada, costosa y peligrosa. Él logró adquirir unas botas de segunda mano, se compró seis pares de calcetines extra y su casco mal ajustado fue atado con cuerdas. Sus limitaciones físicas empeoraron las cosas. La hipermetropía de Edwards le obligó a llevar gafas que, al momento del salto, se empañaban nublándole la visión. “A veces me las quitaba, pero no podía ver hacia donde me dirigía”, declaró en alguna ocasión para el diario británico The Guardian.
Edwards en conferencia de prensa durante los Juegos de Invierno de 1988. Fotografía de Mike Powell.
El aterrizaje del águila
Cuando tenía 24 años, a su llegada a Calgary, la historia de Eddie ya era conocida por varios periodistas y aficionados que lo recibieron con mucho interés y encanto. Varios lo esperaron en el aeropuerto, incluyendo un grupo de seguidores que le dio un cálido recibimiento con una pancarta que decía: “Bienvenido a Calgary, Eddie el Águila”.
A pesar de los murmullos de otros atletas y periodistas que indicaban que la participación de Edwards era una burla hacia los Juegos, el Águila, en una conferencia de prensa previa a su participación, defendió valientemente su derecho a competir:
¿Dónde está escrito que los Juegos Olímpicos son sólo para los ganadores?”
Edwards fue recibido con aplausos cuando apareció en la parte superior de la rampa para su primer salto. Después de repetir su mantra, “puedo sobrevivir y llegar de manera intacta”, se lanzó por el aire –en última instancia, el aterrizaje de un total de 16 m por detrás de su rival más cercano. Terminó en último lugar, pero fue capaz de sobrevivir a los eventos, e incluso logró superar su récord personal. Todo ello representó una enorme satisfacción tanto para Edwards como sus seguidores. En la ceremonia de clausura, el director ejecutivo de los Juegos lo mencionó en un discurso: “Ha capturado nuestros corazones, y algunos de ustedes se han disparado como las águilas”.
Eddie Edwards en acción durante el salto de esquí 70m en los Juegos Olímpicos de Invierno 1988.
Detractores
Debido a que la popularidad y presencia mediática de Edwards empezó a rayar en la exageración, sus detractores se hicieron más fuertes. Fue calificado como “un payaso” por el Junge Welt, un periódico de Alemania del Este, que preguntó: “¿A dónde irán los Juegos Olímpicos si se le sigue aplaudiendo a un tipo como Eddie Edwards en lugar de reconocer los verdaderos logros deportivos de todos aquellos que los superan con creces?”.
Durante los Juegos de Calgary 1988, la Federación Internacional de Esquí intentó advertirle a Edwards que, por su propio bien, cancelará su participación. Dos años más tarde, en 1990, el Comité Olímpico Internacional impuso un sistema de reglas de calificación más duras. Edwards nunca regresaría a competir en los Juegos Olímpicos.
“Lo que me molesta es cuando los periódicos lo llaman un perdedor. Nada de Eddie, sino un perdedor”, declaró Sam, la esposa de Edwards, a The Guardian en una entrevista de 2007.
¿Acaso un perdedor puede competir en los Juegos Olímpicos de Invierno a pesar de no tener patrocinador? ¿Podría un perdedor venir de un país donde no hay saltos de esquí y, sin embargo, competir al más alto nivel? No lo creo”.
Eddie en compañía de su esposa, Samantha Edwards (2002).
De hecho, lo único que Edwards perdió en los Juegos Olímpicos de Calgary fueron los juegos. A través de diversas ofertas y apariciones en programas de televisión, Edwards afirmó haber ganado entre 500.000 y 600.000 libras en 1988. Por desgracia, él se declaró en quiebra sólo cuatro años más tarde, en 1992, reclamando que sus fondos habían sido mal administrados.
Edwards, finalmente, regresó al trabajo de la construcción, pero un flujo constante de conferencias, charlas motivacionales, por no hablar de la venta de los derechos cinematográficos de su historia, le permitió a Eddie, su esposa y sus dos hijos vivir cómodamente.
Su heroico fracaso de 1988 sigue siendo una parte del folclore Olímpico de Gran Bretaña, y el filme Eddie The Eagle se compromete a difundir el mensaje de que el trabajo duro y la perseverancia, incluso en ausencia de la riqueza, puede producir grandeza.
TEXTOS CONSULTADOS:
-The Winter Olympics, escrito por Ron C. Judd (2008).
-Great Olympic Moments, escrito por Michael Hurley (2012).
-The Eagle has Landed, por Clive Gammon. Publicado el 14 de marzo de 1988 en Vault.
-Reappraising Eddie 'the Eagle' Edwards, por Steven Pye en The Guardian.
-Whatever Happened to Eddie the Eagle, Britain’s Most Lovable Ski Jumper?, por Franz Lidz en Smithsonian Magazine.
-Eddie The Eagle, artículo publicado en la revista Skiing, enero 2010.