Ve aquí nuestra entrevisa con Zack y Deborah Snyder, Eva Green, Lena Heady, y más parte del elenco.
Por Julio Enrique Macossay (@makoss1)
En Hollywood, cuando una película es un éxito en taquilla y además tiene un estilo muy marcado y espectacular es completamente natural que el director encargado de la segunda parte intente replicar la efectiva fórmula. Este es el caso de 300 (2007), de Zack Snyder, y de la reciente 300: el nacimiento de un imperio (2014). Aunque esta nueva 300 no es dirigida por Snyder, sino por Noam Murro (película, año), sigue teniendo impregnado el estilo de Zack, quien en esta ocasión es productor y coguionista. La estética de la cinta revela quién está detrás. Cualquiera que esté familiarizado con la primera o en general con la obra de Zack, va a reconocer el slow motion utilizado en cualquier momento en que alguien es golpeado o asesinado, haciendo especial énfasis en la sangre; también se repite el uso de tonalidades amarillas y azules de la primera cinta —evocativas de la novela gráfica de Frank Miller en que está basada—y las secuencias con fuertes alusiones pictóricas, incluyendo repetidamente la escena de los espartanos muertos que apareció en la primera cinta.
Pero la constancia estilística no se limita a lo visual, también se ciñe a lo estructural. Nuevamene se recurre a la voz en off que nos guía. A través de ella conocemos los orígenes de un héroe –basado en un personaje histórico real–, el general ateniense Temístocles (Sullivan Stapleton), quien ante la amenaza de la invasión persa decide reunir un pequeño ejército para defender a su patria de las numerosas hordas del rey Jerjes (Rodrigo Santoro) comandadas por Artemisia (Eva Green). Después de una espectacular victoria del pequeño ejército, la líder enemiga le ofrece unirse a su bando. El héroe la rechaza y, tras una derrota en la que hay algunas pérdidas humanas importantes, el guerrero da un discurso inspirador para preparar a sus soldados para una nueva batalla en la que tienen todas las probabilidades en contra. Durante esta lucha se nos revela quién nos ha estado narrando la cinta y frente a qué público.
La reutilización del recurso de la voz en off se podría justificar por el hecho de que esto no es una secuela, ni una precuela, sino que tanto lo que ocurre en esta película como en la anterior son eventos paralelos e incluso desembocan en una escena final muy similar. En otras palabras, son dos versiones de la misma guerra: por un lado, la de los espartanos y, por el otro, la de los atenienses, narradas por personas distintas. Esta manera de contar desde distintas perspectivas evoca a los videojuegos en los que el usuario debe elegir entre dos personajes que tienen básicamente la misma historia, pero con algunas diferencias, como en Resident Evil 2 (1998). Y justo experiencia que podría parecer repetitiva pero que es más bien complementaria, es lo que ofrecen estas dos películas vistas en conjunto.
Lo anterior es reafirmado por la presencia de varios elementos simétricos: la ya mencionada voz en off y la utilización de un flashback para profundizar sobre el origen de un personaje –aunque en este caso es sobre dos: los personajes de Scyllias (Callan Mulvey) y su hijo Calisto (Jack O'Connell) que pueden evocarnos a Artemis (Vincent Regan) y a su hijo Astinos (Tom Wisdom) de la primera cinta.
Sí sólo hubieran simetrías estaríamos ante una calca de la primera cinta, una simple versión reproducida de la primera historia con atenienses en lugar de espartanos. Este no es el caso, ya que los realizadores decidieron darle más sustancia a la cinta, pues la original era un ornamento muy vistoso, pero con fondo hueco. Por ello no es gratuito, que el difunto pero no olvidado crítico estadounidense, Roger Ebert, opinara que la película de 2007 lo que hacía era llevar más allá de sus límites a la carnicería de la antigüedad: “300 tiene a caricaturas unidimensionales que hablan como luchadores profesionales antes de comenzar su próximo combate”. Los realizadores de El nacimiento… siguieron con la línea de un filme de acción espectacular en todos los sentidos de la palabra, pero también desarrollaron con mayor ahínco a sus personajes, dándole más sustancia a la cinta.
El protagonista, Temístocles, por ejemplo, es un ser más reflexivo que Leónidas (Actor) en muchos sentidos. Para empezar, constantemente pondera sobre las consecuencias de la guerra, aunque sea brevemente, al grado de que después de una difícil batalla menciona cómo cada una de las muertes es derivada de un error suyo. A diferencia de su “antecesor”, él, ante todo, sopesa perfectamente sus métodos y estrategias a emplear en la contienda. Así tenemos que si Leónidas es una fuerza implacable y casi telúrica, Temístocles es el poseedor de un ingenio calculador. Uno es un guerrero y el otro un estratega; uno es Heracles y el otro es Ulises.
Esta dualidad de caracteres también se refleja en el tipo de ofensivas que cada bando despliega. Los espartanos eran superhombres que arrasaban con todos los enemigos que tenían a su paso y los persas eran como hormigas devoradoras. Tanto Temístocles como Artemisia son tácticos, y sus estrategias no sólo implican el uso de fuerza bruta, también del cerebro. En una de las primeras batallas marítimas del filme, el general griego compensa su desventaja numérica aprovechándose de la geografía que su adversario desconoce para hundir a los barcos persas utilizando escollos ocultos en la niebla.
El elemento clave para darle más fuerza a la cinta es que la antagonista no es unidimensional, inclusive es utilizada para llenar algunos vacíos narrativos del filme original. Por medio de un primer flashback se nos revela que ella es la mente maestra detrás de la coronación de Jerjes, de su transformación en un rey-dios y de la presente invasión persa, y que todo ha sido articulado a partir del deseo de una venganza personal. En voz de la mano derecha de Temístocles, Esquilo (Hans Matheson) —sí, el dramaturgo griego— se nos presenta un segundo flashback donde se profundiza sobre el pasado de la joven de origen griego y sus motivos para querer ver arder a Grecia. Con estas dos retrospectiva se logra algo de lo que carecía la primera cinta: un antagonista cuyos motivos son claros al igual que su origen, por lo que es más sencillo matizar y no juzgar a los personajes desde una óptica maniqueísta.
Además de mostrar a Artemisia con una inteligencia prominente, también se le caracteriza como una devoradora de hombres, bella, pero letal; nos remite a mujeres fatales literarias como Doña Bárbara, de la novela homónima de Rómulo Gallegos, o Salomé. Para que no nos quepa duda de las referencias, hay una secuencia de fuerte ecos salomeícos en la que vemos cómo la guerrera decapita a un griego para después besar su cabeza cercenada. Pero quizá lo más importante de este personaje es que su presencia es constante de principio a fin, en claro contraste con Jerjes que, en la primera cinta, sólo es una presencia-ausencia que hace acto de aparición para tentar a Leónidas a unirse a su ejército cual si fuera un demonio tentando a Jesucristo en el desierto.
Spoiler Alert
Esta incitación también tiene su versión en la nueva cinta, pero Artemisia no tienta a Temístocles sólo con bienes militares y una posición en el nuevo orden persa, sino, como buena femme fatale, lo hace por medios más carnales para domar y devorar al hombre. Y para recalcar que los juegos de espejos están a la orden del día, el salvaje acto sexual tendrá su eco preciso en la batalla final entre ambos.
Fin del Spoiler.
Aunque se ha hecho mucho énfasis en la publicidad en que El nacimiento… no es la segunda parte de 300, será difícil que todo el público haga la distinción. El tema, el tono, el estilo son los mismos. Pero, a diferencia de otras secuelas cuyas primeras partes han sido bombas en taquilla, esta película no se conformó con el éxito y arriesgó cambiar para mejorar, separándola de muchas segundas partes mediocres de cintas de acción, pero no lo suficiente como para ser un clásico del género.