Reseña, crítica All is Lost - ENFILME.COM
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FICHA TÉCNICA
All Is Lost
All is Lost
 
Estados Unidos
2013
 
Director:
J.C. Chandor
 
Con:
Robert Redford
 
Guión:
J.C. Chandor
 
Fotografía:
Frank G. DeMarco, Peter Zuccarini
 
Edición:
Pete Beaudreau
 
Música
Alex Ebert
 
Duración:
106 min.
 

 
All is Lost
Publicado el 02 - Abr - 2014
 
 
  • Como a Jonás, las entrañas de un monstruo marítimo lo capturan. Si la ballena representaba una condena, la tormenta bien funge como una afrenta que lo dispone al naufragio y a la soledad. Nuestro navegante es un hombre contemporáneo del que no sabemos su nombre ni hay un antecedente en la historia que nos remita de manera precisa hacia su pasado, ni a las razones de su travesía.  - ENFILME.COM
  • Como a Jonás, las entrañas de un monstruo marítimo lo capturan. Si la ballena representaba una condena, la tormenta bien funge como una afrenta que lo dispone al naufragio y a la soledad. Nuestro navegante es un hombre contemporáneo del que no sabemos su nombre ni hay un antecedente en la historia que nos remita de manera precisa hacia su pasado, ni a las razones de su travesía.  - ENFILME.COM
  • Como a Jonás, las entrañas de un monstruo marítimo lo capturan. Si la ballena representaba una condena, la tormenta bien funge como una afrenta que lo dispone al naufragio y a la soledad. Nuestro navegante es un hombre contemporáneo del que no sabemos su nombre ni hay un antecedente en la historia que nos remita de manera precisa hacia su pasado, ni a las razones de su travesía.  - ENFILME.COM
  • Como a Jonás, las entrañas de un monstruo marítimo lo capturan. Si la ballena representaba una condena, la tormenta bien funge como una afrenta que lo dispone al naufragio y a la soledad. Nuestro navegante es un hombre contemporáneo del que no sabemos su nombre ni hay un antecedente en la historia que nos remita de manera precisa hacia su pasado, ni a las razones de su travesía.  - ENFILME.COM
  • Como a Jonás, las entrañas de un monstruo marítimo lo capturan. Si la ballena representaba una condena, la tormenta bien funge como una afrenta que lo dispone al naufragio y a la soledad. Nuestro navegante es un hombre contemporáneo del que no sabemos su nombre ni hay un antecedente en la historia que nos remita de manera precisa hacia su pasado, ni a las razones de su travesía.  - ENFILME.COM
 

Por Verónica Sánchez Marín (@SofiaSanmarin)

Una forma de apelar al vacío es a través del silencio de la palabra. Una oquedad sostenida por la ausencia del lenguaje por antonomasia: el habla. Esto delata una forma de la soledad: la falta de interlocutor. Quienes hablan solos intentan abolir el muro de la incomunicación: evitar clausurar el acto de enunciar, buscar enaltecer las palabras, darles su justa dimensión para recordar todo cuanto nos rodea. En All is Lost, no hay diálogos ni más actores que el protagonista, un hombre maduro, de 76 años interpretado por Robert Redford, que queda náufrago en alta mar, después de un accidente de barco que lo deja a la deriva en medio del océano Índico, entre Indonesia y Madagascar. El yate del anciano, el Virginia Jean, colisiona contra un contenedor abandonado en el mar. El golpe provoca una fisura en el velero ocasionando que el agua se filtre y su equipo de navegación y radio se averíen horas antes del arribo de una tormenta. A pesar de las reparaciones, de su experiencia como marinero, y de una fuerza física que desafía su edad, apenas logra subsistir a la tempestad refugiándose en un bote salvavidas, con pocos víveres, mapas y un astrolabio para guiarse mientras la ayuda llega. En la inmensidad del mar, está solo él contra las inclemencias del tiempo: la borrasca, el sol, la amenaza de los tiburones y el agotamiento de sus escasas reservas lo empujan a enfrentarse a la desesperación y quizá a la muerte. De forma tal que el espectador vive con el protagonista su particular calvario. Nada registra más la fragilidad del ser humano en ese universo, como la vista del pequeño bote a la deriva en ese vasto océano.

Como a Jonás, las entrañas de un monstruo marítimo lo capturan. Si la ballena representaba una condena, la tormenta bien funge como una afrenta que lo dispone al naufragio y a la soledad. Nuestro navegante es un hombre contemporáneo del que no sabemos su nombre ni hay un antecedente en la historia que nos remita de manera precisa hacia su pasado, ni a las razones de su travesía. Sabemos que está en un viaje de vela en solitario, lleva un anillo de bodas, un reloj costoso y es estadounidense; el resto es suposición: imaginamos que es alguien que puede permitirse el lujo de viajar en un yate cómodo, que tiene la afición por los lugares exóticos, los conocimientos marinos, y el tiempo libre para pilotearlo.

Escrita y dirigida por J. C. Chandor, la historia sigue, paso a paso, con minucia y exactitud cronológica, la desventura de este hombre acorralado en el piélago y sus métodos para sobrevivir en la espera de la milagrosa ayuda. La cinta camina en los territorios de El viejo y el mar de Ernest Hemingway por la confrontación de la vastedad del mar, un ambiente que los protagonistas creían dominar,  y el cansancio producido por la edad, frente a la posibilidad de salir triunfantes en el océano, ese desierto de olas danzantes que en cualquier momento amenaza con sepultarlos en su materia salina. De algún modo tiene reminiscencias al relato bíblico de Job en el tenor de las desgracias continuas que acaecen sin reparo unas tras otras; un personaje que soporta un mar (literalmente) de tribulaciones sin una aparente justificación terrenal —aunque no hay alguna referencia religiosa directa en este drama minimalista, sí es rica en escenarios y sugerencias de peligros encadenados.

El veterano actor sostiene una película en la que de nuevo un hombre es puesto a prueba contra la mayor adversidad, enfrentado a la soledad y la naturaleza sin más recursos que la memoria, la conciencia y la valentía. La versión cósmica de este periplo, la vimos acometer recientemente a Sandra Bullock en Gravity de Alfonso Cuarón. En este caso, los artificios del género de acción (el efectismo y la grandilocuencia) se reducen al mínimo para concentrarse en un hecho concreto: la pura lucha física por sobrevivir. La narrativa del filme juega a favor de un estilo realista, evita cualquier concesión al espectáculo o a la acción gratuita. La cámara sigue a un excelente Redford que pelea contra las tormentas e inclemencias del océano Índico sin artilugios electrónicos de ninguna clase. Redford interpreta consecuentemente su personaje, centrándose en que sus acciones hablen por él mucho más que sus gestos; hay pocas panorámicas o planos generales, y en cualquier caso estos son muy breves, calculando la acción en los limitados espacios del barco o la balsa, consiguiendo una atmósfera de angustia y –paradoja efectiva– de encierro a pesar del mar abierto. La música es también escasa, limitada a momentos pero muy puntuales –no persigue otra cosa que ilustrar tenuemente el estado anímico del infeliz náufrago, una acometida melódica que atempera los estados de ánimo que Redford delata en su actuación–.

El diseño de sonido es otro apartado destacable del filme. Recrea con verosimilitud, los murmullos de altamar, las olas chocando contra un bote, las aves que sobrevuelan los cielos. All Is Lost es cine de aventuras por lo que cuenta (un naufragio y una catástrofe natural), no por cómo lo cuenta: con la cámara atenta a la resistencia del individuo que se aferra a la vida. Tampoco es la típica historia de supervivencia porque no responde una pregunta fundamental: ¿vale la pena obstinarse en resistir a la muerte?; e incluso: ¿hay algo o alguien por quien valga la pena luchar contra el desastre? Sabemos que está casado: el amor puede ser uno de sus motivos. La gran pregunta que All Is Lost se plantea sería ¿por qué la vida y no la muerte?; o como preguntaría Heidegger: ¿por qué (aferrarse a) el ser y no (abandonarse a) la nada? Pero no lo escuchamos insistir en ello, solo lo vemos actuar, congruente, con el certero deseo de vivir. Su acierto distintivo: todo lo que aquí sabemos es por las acciones y los elementos narrativos. Nada explica la psicología del personaje; sólo se muestra en su devastador silencio de palabra el espectro del instinto de supervivencia, ese benefactor de la esperanza.

 

 
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