La premisa de Wild (Alma salvaje) puede hacer parecer a la película una acumulación de lugares comunes: una joven en el momento más bajo de su existencia, después de sobrevivir la trágica muerte de su madre tras un cáncer fulminante, haberse drogado intensamente, vivido en la promiscuidad, divorciado tras traicionar una y otra vez a su esposo, decide emprender una caminata a lo largo de la costa estadounidense del Pacífico, desde la frontera mexicana hasta la canadiense. En el trayecto se reencuentra consigo misma. Logra dejar atrás los pesos de su pasado, reacomodar su esencia, y ver de frente al futuro, con los pies bien adheridos a la tierra y con mirada optimista. Esto podría ser material para un burdo relato de superación personal, pero el director Jean-Marc Vallée (Dallas Buyers Club, 2013), logra trascender cada uno de estos clichés gracias a la suma del cuidado y detalle puestos en la realización de cada una de sus partes.
La novela Wild: From Lost to Found on the Pacific Crest Trail, autobiografía de Cheryl Strayed en la que se basa la película, tiene una prosa fresca, rítmica y con toques de humor; esto, más que cada pormenor de las circunstancias del personaje y de su viaje, es lo que en esencia recupera e intensifica en el guión el escritor británico que ha demostrado ser un novelista que comprende el lenguaje cinematográfico, Nick Hornby (escribió tanto la novela como el guión de About A Boy, High Fidelity, así como los guiones de An Education, Brooklyn, entre muchas obras más). Al inicio, la película se aproxima a Cheryl en el torpe comienzo de su travesía. En la recepción de un hotel de paso, de inmediato utiliza Hornby el humor –recurso asiduo en el filme– para acentuar su soledad: Cheryl ha dicho que viaja sola; pero la recepcionista insiste, incrédula, en que si alguien llegara a quedarse con ella, tendría que aumentar la tarifa de su habitación. Cheryl lo niega con hosquedad, pero para la recepcionista esto no es suficiente, e insiste en la posibilidad hasta el último momento. La situación un tanto absurda causa risas. Pero pronto sabremos por una serie de flashbacks que el tema de los hombres le es turbio, por ahora, a Cheryl.
La película anterior de Vallée, Dallas Buyers Club, sobre un macho cowboy homofóbico que contrae VIH, era totalmente masculina. Y Wild, con una mujer confrontándose a sí misma, que usa –entre otras cosas– el amor a su madre para salvarse, es totalmente femenina. Ambas son, de alguna manera, una odisea de crecimiento interior, en la que los dos personajes centrales comparten una fijación obsesiva con el sexo, que aprenden a superar. De hecho, la secuencia inicial de Dallas…, en la que se ve a Ron Woodroof (Matthew McConaughey) teniendo sexo en el pasillo detrás de un establo con dos mujeres, sin apego alguno, tiene su equivalente en Wild, con Cheryl copulando con dos hombres, en el pasillo trasero del restaurant donde trabaja, totalmente ausente. Para Ron, su promiscuidad probablemente resultó en una enfermedad mortal (también se inyectaba heroína constantemente); para Cheryl, en una enorme culpa. Nuevamente, la película podría parecer moralizante o incluso pseudofeminista, pero su afiliación a las particularidades, su compromiso con la complejidad de la situación, la vuelven relevante y trascendente. En el caso de ella, el filme muestra que su obsesión con el sexo, al igual que su fascinación con las drogas fuertes, le vienen tras la muerte de su madre como una válvula de escape. Es como si, al perder su eje, se hubiera entregado a toda velocidad a destructivas pasiones. Es como un planeta fuera de órbita. Constantemente sus recuerdos regresan a los momentos en los que se acostaba con hombres prácticamente aleatorios, lo que tuvo consecuencias nefastas en su vida: la traición a su esposo y su subsecuente divorcio; un embarazo de quién-sabe-quién y un correspondiente aborto, que acaba siendo la tormenta que derrama el vaso, y lo que la hace salir a cambiar el rumbo de su vida.
Además del dolor de haber engañado a su esposo, y de su entrega al sexo y a las drogas, Cheryl carga sobre todo con dos pesos. Primero, el de un padre alcohólico y golpeador, del que ella, su madre y su hermano pequeño huyeron cuando eran niños. Su ausencia permanece. El dolor que le ocasionó, en una época de crecimiento la hizo rebelarse en contra el machismo. Pero ella sabe que ha llegado a un momento en el que traicionó esa posición de mujer fuerte, inteligente y en control de su vida. De alguna manera interiorizó las agresiones de su padre en contra de ella misma. Por otro lado, la figura del padre fue un dolor compartido con su madre y su hermano, que los hizo padecer, pero también conocerse y apoyarse más.
El otro peso más grande que el de la enorme backpack que lleva sobre la espalda es el no haber honrado el recuerdo de su madre, que le fue arrancada con demasiada rapidez. Cuando le dieron el diagnóstico del cáncer le pronosticaban un año, pero vivió apenas un mes. Laura Dern interpreta a la madre que Cheryl recuerda: una mujer positiva y fuerte, que a pesar de las calamidades, llevaba una sonrisa permanente en los labios. Es siempre demasiado feliz. Su personaje apenas tiene matices. Cheryl no la cuestiona demasiado, ni la juzga, como injustamente solemos hacer los hijos. Hay una etapa tierna en la vida de ambas: las dos estudian literatura en la universidad simultáneamente; la hija, siguiendo el curso de la vida; la madre, demostrando que nunca es demasiado tarde para crecer, para cumplir los sueños. Pero la enfermedad le da una dura lección de azar, a ella y a sus hijos. Cuando el destino se interpone, no hay espíritu libre que pueda contra él.
Hay dos situaciones más fundamentales para Cheryl, que apenas son señaladas: el aborto, y la ausencia de su hermano menor, también afectado tremendamente por la muerte de la madre. La película fija sus alcances dejando fuera estos temas, y pierde en lo que tan bien había cosechado: en el complejo retrato de un alma en pena que transita por su purgatorio personal.
Los recuerdos, evocados por sensaciones por las que pasa el personaje –una luz, un olor, una forma, un color, un sonido– surgen con melódica continuidad gracias al montaje del mismo director y de Martin Pensa; lo hacen constantemente para mostrarnos el pasado de su protagonista, sus temores, su enojo consigo misma, su arrepentimiento, y cómo vuela su flujo de consciencia. La caminata de más de 1,700 km no solo se desarrolla por tres estados, por desiertos y bosques, atravesando ríos, montañas y lagos, en el calor y el frío extremos, también en múltiples tiempos simultáneos: su pasado reciente, su pasado de niña, y el intenso presente plagado de hambre y cansancio. La propuesta fotográfica de Yves Bélanger acentúa esta dualidad: close-ups intensos para ella; planos abiertos para resaltar la belleza y el poder de los paisajes. La manera de compensar a un personaje solitario con sus propios recuerdos vistos en pantalla es similar a lo que hizo Danny Boyle en 127 horas (2010). La regresiones sirven para darle respiros a una historia que podría volverse monótona, y que está pensada para un público acostumbrado a las adrenalínicas películas de Hollywood. Pero éste no es el único recurso a su favor. Están también las citas literarias que Cheryl va dejando en cada lugar al que llega, de escritores importantes, aludiendo a la acción de caminar, y que echan luz sobre su estado espiritual. Y el soundtrack –con Simon & Garfunkel, Leonard Cohen, Portishead y Bruce Springsteen, entre varios– es una selección que podría parecer demasiado obvia porque los versos de las canciones caen perfecto sobre la situación; pero esta música es en sí misma un periplo enriquecedor. Su calidad es una marca ya de las películas que cuentan con la participación de Hornby.
La actuación de Reese Witherspoon es obviamente esencial para el funcionamiento de la película, puesto que ella la sostiene. La actriz de 38 años dota de profundidad a su personaje. Se le siente real y expuesta. Con una mirada fija y crítica que constantemente se enfoca en el horizonte en busca de una salida para su condición actual. Y una mirada más dulce y menos inquisitiva cuando se interpreta en el pasado. Pero su presencia es también inquietante. Aunque la edad que ostentan su cuerpo y cara es uno de los atractivos de tener a Witherspoon en primer plano, no va del todo con su personaje y crea desconcierto cuando, en una etapa más joven, se le ve al lado de su madre interpretada por Laura Dern, quien parece más una amiga. Además, algunas de las decisiones del personaje son más difíciles de justificar en una mujer de treinta y tantos que en una de veintidós, que es la edad que tenía la verdadera Cheryl cuando perdió a su madre; 26 cuando emprendió su caminata.
A favor de su prolijidad, la película recupera muchas de las situaciones que resultarán familiares a quien haya ejercido como caminante durante largo tiempo. Ejemplos: el exceso de equipaje y la manera en la que por necesidad se aprende a vivir con lo mínimo indispensable; la suciedad, el olor y el aspecto de pordiosero que causa orgullo en quien lo lleva y rechazo en los terceros; lo reconfortante de la ropa limpia; el dolor en los pies, las ampollas y las uñas enterradas, la sangre en los calcetines, lo insoportables que pueden llegar a volverse los zapatos equivocados; el hambre a la que eventualmente se acaba por dominar; las presencias fugaces pero reveladoras, que parecen anunciantes de una verdad para la que el caminante llevaba días preparándose; la sensibilidad a flor de piel que conecta a las personas con la naturaleza y con la compleja geografía de sus consciencias, una que por trayectos parecía inaccesible, pero que deja de serlo cuando los pasos fortalecen la confianza de quien aunque tiene la opción de detenerse, continúa avanzando.
Cheryl pasa por un duro periodo que pone a prueba su constancia, su disciplina, su entrega, su determinación, y su conclusión satisfactoria la conduce a una especie aceptación responsable, de perdón a sí misma y de reacomodo en el mundo. Le da un sentido a lo malo que fue, siendo una mejor versión de ella misma en el presente. Cierra la etapa de duelo sin perder a su madre por completo. Al contrario, decide darle a su recuerdo un lugar de honor en su consciencia, decide seguir escuchando sus enseñanzas y disfrutando la vida a través de sus ojos. La película transmite la importancia de vivir cada día en integridad, en su acepción de completitud, de compensar nuestros esfuerzos con nuestro real y profundo bienestar. El paisaje es demasiado poderoso, el amor de los nuestros demasiado valioso, el tiempo demasiado constante, como para dejarlos pasar sin que te alteren y te invadan.