Por Reneé Alegría

Se conocen, se enamoran, se separan. Esto es un chick flick que no deja de ser predecible, pero que gracias a la encantadora pareja de actores que lo protagoniza, Drew Barrymore (Erin) y Justin Long (Garrett), Amor a distancia (2010) permite que nos dejemos llevar por su romance. Uno en Nueva York, la otra en San Francisco, en este filme, las tecnologías, llámese Skype, llámese redes sociales, son el cupido de la relación.

Erin realiza sus prácticas en uno de los periódicos más reconocidos de Nueva York y una noche decide ir a un bar a embriagarse. Ese mismo día, a Garrett lo abandona su novia, por lo que sus amigos lo conducen al mismo lugar para que olvide sus penas. Sin esperar nada, éstos dos se conocen, se toman unos tragos y terminan desayunando juntos. La realidad es que Erin tiene que regresar a la bahía de California en seis semanas y una relación en términos serios no es buena idea… por el momento. Aún conociendo las circunstancias, ambos deciden aventurarse hasta que llegue la despedida.

Con diálogos modestos, torpes y reales, la pareja se acerca a las verdaderas experiencias de una relación, y a unas cuantas semanas de conocerse, su evidente conexión comprueba que son el uno para el otro.

Involucrados en medios que luchan por sobrevivir en la posmodernidad (la industria discográfica y la prensa escrita) y hambrientos por mantenerse en el camino de las corporaciones afectadas por las nuevas tecnologías, las respuestas desalentadoras que reciben no necesariamente les facilita su compromiso hacia empleos que eventualmente desaparecerán. Garrett distribuye música de bandas comerciales similares a los Jonas Brothers, cuando preferiría hacerlo con bandas de rock & roll, y Erin publica historias de índole periodístico en una empresa que día a día pierde poder. El disgusto hacia sus vidas profesionales va en aumento.

El momento llega y Erin tiene que volar a casa. Sin empeñarse, inicialmente, a que su romance perdure, justo en el aeropuerto, se dan cuenta que están locos el uno por el otro y que están dispuestos a que su novela de amor continúe a larga distancia.

Reunidos anteriormente en He's Just Not That Into You (2009), y ex-novios en la vida real, la compatibilidad entre Barrymore y Long ⎯a pesar de estar separados físicamente⎯ es indiscutible, ya sea hablando por Skype o teniendo fallidos encuentro sexuales por teléfono.

Long es como el adorable ñoño del que te puedes enamorar si eres fan de Tom Cruise ⎯al igual que él⎯, y además no se puede dudar que si tu contexto involucra un posible secuestro por demonios, éste se esforzará inocentemente para protegerte (véase Drag me to Hell, 2009). Y qué decir de la goofy Barrymore que siempre se encarga de hacerte reír, simplemente porque no pretende algo más (véase Never Been Kissed, 1999).

Ganadora a Mejor Directora en el Festival de Sundance por el documental American Teen (2009), en esta ocasión, Nanette Burstein decidió no arriesgarse y llevar a la pantalla el predecible guión de Geoff LaTulippe, estelarizado por una pareja que evidentemente tiene química y rodeada de divertidos personajes: como la hermana sobreprotectora de Erin, personificada por Christina Applegate, y los amigos de Garrett interpretados por el-no-cierro-la-puerta-cuando-hago-popo Charlie Day y el uso-bigote-para-atraer-a-señoras Jason Sudeikis.

Este chick flick reúne todos los elementos: no te exige pensar, te regala algunas carcajadas e incluso te provoca llorar. ¿Y qué si te sientes atraído por este género? Si un gordo irlandés como Peter Griffin de Family Guy lo hace, cualquiera puede disfrutarlo.