Reseña, crítica Anomalisa - ENFILME.COM
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FICHA TÉCNICA
Anomalisa
Anomalisa
 
Estados Unidos
2015
 
Director:
Duke Johnson, Charlie Kaufman
 
Con:
(Voces) David Thewlis, Jennifer Jason Leigh, Tom Noonan
 
Guión:
Charlie Kaufman
 
Fotografía:
Joe Passarelli
 
Edición:
Garret Elkins
 
Música
Carter Burwell
 
Duración:
90 min.
 

 
Anomalisa
Publicado el 05 - Feb - 2016
 
 
  • Charlie Kaufman opta por alejarse de su habitual complejidad en la escritura a favor de una trama lineal para, mediante un uso consciente de la animación stop motion, confeccionar un sólido relato sobre cómo el individuo puede hundirse en una profunda soledad al atravesar una crisis existencial.  - ENFILME.COM
  • Charlie Kaufman opta por alejarse de su habitual complejidad en la escritura a favor de una trama lineal para, mediante un uso consciente de la animación stop motion, confeccionar un sólido relato sobre cómo el individuo puede hundirse en una profunda soledad al atravesar una crisis existencial.  - ENFILME.COM
  • Charlie Kaufman opta por alejarse de su habitual complejidad en la escritura a favor de una trama lineal para, mediante un uso consciente de la animación stop motion, confeccionar un sólido relato sobre cómo el individuo puede hundirse en una profunda soledad al atravesar una crisis existencial.  - ENFILME.COM
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  • Charlie Kaufman opta por alejarse de su habitual complejidad en la escritura a favor de una trama lineal para, mediante un uso consciente de la animación stop motion, confeccionar un sólido relato sobre cómo el individuo puede hundirse en una profunda soledad al atravesar una crisis existencial.  - ENFILME.COM
  • Charlie Kaufman opta por alejarse de su habitual complejidad en la escritura a favor de una trama lineal para, mediante un uso consciente de la animación stop motion, confeccionar un sólido relato sobre cómo el individuo puede hundirse en una profunda soledad al atravesar una crisis existencial.  - ENFILME.COM
 
por Luis Fernando Galván

Desde los primeros días de Hollywood, los cineastas que han querido tener el máximo control de su trabajo, y el reconocimiento por ello, han sido directores y guionistas de sus obras. Aunque han existido notables escritores –que nunca han dirigido– dentro de la industria, rara vez (o casi nunca) se han elevado al nivel de reconocimiento que recibe un director. Incluso, los escritores mejor pagados en Hollywood, a menudo, son tratados más como técnicos cualificados, cuya labor es pulir un guión o adaptar una obra literaria, que como artistas auténticos e independientes. En este panorama, la presencia de Charlie Kaufman representa un fenómeno peculiar y, quizá, sin precedentes. Antes de su debut como director con Synecdoche, New York (2008), sus guiones, entre los que se encuentran Being John Malkovich  (1999), Adaptation (2002), Confessions of a Dangerous Mind (2002) y Eternal Sunshine of the Spotless Mind (2004), tenían su sello personal volviéndose muy común hablar de “una película de Charlie Kaufman” de la manera autoral que generalmente está reservada sólo para los directores.

Farsas surrealistas, romances plagados de secuencias de fantasía, enigmas filosóficos, límites entre lo real y lo imaginario, réplica y repetición, metarreflexiones sobre la naturaleza del cine y comentarios sobre el proceso de creación artística son algunas de la temáticas presentes en los guiones de Kaufman (obras que no se inscriben en las convenciones narrativas de Hollywood) para establecer una provocación relevante respecto a lo que significa ser un artista, lo que el arte puede comunicar y sobre cómo el mundo percibe esas elaboraciones artísticas. Kaufman se esfuerza por presentar un arte auténtico, honesto y original que no quiere ser capturado dentro de un estilo específico y que lucha por mostrar cómo el arte cinematográfico influye o afecta nuestras perspectivas de la vida real. Mediante la puesta en escena de eventos y personajes ficticios, Kaufman nos muestra una posible realidad que puede manifestarse en cualquier momento de nuestra vida diaria.

Dada la propensión de Kaufman a elaborar trabajos densos e intrincados que propician el surgimiento de subtextos alrededor del texto central, sus películas motivan y alientan al espectador a inmiscuirse en una disección intelectual de su obra. Sin embargo, en Anomalisa (2015), su más reciente filme codirigido con Duke Johnson (Mary Shelley's Frankenhole, 2012), Kaufman opta por alejarse de su habitual complejidad en la escritura a favor de una trama lineal para, mediante un uso consciente de la animación stop motion, confeccionar un sólido relato sobre cómo el individuo puede hundirse en una profunda soledad al atravesar una crisis existencial. Los directores son capaces de raptar a la audiencia desde el primer momento del filme cuando la pantalla aparece en completa oscuridad y sólo escuchamos una serie de voces, rumores y múltiples pronunciaciones sugiriendo la presencia de entes neuróticos que nos advierten que pronto entraremos a otra dimensión–.

Michael Stone (voz de David Thewlis) es un exitoso orador motivacional que viaja por Estados Unidos cambiando la vida de muchas personas. Sin embargo, cada vez su existencia se vuelve más aburrida, monótona y solitaria, introduciéndose en una espiral del sinsentido y en un estado permanente de depresión. Todas las demás personas le resultan idénticas entre ellas mismas; esta premisa le permite a Kaufman centrarse en el pequeño momento de un hombre imperfecto que atraviesa una crisis existencial para amplificar la experiencia humana del sentido de la vida desde el interior de su personaje. El hotel Fregoli (ubicado en algún lugar de Cincinnati, y cuyo nombre hace alusión a un desorden psiquiátrico llamado Síndrome de Frégoli –que consiste en visualizar a la misma persona una y otra vez–) se convierte en una especie de parada existencial y emocional para este deprimido orador motivacional. Al igual que con Lost In Translation (Sofia Coppola, 2003) y Barton Fink (Joel e Ethan Coen, 1991) un hotel (con su atractivo minibar, su reducido elevador, su frustrante llave electrónica y un sinfín de tranquilizadoras variaciones de marrones y beiges que decoran habitaciones y pasillos), se convierte en una especie de limbo, en un espacio de transición donde los misterios de la vida se desentrañan, justo cuando él conoce a Lisa (voz de Jennifer Jason Leigh) una joven insegura y tímida, cuya voz le resulta una anomalía que lo hace sentirse vivo y entusiasmado. Para Michael Stone, Lisa es única, a diferencia de cualquier otra persona en su mundo. Le encanta el sonido de su voz y es completamente indiferente respecto a sus “defectos” -ella piensa que tiene sobrepeso, es tímida en la práctica del sexo oral y tiene una cicatriz en el rostro que constantemente cubre con su cabello–. Él está tan enamorado de su voz que está en éxtasis con los ojos llorosos mientras ella canta su tema preferido de Cyndi Lauper: Girls Just Want To Have Fun. Él quiere huir con ella, pero ¿es posible tanta felicidad?

El agudo sentido del humor de Kaufman y Johnson es una herramienta importante en el desarrollo del relato que se refleja en el convincente encanto con el que Michael afronta sus confusiones y complicaciones propiciando una fuerte e íntima conexión con el espectador. Michael y Lisa están atrapados en las garras de sus propios problemas de identidad. El primero carga con el enorme fastidio y aburrimiento que siente por la vida; físicamente lo vemos con sus hombros caídos y con la cabeza pesada,  él se siente acorralado en la monotonía, y no tiene la menor idea de cuál es la clave de su posible huida. La segunda –que ha recorrido un largo camino para escuchar a Michael en la conferencia que impartirá en Cincinnati– ha crecido deprimida al sentirse un ser feo, extraño y poco agradable. La idea de “ser normal” representa una de las mayores luchas que enfrenta el ser humano respecto a la identidad. Y en este sentido, los personajes se están utilizando unos a otros; la presencia del otro pone un fin momentáneo a la crisis de identidad que cada uno padece.

La cruel sinceridad con la que es manejada la relación de Michael y Lisa sólo hace que su viaje hacia el desenlace sea más desolador. Michael se caracteriza por su frío individualismo y su obsesivo descontento; él es un egoísta que sólo busca succionar el afecto de los demás sin comprometerse a dar lo mismo. Lisa es una creación maravillosa; una mujer que hace notar constantemente su baja autoestima, a pesar de su peculiar belleza que no responde a los cánones artificiales de la época contemporánea, sino a su modestia, honestidad y dulzura con la que percibe y se vincula con el mundo. La conexión de ambos resulta hermosa y fascinante, pero también es perfectamente fundamentada en la realidad y no en los clichés que idealizan el amor.  Lo que está en juego entre ellos, sus emociones y su relación orgánica se perciben verosímiles y sinceras. El inicio de su historia de atracción se representa de manera delicada y conmovedora; hay ternura en cada una de sus acciones, así como la torpeza en movimientos introvertidos y retraídos de aquellos que, avergonzados de sus cuerpos, tienen relaciones sexuales juntos por primera vez.

Por supuesto, para Kaufman, la película también representa un salto hacia un nuevo soporte en su trayectoria cinematográfica: la animación en stop motion. Ésta, como forma de presentar el relato, es el eje del efecto que produce el filme en la audiencia –parecido a los títeres de Abelardo y Eloísa de Being John Malkovich–. En general, las marionetas son deslumbrantes porque, como objetos que son, resultan mágicos e inquietantes al tener la capacidad de comportarse como personas reales tendiendo a exagerar lo mundano y convirtiéndolo en una especie de ritual al interior de un espacio escénico. Y particularmente en Anomalisa, estas marionetas logran un naturalismo desconcertante al mostrar, sin pudor, el sobrepeso de los cuerpos y los genitales de los protagonistas. Kaufman y Jonhson elaboran una de las escenas de sexo más creíbles y humanas que hemos visto en la pantalla en los últimos años (irónico al tratarse de marionetas quienes ejecutan este trabajo) al no intentar maquillar las imperfecciones de los cuerpos, y buscando dignificar las bellas formas “defectuosas” del ser humano.

Estilísticamente, la técnica de animación elegida por los directores acentúa el aislamiento de Michael y Lisa en este mundo. Todos los demás personajes que vemos tienen la misma cara (con ligeras variaciones en cuanto al tamaño, el color, el cabello) y poseen la misma voz de Tom Noonan (quien ejecuta diferentes inflexiones y tonos para, al menos, parcialmente individualizar cada persona). Ellos conforman una multitud de réplicas y copias: mujeres, hombres, ancianos y niños comparten un rostro que se asemeja a una máscara con líneas trazadas perfectamente que parece adherirse a la piel. En Duke Johnson, Kaufman  ha encontrado al colaborador y cómplice capaz de traducir su universo en algo parecido a la realidad. Al ser una técnica artesanal (que implica la mano de obra para producir objetos animados descartando el uso de cualquier tecnología digital) hay una serie de imperfecciones en el stop motion; la belleza de la imperfección se percibe en la voluntad de explotar el potencial expresivo, técnico y artístico mediante los pequeños gestos de los personajes, cambios de postura, sutiles ademanes, primeros planos, movimientos de cámara que son meticulosamente reproducidos.

En Michael –el gurú del servicio al cliente que propugna la virtud de que cada cliente es un individuo único, a pesar de que todos tienen la misma apariencia– hay un breve y mordaz comentario sobre la hipocresía de los enormes corporativos que ven a sus empleados y clientes como cifras y no como seres individuales con necesidades específicas. Pero Kaufman está más preocupado por enfatizar la soledad del ser humano, la incapacidad de relacionarse con los otros y la fugacidad de las relaciones interpersonales.

Con un cuestionamiento que vibrará en la cabeza del espectador una vez terminada la proyección –¿Qué es ser humano?–, Anomalisa es una película honesta, melancólica y con profunda resonancia que elogia la diversidad. Su visión única y energía constante ayudan a cambiar la manera de percibir nuestro mundo porque se trata de un reflejo de nosotros nadando en esa compleja alberca de la realidad. Los personajes de Kaufman son guiados por ciertos deseos, y él evidencia cómo lo que desean no es alcanzado. Esto hace que el papel del arte sea relevante al mostrarnos cómo chocan nuestras construcciones discursivas con las diferentes realidades. La concepción del “yo”, como una construcción, ya sea fragmentada o múltiple, es una idea tratada por la gran mayoría de los filósofos posmodernos. Y en este filme, Kaufman indaga minuciosamente las complejidades del  individuo posmoderno, aquel (todos nosotros) que tiene que encontrar la manera de navegar entre las diferentes realidades y ser capaz de crear una identidad que pueda adaptarse a todos los mundos que habita en su día a día.

 

 
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