Reseña, crítica Caballo dinero - ENFILME.COM
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FICHA TÉCNICA
Cavalo dinheiro
Caballo dinero
 
Portugal
2014
 
Director:
Pedro Costa
 
Con:
Ventura, Vitalina Varela, Antonio Santos, Tito Furtado
 
Guión:
Pedro Costa
 
Fotografía:
Leonardo Simões
 
Edición:
Pedro Costa Duración:
103 min.
 

 
Caballo dinero
Publicado el 10 - Dic - 2015
 
 

  • Reseña: A partir de la trilogía de Fontainhas ?Ossos (1997), No quarto da Vanda (2000) y Juventude em marcha (2006)? el realizador portugués, Pedro Costa, conforma un macrotexto sobre las andanzas existenciales de migrantes empobrecidos que se expande con Caballo dinero (Cavalo dinheiro, 2014), un filme que abre con una serie de fotografías del fotoperiodista danés, Jacob Riis ?sobre las comunidades pobres y migrantes de Estados Unidos a principios del siglo XX? para plantear una poderosa denuncia de la injusticia racial y social en Portugal y en la Europa moderna.  - ENFILME.COM
 
por Luis Fernando Galván

Ve aquí nuestra Entrevista con Pedro Costa (Caballo dinero)

El realizador portugués, Pedro Costa, ha explorado con frecuencia la decadente zona de Fontainhas, un barrio portugués situado sobre el río Duero en un inestable escarpe, cuyas viviendas fueron construidas entre los años cincuenta y sesenta por migrantes africanos, la mayoría de ellos procedentes de Cabo Verde. A finales del siglo XX, se produjo un desprendimiento y muchas de las viviendas y chabolas se derrumbaron dejando a más de 60 familias sin techo; muchos fueron desalojados y la miseria permaneció anclada en las peligrosas laderas de Fontainhas. Este escenario ha sido la principal preocupación del cineasta nacido en Lisboa, que a lo largo de su trayectoria ha configurado un auténtico cine sobre ‘el otro cultural’ –concepto definido por la teórica Catherine Russell como “aquel al que no queremos ver, pero que se encuentra siempre dentro de nosotros mismos, de nuestra familia, de nuestra comunidad o de nuestra nación”– para adentrarse a una realidad desgarradora y darle visibilidad y voz a los marginados que habitan espacios desolados, afligidos y arruinados.

A partir de la trilogía de Fontainhas –Ossos (1997), No quarto da Vanda (2000) y Juventude em marcha (2006)– Costa conforma un macrotexto sobre las andanzas existenciales de migrantes empobrecidos que se expande con Caballo dinero (Cavalo dinheiro, 2014), un filme que abre con una serie de fotografías del fotoperiodista danés, Jacob Riis –sobre las comunidades pobres y migrantes de Estados Unidos a principios del siglo XX– para plantear una poderosa denuncia de la injusticia racial y social en Portugal y en la Europa moderna.

Sin adoptar una postura colonialista y adecuándose al principio heiddegeriano de “habitar el espacio mediante la construcción”, Costa capta y comprende el barrio de Fontainhas desde el interior colocando su cámara a la altura de los rostros de los personajes para retratar a los marginados en un acto de respeto que les pide mantener su carácter y su forma de ser. En este sentido, el migrante caboverdiano, Ventura, se interpreta a sí mismo en Caballo dinero; el hombre padece una enfermedad nerviosa que le produce un permanente temblor en las manos y complicaciones para respirar. Él cruza una puerta subterránea de un estrecho y obscuro corredor que pertenece a un espacio tortuoso y laberíntico, casi fantasmal, de lo que alguna vez fue un hospital. El hombre atraviesa las puertas y deambula por pasillos estrechos y las ruinas de una fábrica en la que alguna vez trabajó. No vemos los rostros de los médicos que lo acompañan, pero sí los de las personas que lo visitan, sus antiguos compañeros obreros que son percibidos como fantasmas de un pasado lejano, pero que en la mente de Ventura siguen estando vivos en tiempo presente. Una de esas personas que entra al hospital es Vitalina (Vitalina Varela), otra migrante que ha llegado a Lisboa demasiado tarde para el funeral de su marido; ella reflexiona en torno al proceso de vida y muerte mientras lee su acta de nacimiento y vemos cómo surgen honestas lágrimas que serpentean encima de sus mejillas; el papel es atesorado con delicadeza y furia por las manos de la mujer, quizá para representar la importancia que tienen los documentos  en la vida de los migrantes que aspiran a permanecer en otro país que los trata como ajenos.

Ventura asegura que tiene 19 años, y que vive en el 11 de marzo de 1975; su cuerpo habita el presente, pero su mente está acorralada en el pasado, en una fecha importante de la historia de Portugal. Aquel día, el general António de Spínola encabezó un intento de golpe de Estado que terminó fracasando y fortaleciendo a la oposición dejando inconclusos los sueños de construcción que buscaba la Revolución de los Claveles (abril de 1974) olvidando a todos aquellos migrantes que buscaban nuevas oportunidades. La decadencia del cuerpo se debe el resultado de las promesas incumplidas de aquella revolución, pero también es el resultado de llevar toda una vida de pobreza extrema sometiendo el cuerpo a extenuantes jornadas laborales. 

Todos los espacios recorridos por Ventura parecen ser las zonas ocultas y reprimidas de su mente. En una de las mejores secuencias de la película, Ventura comparte el reducido espacio de un elevador con la “estatua viviente” de un soldado metálico; este es el momento de la verdad que se remonta al origen de su trauma, a la fuente de sus miedos, a la angustiante tortura provocada por los sucesos históricos enmarcada por la perturbadora pieza musical “Aparición de la Iglesia eterna” de Olivier Messiaen que le provoca un elegante terror psicológico que se alimenta de sentimientos tan profundos como la culpa y la impotencia para inmortalizar los recuerdos inconexos y sueltos que están flotando en el tiempo pasado, y que Ventura aspira a materializar en el presente.

Caballo dinero es un nuevo pináculo en el arte de Pedro Costa evidenciando el rigor formal con el que construye cada plano. El ritmo se desarrolla muy lentamente, deteniéndose para enmarcar a los personajes ya sea en planos generales (para mostrar la relación sujeto-espacio) o en close-ups (para evidenciar las miradas vacías, así como el dolor y el miedo de los rostros). La ausencia de movimiento en la cámara, le permite mantener encuadres estables para acentuar los valores formales y compositivos del plano y resaltar las cualidades del espacio, que incluyen la luz, el color, las texturas y los sonidos. Muchas veces, las composiciones preceden a la acción; los planos comienzan poco antes de que alguno de los personajes aparezca a cuadro, y de la misma manera, una vez que la figura humana sale del plano, Costa mantiene la cámara quieta que sigue filmando para acentuar la materialidad de la imagen y del espacio; los cortes, entonces, no sólo suponen un cambio en el tipo de plano, sino también en el espacio retratado. En Caballo dinero, la revalorización estética de un lugar sórdido y oscuro no consiste en estilizar la miseria, sino en recuperar el potencial artístico de un espacio y en el rescate de las capacidades de los individuos que lo habitan. Costa y el cinefotógrafo portugués, Leonardo Simões (Juventude Em Marcha, 2006), han creado una película de atrayente esplendor visual utilizando el formato clásico de 4:3 y sacándole provecho a la arquitectura como guía para enmarcar los personajes evocando los intensos claroscuros y juegos de luces y sombras de la pintura de Georges de la Tour y Caravaggio.

El filme arroja al espectador a los escombros del Portugal poscolonial para explorar los oscuros recovecos de un entorno físico abandonado y de un espacio mental desolado y perturbado; una atmósfera elocuente, mítica, silenciosa y sombría donde la memoria, los deseos, los traumas y la supervivencia se conjugan en una tierra de nadie, en un espacio espectral que incluye pasado y presente y que busca exorcizar los demonios de un senil y maltratado obrero. Caballo dinero demuestra que aún existe un arte verdaderamente comprometido con el deseo y la oportunidad de resucitar  una comunidad olvidada, a través de una verdadera comprensión de la condición humana.

 
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