Por Luis Fernando Galván (@luisfer_crimi)
En abril de 2009, el buque Maersk Alabama, –que contaba con una tripulación de 20 hombres y una carga aproximada de 17 toneladas–, comandado por el capitán Richard Phillips, sufrió el ataque de un cuarteto de piratas somalíes a 240 millas náuticas (444 km de distancia) de la ciudad portuaria Eyl en Somalia. A partir de este suceso, Phillips –con la ayuda de Stephan Talty– escribió sus memorias en A Captain's Duty: Somali Pirates, Navy SEALs, and Dangerous Days at Sea. El libro, publicado en 2010, le sirvió como base a Billy Ray (Shattered Glass, 2003; Breach, 2007) para escribir el guión de Captain Phillips (2013), el más reciente filme del británico Paul Greengrass (The Bourne Supremacy, 2004).
El director de los filmes The Theory of Flight (1998) y Bloody Sunday (2002) muestra en la secuencia inicial el ritual matutino de una familia estable instalada en Vermont: el capitán Richard Phillips (Tom Hanks) es un padre de familia que termina de acomodar sus maletas y revisa, nuevamente, el itinerario de su viaje. Se dirige, en compañía de su esposa Andrea (Catherine Keener) al aeropuerto. En el trayecto hablan sobre su hijo y la importancia de dedicarle tiempo y esfuerzo a la escuela y al trabajo desde jóvenes para aspirar a las oportunidades que le permitirán un futuro estable como adulto. Greengrass muestra, al interior del automóvil, primeros planos de distintas partes de los cuerpos de ambos. Los ojos de Hanks miran a su esposa, pero sigue atento al volante y a la carretera; las manos de Andrea acarician el cuello de su esposo, y todo ello termina fundiéndose en un cordial abrazo y en un breve, pero sincero, beso de despedida. Opuesto a ello, el realizador presenta en planos abiertos el terreno desértico de un mísero poblado de Somalia: una zona pobre, árida y repleta de llanuras. En enormes camionetas desciende un grupo de criminales con metralletas en mano y hacen un llamado en búsqueda de nuevos adeptos que deseen secuestrar barcos que transitan en el océano Índico con el objetivo de obtener dinero. Tanto adultos como jóvenes y niños están dispuestos a formar parte de la banda de mercenarios, pues la piratería, aunque sea un crimen, les otorga un poder y estatus que jamás conseguirán dedicándose a otras actividades, como la pesca por ejemplo.
Antes del enfrentamiento, Greengrass introduce al espectador a cada uno de los mundos que chocarán en el episodio central del filme. Mientras Phillips organiza, estudia y verifica el itinerario, los piratas con su peculiar espíritu temerario y anárquico se sumergen en el caos total –evidencia de una comunidad desorganizada que no tiene tiempo para planificar el futuro y que tiene que conformarse con vivir al día–. Ambas secuencias poseen la inestabilidad característica al momento de filmar con cámara en mano. Se trata de un preámbulo del escenario que a continuación se presenta: el constante ir y venir del versátil y voluble movimiento marítimo.
Una vez que ha llegado al puerto de Salalah en Omán –sitio de salida del Maersk Alabama– Phillips verifica que todo el cargamento comercial esté en orden (200 toneladas de ayuda alimenticia) y estudia el trayecto planeado: un recorrido hacia el sur que atraviesa el Cuerno de África hasta llegar a Mombasa en Kenia. Con todo el personal a bordo, la embarcación comienza su recorrido. Phillips, conocedor de los peligros que implica cruzar esa zona debido a la constante presencia e intervención de los piratas somalíes, sabe que existe la posibilidad de ser atacados por mercenarios que infestan esas aguas, así que decide llamar a sus colaboradores para realizar pruebas de seguridad. En pleno ensayo, esa pequeña probabilidad se convierte en realidad; el peligro se avecina y, en breve, Phillips ve cómo, de ser un simple punto lejano en el radar, los piratas se aproximan rápidamente. Las únicas "armas" en la embarcación son mangueras de alta presión y una pistola de bengalas. La ayuda militar está a horas de distancia, por lo que la captura del buque es inminente; Phillips se da cuenta que sólo es cuestión de tiempo para que el enemigo tome el control.
“Capitán, relájese. No somos Al-Qaeda, nadie saldrá lastimado, sólo estamos aquí por negocios”, exclama Muse (Barkhad Abdi), el líder de los piratas, cuyo rostro extremadamente largo y delgado lo asemeja a un esqueleto viviente, pero que posee una especie de carisma que sólo genera incertidumbre en sus compañeros, en el personal de la embarcación y en la audiencia. La actitud mesurada y tramposa de Phillips –que busca ganar tiempo para que los tripulantes puedan esconderse– provoca una violenta reacción de los piratas. Muse, impaciente, se declara el jefe del barco: “Yo soy el capitán ahora”. Dos capitanes a bordo del Maersk Alabama es una inevitable señal de la lucha del poder entre estos hombres que se convierten en una especie de sinécdoque de un tema más amplio: el choque entre culturas. Ambos son sólo peones de un tablero mucho más grande sobre el cual ellos no tienen ningún control. Y precisamente ahí radica una de las aportaciones del guionista Billy Ray y del director Greengrass; dan un paso adelante al mostrar “el otro mundo” más allá de la simple adaptación del libro A Captain's Duty. Introducen el tema de la pobreza en Somalia; la fusión del cinismo y la desesperación de los habitantes que, viviendo constantes conflictos sociales y sumidos en un estado fallido, ven en la figura del pirata la oportunidad de aspirar a una vida mejor. Los grandes discursos que se desprenden del filme refieren a los efectos negativos de la globalización, evidenciando que, aunque exista un amplio desarrollo en los ámbitos económico y tecnológico, sus efectos no permean la totalidad del planeta. Desempleo, carencia hospitalaria, problemas de salud pública, pobreza, hambre y marginación son las hostilidades que padecen los pueblos marginados, aquellos que ni siquiera están en vías de desarrollo. La ironía radica en cómo aquel que acude a ayudar al débil es atacado por el pobre, sin embargo éste se ha sumido en la miseria, muchas veces, a costa del que se promueve como humanitario.
Greengrass, que cuenta con una amplia experiencia en reconstruir sucesos de la historia mundial reciente –las protestas en Irlanda del Norte exterminadas por las tropas británicas en 1972 (Bloody Sunday, 2002), el avión que se estrelló en Pennsylvania el 9/11 (United 93, 2006), el ejército norteamericano en búsqueda de las armas de destrucción masiva durante la ocupación de Bagdad en 2003 (Green Zone, 2010)– muestra su habilidad para filmar largas secuencias utilizando de dos a tres cámaras en mano. Este recurso dota de credibilidad los sucesos retratados; en búsqueda de autenticidad, el director trasladó la producción a Malta para filmar directamente en la Maersk Alexander, –buque gemelo del Alabama–, así como también se movió a Norfolk, Virginia, para tener acceso a los barcos apropiados de la Armada de Estados Unidos y filmar las secuencias donde el ejército monitorea y planifica el rescate del buque. El director de fotografía, Barry Ackroyd (The Wind That Shakes The Barely, 2006; The Hurt Locker, 2008) capturó vívidas imágenes en espacios extremadamente reducidos de la nave; las escenas al interior de los botes salvavidas y las persecuciones marítimas durante la noche crean una atmósfera de tensión constante acorde a la inestabilidad del oleaje. A diferencia del filme danés A Hijacking (Kapringen, 2012) de Tobias Lindholm –que relata el secuestro del buque MV Rozen, efectuado también por piratas somalíes– donde se muestra el drama psicológico entre el ejecutivo de la compañía naviera y los saqueadores, Greengrass logra un intenso thriller marítimo que arroja al espectador a la vastedad de las aguas con un final devastador en el que la actuación de Tom Hanks desmantela las nociones de Hollywood sobre la figura del héroe masculino.