Por Jaqueline Avila (@franzkie_)
La película de DreamWorks más exitosa hasta el momento, How To Train Your Dragon (2010), codirigida por Dean DeBlois y Chris Sanders, relató cómo Hiccup, un aventurado pero también torpe vikingo de tan solo 14 años, cambió el status quo de su aldea para siempre, cómo ganó el amor de Astrid, la chica de sus sueños, la aprobación de su autoritario padre, el respeto de su pueblo y, claro, la lealtad de su mejor amigo y dragón, Chimuelo, al convertirse en el Fundador y Jefe Instructor de la Academia de Dragones de Berk. ¿Qué seguiría para el entrañable héroe? How To Train Your Dragon 2 (Cómo entrenar a tu dragón 2), dirigida en solitario por DeBlois –quien también es guionista de la cinta– avanza hacia adelante en el tiempo y hacia el exterior, con una historia de horizontes físicos –más allá de las fronteras de Berk– y narrativos ligeramente más amplios, aderezados con nuevos y más grandes dragones.
La secuela de la cinta de animación 3D, basada libremente en la serie de libros homónimos de la autora británica, Cressida Cowell, nos muestra a un Hiccup que no disfruta de sus glorias tempranas; él es ya un joven –hecho acentuado en el evidente cambio en los rasgos de su rostro- en constante exploración, invención y aprendizaje, que resultan en la confección de trajes inspirados en la corporeidad natural de los dragones y en múltiples vuelos por los cielos que reafirman la confianza de Chimuelo, que ahora es un dragón que busca ser cada vez más valiente, acaso como Hiccup.
Sin embargo, la inminente idea que su padre, Estoico, tiene en mente para su futuro: nombrarlo su sucesor como jefe absoluto de Berk; frena sus aspiraciones por mejorar y encontrarse a sí mismo. Hiccup no está seguro de poder ser nombrado jefe e incluso duda qué es lo que lo hacer ser él mismo, en qué es “bueno”, aunque esté claro que se puede asumir como un pionero, inventor y entrenador innato de dragones. Dejando de lado las tribulaciones sobre sí mismo, Hiccup es audaz –e incluso imprudente– por lo que parece, a cinco años de distancia, sumergido en disyuntivas similares a las de la primera entrega de la cinta –desarrolladas en un poco más del primer cuarto del filme–, derivadas de la relación con su padre. De hecho, ninguno de los personajes en la segunda parte de Cómo entrenar a tu dragón parece cambiar o madurar de forma sustancial; su temperamento, al igual que los lazos que han creador con quienes los rodean, permanecen estáticos, no así las situaciones que deben vivir. Es muy distinto a lo que sucede en Toy Story (1995) y sus secuelas, por dar un ejemplo.
Spoiler Alert
En Cómo entrenar a tu dragón 2 el desarrollo emocional se debe a la introducción de un nuevo personaje crucial para la vida de Hiccup: su madre. En segunda instancia, a la desaparición de uno más, a través de la muerte de su padre, Estoico.
Si la madre de Hiccup está todavía viva, debe existir una buena razón por la que no ha figurado durante todo este tiempo, ¿no? Quizá esta pregunta surja en más de uno; pero no hay respuesta satisfactoria. Valka fue raptada por los dragones cuando Hiccup era sólo un bebé por lo que terminó convirtiéndose en una especie de matriarca de un santuario donde los dragones viven bajo su cuidado y protección. Así, Valka abandonó a su marido y su hijo, y nunca volvió ... ¿por qué? Porque pensó que Estoico nunca cambiaría; es decir, que nunca renunciaría a seguir en guerra contra los dragones. Una vez que se ha insertado este conflicto, DeBlois no lo resuelve. Ni marido, ni hijo necesitan tomarse un tiempo para asimilar la larga ausencia voluntaria de Valka, para pensar, por ejemplo, en el impacto de la pausa de dos décadas en su vida familiar o, simplemente, para analizar cómo se sienten ante esta situación. Aunque el reencuentro de Estoico y Valka, con baile y canción incluido, es sin duda un pasaje conmovedor del amor conyugal.
Hiccup se encuentra de esta forma en un contexto donde la ansiedad por aprender todo sobre su madre lo carcome; mientras que Estoico ve en su esposa al fantasma de quien regresa de entre los muertos.
En una película psicológicamente más empática con sus propios personajes y por lo que ellos atraviesan, quizás Hiccup podría haber perdido su confianza y valor por un tiempo. En vez de aceptar a su madre de regreso sin tener de inmediato una reacción contundente. Quizás Valka o Astrid, su pareja, tratarían de ayudarlo a recobrar el camino, hecho que hubiera dado a las mujeres algo más que hacer. Resulta decepcionantemente que, aunque Valka sea retratada como una hábil entrenadora de dragones, su rol activo en la trama se diluya tan pronto como Estoico vuelve a su lado, quien, incluso, le salva la vida, volviéndola débil y pasiva de un segundo al otro. La secuela de Cómo entrenar tu dragón no logra superar la cuota de género que se propone, ni satisfacer sus deseos de parecer incluyente. Ya en la primera parte lo había intentado con el entrenador Gobber, quien era reducido a un “bufón” que con su humor respecto del matrimonio y las relaciones amorosas, sugería -veladamente- su preferencia sexual.
La contraparte malévola en el relato se personifica en un hombre con rastas y la piel visiblemente más oscura -¡¿estereotipos?!–, llamado Drago. Drago es la antítesis de Valka. Es él un amo cruel de dragones, que los esclaviza antes de cuidarlos, todo bajo la premisa de “proteger a la humanidad” de su mayor enemigo: las bestias con alas que escupen fuego; aunque es claro que su obsesión por domar dragones responde a su egoísta sed de poder.
Drago cumple una función similar a la de la Reina Dragón en la cinta anterior. Es el punto central sobre el que recae todo el peso del mal –y al que nunca se le permite una inflexión benévola– para que el resto de los personajes destaquen por su bondad.
Un punto en el que Cómo entrenar a tu dragón 2 es íntegra, es su animación -al igual que en la entrañable y poderosa música original de la cinta, compuesta nuevamente por John Powell con una colaboración de Jón “Jónsi” Þór Birgisson guitarrista y primera voz de la banda islandesa, Sigur Rós-. Las secuencias de vuelo son tan estimulantes como en la primera parte e, incluso, mucho más elaboradas al mostrar la visión que Chimuelo tiene al suspenderse en el cielo, o en los giros que realiza, que brindan panorámicas del paisaje por el que se desplaza. Los espacios por los que se mueven son más amplios y detallados. Una inmensa cueva hecha en la cavidad de una estructura construida a base de los que parecen enormes colmillos de hielo, explota en color en su interior gracias a las diversas pieles de los centenares de dragones que la habitan y de la igualmente variada vegetación que ahí crece. La cueva es también el hogar de un asombroso dragón alfa, una especie de Dios de gélido aliento, cuya imagen recuerda a las extravagantes pero nostálgicas criaturas de las cintas de Hayao Miyazaki.
El diseño de la cinta no repara en detalles: como la pastosa textura visible en los cabellos rojos de Estoico que se mueven con el aire mientras viaja montado en su dragón, al igual que las diversas pieles y armaduras que lo atavían como vikingo. Su origen es remarcado con la ceremonia de su muerte: la cremación en el mar tiene explícitas referencias a las costumbres religiosas de los pueblos adoradores de dioses de la mitología nórdica.
Fin del spoiler
Cómo entrenar a tu dragón 2 desperdicia la oportunidad de desarrollar a sus personajes profundamente, o de intentar nuevos caminos narrativos; en su lugar, prefiere discutir acontecimientos del pasado, regresando también a temas similares, e inserta una –poco contundente– historia familiar que agrega sorpresa al relato, pero que termina por no aportar en demasía a su personaje central, Hiccup, quien descubre casi por introspección, que con el paso de los años, más que un entrenador de dragones, él es ya un hombre con “corazón de jefe y alma de dragón”.