Buscando la vida a hurtadillas
“Siempre quise ser la musa de alguien”, le comparte Dia (Pinto) a Roy (Brolin) mientras descansan en una banca ubicada en algún parque de Londres. Ella es una joven hermosa vestida de rojo a punto de casarse; él, un doctor de carrera pero novelista de profesión, harto de no poder terminar su segundo libro. Roy es marido de Sally (Watts), una rubia frustrada y esperanzada en que la próxima novela de su marido –la cual lleva escribiendo casi dos años– los salve económicamente. Y es que quien paga la renta, y la mayoría de los gastos de Sally y Roy es la madre de ésta, Helena (Jones), mujer madura abandonada recientemente por su ahora ex marido, Alfie (Hopkins). Mientras Helena encuentra consuelo en los consejos optimistas de una clarividente, Alfie lo hace a través de los apapachos de Charmaine (Punch), una pseudo actriz que hace de prostituta en sus ratos libres (siempre).
El jazz comienza a sonar y el omnipresente narrador cita una frase de Shakespeare como prólogo: “la vida misma se ve como un cuento contado por un idiota, lleno de ruido y furia, que nada significa” (Macbeth, esc. 5, 26). Estas líneas son la tesis de Conocerás al hombre de tus sueños (You Will Meet a Tall Dark Stranger, 2010), la nueva película de Woody Allen, la número cuarenta y uno, y en la que, una vez más, él es la voz omnipresente que todo lo explica y todo lo sabe: desde la música y el cine, hasta los más valiosos secretos sobre las relaciones, las mujeres, los hombres y el sexo. En otras palabras, su tema es la eterna búsqueda del hombre –y de él – por encontrarle sentido a esta desolada, triste y muy corta vida.
“Somos como hormigas corriendo”, argumentó recientemente en una entrevista para el canal TCM el director a propósito de su cumpleaños número setenta y cinco. Con esa imagen, una vez más, Woody Allen arroja a sus personajes hacia la desesperación y la angustia por encontrar la situación en la que dejan de ser inservibles e insignificantes. Lo hizo con las constantes visitas de Annie (Diane Keaton) y Alvy (interpretado por él mismo) al psicoanalista en Annie Hall (1977), con el cineasta incomprendido en Stardust Memories (1980) y, ahora, con el viejo Alfie que hace circo maroma y teatro por no envejecer.
Se trata de personitas corriendo de un lado a otro y buscando respuestas hasta que a un ser supremo se le ocurra poner su inmenso dedo encima. Esto, bajo la mirada de Allen, sucede al ritmo del sarcasmo que se burla, por ejemplo, de Roy y su intento por sacar a relucir sus cada vez más escasos talentos para la escritura. Se trata, en resumidas cuentas, de encontrarle sentido a nuestra existencia. En Conocerás al hombre de tus sueños, con un Woody Allen casi en piloto automático –y rayando un poco en el pan con lo mismo–, la solución se resume en una frase que resuelve el problema de la trascendencia alejándose de la idea del éxito y el valor del dinero: la vida vale la pena el día en que sabes que alguien te encuentra inigualable, nuevo y que te piensa. En otras palabras, sentimos que nuestra vida tiene sentido cuando nos convertimos en la musa o muso de alguien más.