Reseña, crítica Dredd - ENFILME.COM
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FICHA TÉCNICA
Dredd
Dredd
 
Reino Unido-EE.UU-India-Sudáfrica
2012
 
Director:
Pete Travis
 
Con:
Karl Urban, Olivia Thirlby, Wood Harris, Lena Headey
 
Guión:
Alex Garland
 
Fotografía:
Anthony Dod Mantle
 
Edición:
Mark Eckersley Duración:
95 min
 

 
Dredd
Publicado el 28 - Sep - 2012
 
 
Desde antes del estreno de la cinta, se dejó en claro que el guión de Alex Garland había sido fiel a la creación de Wagner, y que esta cinta haría que nos olvidáramos de la despreciada adaptación de 1995 protagonizada por Sylvester Stallone. - ENFILME.COM
 
por Enrique Sánchez

La televisión nos ha enseñado que siempre se puede identificar a un juez cuando nos encontremos a una persona que en medio del caos azote su martillo con enjundia, vistiendo toga negra, y a veces, incluso, una peluca con rizos blancos. Se trata del jocoso lado de la ley. Nada que ver con los jueces del futuro que John Wagner creó para la antología de cómics británicos 2000AD, de entre los cuales el principal es Dredd, un justiciero frío y distante que cumple con su trabajo mejor que nadie. Cuando Wagner creó al personaje, decidió que nunca mostraría su rostro –ni él ni cualquier otro artista que lo dibujara en el futuro–, debido a que la justicia debe carecer de un rostro y de un alma para ser realmente imparcial. Para bien y para mal, la nueva versión cinematográfica de Dredd dirigida por Pete Travis cumple con estos requisitos. Desde antes del estreno de la cinta, se dejó en claro que el guión de Alex Garland había sido fiel a la creación de Wagner, y que esta cinta haría que nos olvidáramos de la despreciada adaptación de 1995 protagonizada por Sylvester Stallone. Sin embargo, aunque todo esto resultó ser cierto, no sería apropiado calificar a Dredd simplemente con base en una comparación de este tipo. La película es un desfile de cadáveres voladores y asesinatos en cámara lenta que parecen coreografeados a la manera de un video de Sigur Rós; una hecatombe que alguien se tomó la molestia de adornar lo suficiente como para hacer que la repulsión y el exceso de sangre valieran la pena.

En el futuro, los habitantes del planeta se han organizado en gigantescas urbes conocidas como “megaciudades”, en donde el caos y el crimen son el pan de cada día. Al igual que en películas clásicas de ciencia ficción comoTotal Recall (1990) o RoboCop (1987), los escenarios decadentes y sobrepoblados no son sino un incómodo reflejo de nuestro presente, colocados frente a nuestros ojos casi con cinismo. En el corazón de estas ciudades violentas se encuentra un pequeño grupo de justicieros con el cargo de jueces, los únicos que se atreven a imponer la ley. Poco se explica sobre ellos, pero basta con saber que Dredd es el más eficiente. Tampoco hay que esperar un análisis profundo de la mente de este personaje, o siquiera un atisbo de su pasado o familia. El trabajo de Dredd es hacer justicia, no lograr la superación personal. El actor que lo interpreta, Karl Urban, mencionó en una entrevista que la naturaleza de esta cinta difería en gran medida del Batman de Christopher Nolan, y que esto sería obvio desde el comienzo.

Apenas unos segundos después de que se nos ofrece una frugal introducción a este tétrico futuro, vemos una persecución por las calles de la Megaciudad Uno. La secuencia tiene como propósito presentar al protagonista como una figura que tiene permitido actuar como juez, jurado y verdugo; también aprovecha para presentarlo como un hombre que respeta la ley, pero demuestra su indiferencia hacia la humanidad. En las persecuciones clásicas del cine, los automóviles solo chocan contra puestos de frutas, carritos de supermercado y, por supuesto, otros vehículos. Aquí, sin embargo, los peatones sí son atropellados (como seguramente sucedería en la vida real), y claro, Dredd no lo percibe como una tragedia, sino como un crimen. La persecución termina en un cuarto oscuro en donde Dredd dicta la sentencia a un criminal y lo ejecuta, sin importarle demasiado la rehén que se encuentra en medio de ambos, quien al encontrarse a salvo no corre a los brazos del juez para agradecerle, sino que se mantiene temerosa en su lugar.

Pronto se une a este frío juez la novata Cassandra Anderson (Thirlby), una joven con poderes psíquicos que Dredd debe de poner a prueba para decidir si tiene lo que se necesita para ser juez. El personaje de Thirlby no funciona como un mediador entre Dredd y el público, sino todo lo contrario: su juicio moral (totalmente opuesto al del juez y más cercano al de una persona normal) pone en evidencia la aberrante conducta de Dredd, la cual, no obstante, lo ha convertido en el mejor de su tipo. En su primera misión juntos, llegan al bloque conocido como Peach Trees, en donde se ven atrapados luego de que Ma-Ma (Headey), la sádica líder del bloque, da la orden tanto a los inquilinos como a los pandilleros de que maten a los jueces. A partir de este momento comienza un juego del gato y el ratón en el que, aunque Dredd es el perseguido, no hay duda que es el gato, y aquéllos que lo intentan cazar son los ratones. Se trata de una fórmula que ha funcionado bien en el pasado –recordemos a John McClane de Duro de matar (1988) abriéndose paso a balazos y explosiones por los pisos de la torre Nakatomi para acabar con un grupo de terroristas–, pero para la mala suerte del director Pete Travis, Dredd se estrenó poco después de la exitosa cinta indonesa de Gareth EvansThe Raid (2011), que tiene un argumento muy similar. A pesar de que ambas se filmaron casi al mismo tiempo, el estreno de The Raid se adelantó varios meses a Dredd, y esto ha hecho que la comparación sea inevitable. La diferencia fundamental antre ambas cintas se encuentra en el personaje principal, a quien Karl Urban interpreta despojado de todo afán de protagonismo, representando a una idea en vez de un individuo humano. Dredd se suma a esa creciente lista de personajes de acción cuyo rostro permanece parcialmente oculto a lo largo de toda la cinta –aquí podemos incluir a V de V for Vendetta (2005) o a Bane de The Dark Knight Rises (2012)–, y quienes deben de compensar la ausencia de una expresión facial con un lenguaje corporal imponente, una voz exacerbadamente expresiva y, por supuesto, una forma entretenida de maltratar a sus enemigos.

Sobre advertencia no hay engaño: la justicia de Dredd en verdad es ciega y no tiene alma. Pero aunque esta adaptación es fiel a la creación de Wagner, se vale de muy pocos recursos del cómic que –publicado desde 1977– ha construido un universo creativo de proporciones inmensas en torno a este personaje. En la película no se ofrece un panorama de la política que gobierna en las megaciudades, ni tampoco se menciona nada sobre la prisión a donde van a dar los criminales (en una historia donde al parecer todos merecen ser ajusticiados, sería bueno conocer el castigo de aquéllos que sobreviven al juicio de Dredd). Esto es fundamental para comprender el sistema represivo bajo el cual operan los jueces. Dredd es un extremista, pero él no hace las reglas, y no hay que olvidar que detrás de él se encuentra un aparato judicial que administra la justicia. Esto podría habernos dado una película no solo entretenida, sino interesante. También es verdad, por otro lado, que la adaptación de 1995 trató de ahondar en el personaje y en su entorno, y el resultado fue contraproducente debido a que trataron de convertirlo en otro héroe apesadumbrado del montón.

Dredd es una película futurista como las que abundaban en la década de los ochenta: encabezada por un hombre rudo que en apariencia es indestructible, y plagada de criminales de los cuales solo sabemos que merecen morir, es la lucha caricaturesca del bien contra el mal en un futuro que cada vez se asemeja más a nuestro presente. Cualquier moraleja estaría de sobra –así como tachar al protagonista de inhumano–, pero eso no demerita de ninguna manera la capacidad que tiene esta cinta para entretener. Cuando la joven Anderson conoce a Dredd, lee su mente y dice en voz alta que dentro de él hay una ira controlada. La novata se dispone a seguir con su lectura mental y a descubrir lo que hay en los rincones de la mente del juez cuando, por suerte, Dredd le ordena que se detenga; simplemente habría sido un error que con este acto se despojara al inclemente juez de su inhumanidad.

 
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