Dos de las más recientes crisis financieras, las de 2011 y 2013, golpearon con especial dureza a Italia –considerada la cuarta economía de la Unión Europea– dejando al descubierto los defectos estructurales de un país en grave necesidad de una reforma que le permita escapar de las tasas negativas que lo han acechado. En este contexto –donde las tensiones internacionales intensifican la debilidad italiana marcada por una abultada deuda pública que conlleva una recuperación dolorosa y que arrastrará un lento crecimiento– se desarrolla El capital humano (Il capitale umano, 2013), filme dirigido por Paolo Virzì (Tutta la vita davanti, 2008; Tutti i santi giorni, 2012) y basado en Human Capital (2004), novela del escritor estadounidense, Stephen Amidon. El filme se enfoca en la privilegiada clase alta del norte de Italia –específicamente Lombardía (la principal zona industrial del país)– para mostrar a una nación sumida en la codicia, la hipocresía y la irresponsabilidad, características propias no solo de los burgueses y clasemedieros aspiracionales que retrata el filme, sino de la cultura materialista posmoderna en general. Este sector está dispuesto a arriesgarlo todo –incluso la estabilidad de la familia o los lazos de confianza con otros– por el creciente anhelo de poseer más bienes materiales. La riqueza es el motor del ser humano, al menos en este filme.
En la secuencia de los créditos iniciales se muestra a un miembro del personal de una cocina alistando los últimos detalles previos a la celebración de un magno evento. Durante la noche y de regreso a casa, el joven transita en bicicleta por la carretera. En una peligrosa curva, es arrollado por una camioneta. El conductor duda, se detiene por un momento, pero pronto reinicia su trayecto, negándole así la posibilidad de brindarle ayuda. El inicio es muy similar al filme de 2008 de la argentina Lucrecia Martel, La mujer sin cabeza, en la que la protagonista arrolla un bulto, no sabe si es un hombre, duda y se va, pero jamás puede superar el incidente.
La historia, entonces, retrocede seis meses y muestra las precipitadas e insensatas decisiones que ha tomado Dino (Fabrizio Bentivoglio), un agente inmobiliario clasemediero con anhelos de ascenso social. En un intento por mejorar su suerte, Dino aprovecha que su hija Serena (Matilde Gioli) visita a su novio, Massimiliano (Guglielmo Pinelli), para congraciarse con el padre del joven, un poderoso empresario y gestor de fondos llamado Giovanni Bernaschi (Fabrizio Gifuni). La amistad que surge entre ambos, responde a la mera conveniencia de aprovecharse del otro. Dino convence a Giovanni para tener la oportunidad de invertir y producir ganancias del 40%. Sin embargo, en el acuerdo, él deberá invertir todo lo que tiene y algo más, poniendo en riesgo el patrimonio y la estabilidad financiera de su familia. Mientras tanto, Carla (Valeria Bruni-Tedeschi), la esposa de Giovanni, es una mujer despreciada intelectualmente por su marido que abandonó sus sueños de convertirse en actriz de teatro a cambio del dinero y la comodidad que le ofrece ser la esposa de un tiburón de las finanzas. Aburrida de permanecer sola al interior de su mansión y a pesar de sus inseguridades, ella busca distraerse y decide emprender un caprichoso proyecto para salvar un teatro abandonado.
Spoiler alert
El accidente automovilístico inical es el elemento crucial que conecta las dinámicas de todos estos personajes. Virzì hace una maniobra inteligente y sagaz; no nos muestra al responsable de esta tragedia. El gran misterio de quién es el culpable de este suceso permite que el espectador, desde el principio, preste atención a cada uno de los personajes para reconstruir poco a poco los sucesos y descubrir al responsable. El filme está dividido en cuatro capítulos –tres de ellos corresponden a los puntos de vista de Dino, Carla y Serena, mientras que el último episodio es la unión y resolución de las perspectivas y conflictos de los involucrados. A diferencia de las tres primeras partes de la película, el último capítulo posee un ritmo más acelerado, sumergiendo al espectador en una intensa vorágine de emociones que culmina con un final devastador y lleno de amargura.
Fin del spoiler
La adaptación cinematográfica no sólo implicó colocar el relato en una nueva sede –de Connecticut (donde se desarrolla la novela de Amidon) a Milán– sino que los guionistas, Francesco Bruni y Francesco Piccolo, hicieron frente a la deconstrucción y reconstrucción de una estructura narrativa compleja que contaba con tres personajes centrales, pero que, capítulo a capítulo, ofrecían nuevas perspectivas de un mismo suceso. Mientras en el relato original hay detalles sobre el trasfondo y la historia personal de cada personaje, en el filme hay un interés único en ahondar en la descripción de las relaciones, interacciones y cruces de los personajes centrales. Aunque la configuración de la múltiple perspectiva del relato recuerda la estrategia empleada por Akira Kurosawa en Rashomon (1950), el tono de misterio que Virzí le imprime a El capital humano se estanca en algunos momentos. Como cuando el director introduce breves e innecesarios elementos del melodrama. Por ejemplo, las discusiones y culpas de Carla debido a una infidelidad que comete sólo le restan intensidad al misterio primordial del filme. A pesar de ello, éste se erige como un thriller dramático convincente que representa un cambio radical de género y de tono en la carrera de Virzì, cineasta originario de Livorno que, en 20 años de trayectoria, se ha interesado en mostrar la vida cotidiana de varios sectores de la sociedad italiana centrándose en las dificultades de las relaciones humanas al interior de diversos núcleos como la familia, el trabajo, la amistad y el amor.
Los sucesos del filme se muestran en pantalla desde el cálido verano hasta el frío invierno para plantearnos las motivaciones e intereses de estos personajes y cómo sus respectivas relaciones se deterioran y corrompen debido a la superficialidad, avaricia y egoísmo que predican. Las atmósferas sombrías del cine nórdico, la mirada furtiva del drama francés, la ironía de la comedia italiana y el suspenso más agudo del thriller estadounidense, son recuperados por el director italiano para ofrecernos un retrato perspicaz de una sociedad voraz e infeliz. Un ambiente donde la codicia desenfrenada, la competencia y la crisis en todos los niveles (político, económico, financiero, moral y humano) parece tragarse los ahorros y la dignidad de las personas, quienes, en última instancia, optan por las ganancias fáciles e inmediatas en lugar de verse recompensados lentamente por el sudor del trabajo honesto.
Virzì opta por la provincia de Brianza, una región poblada por las villas de lujo, espacios de enormes dimensiones como los castillos de los cuentos de hadas, para revelar los errores, la miseria y la mezquindad ordinaria que se esconden detrás de ese escenario de ensueño. Es una sociedad despiadada que parece haber perdido el verdadero “capital humano”. En última instancia, la película es algo más que un thriller elegante, es una representación del dolor, la vanidad y la desigualdad social. Virzì explora la infelicidad de ricos, la impotencia de los clase medieros y la injusticia de los pobres; todos ellos inmersos en un mundo que mide el valor de una persona en términos de euros.