Una buena historia de misterio nos mantiene al borde del asiento preguntándonos y especulando acerca de su resolución pero, para esto, debe soltar algunas pistas que hagan que al llegar al final sepamos que la respuesta estuvo ahí frente a nosotros escondida de manera tan sutil como para que no la encontráramos al inicio. Esta cinta se empeña tanto en brindarle un homenaje a Edgar Allan Poe -en quien se inspira- que se olvida de desarrollar una trama detectivesca efectiva y nos deja con un montón de referencias, algunas imágenes interesantes y la sensación de que está enraizada en una buena idea que se secó antes de lograr desarrollarse por completo.
Existe cierto misterio acerca de lo que hizo el escritor estadounidense Edgar Allan Poe unos días antes de morir. En esta cinta el director James McTeigue (V de Venganza, 2005) plantea una teoría que, aunque prácticamente imposible, es más interesante que imaginarlo simplemente desvariando, víctima de su alcoholismo e infectado por la sífilis: Poe podría (según esta ficción) haber pasado sus últimos días apoyando a la policía a rastrear a un asesino que era a la vez su fanático y se inspiraba en su obra para cometer sus crímenes.
Quizá lo que más destaca de esta cinta es el retrato de un hombre perturbado y arruinado (por su propio ego y por la aparente incomprensión de los lectores) que se realiza de Poe. John Cusack sorprende con una actuación mesurada con la que transmite la falsedad de las poses del poeta y las diferencias de los momentos en que sus conflictos internos son realmente viscerales. La atmósfera funciona pues los tonos oscuros intensifican lo lóbrego de los asesinatos; el misterio se esconde más fácil cuando no hay mucha luz. Por otro lado, en ciertos momentos parece que McTeigue tomó prestada esta ambientación de la oscuridad con estética de cómic que construyó en la gran V de Venganza y que también recuerda un poco a otras cintas que buscan nublar el misterio de manera poco realista pero funcional: la saga de Sherlock Holmesde Guy Ritchie.
Las referencias del guión a la vida y obra del escritor son constantes, a veces evidentes y otras muy bien disimuladas, pero siempre muestran un trabajo de investigación que, en los momentos en que es bien explotado, funciona como se esperaría de una cinta especulativa como ésta: al intercalar hechos verídicos la ficción adquiere verosimilitud. Así pasa, por ejemplo, con la aparición del personaje de Rufus Wilmot Griswold (Warnaby), el crítico literario que en la vida real fue el gran enemigo de Poe. Que los asesinatos provengan de las historias oscuras del poeta le añade fuerza a la trama. En cambio, se ha mencionado que la aparición de un mapache como mascota de Poe es una referencia a la teoría de su muerte a causa de rabia; de ser así, resulta completamente innecesaria, y de no serlo, la aparición del animal sigue sobrando. Aunque los fanáticos de Poe sin duda disfrutarán encontrando todos estos elementos intertextuales, quizás esto mismo sea la causa de que se haya dejado de lado la delicada, minuciosa e inteligente construcción del misterio que tan importante fue para el creador de La carta robada.
Podemos aplaudir la calidad de los efectos especiales (más de uno voltea la cara en las escenas de los asesinatos) o celebrar las virtudes visuales que llaman la atención incluso de los más distantes a la literatura del escritor. Pero, al final, tendremos que reconocer que se contaba con material para una película de mejor estructura y acabados. El resultado deja mucho que desear. El “hubiera” sí existe.