No es desconocida ni reciente la tendencia hollywoodense de realizar remakes de películas filmadas décadas atrás. Por ello no sorprende el regreso del director inglés Simon West –Con Air (1997); Tomb Raider (2001)– al cine de acción, esta vez con el remake de la cinta The Mechanic, que protagonizó Charles Bronson bajo el mando del Michael Winner en 1972.
La película parte de la premisa –quién sabe si sea cierta– de que existe un tipo de asesino a sueldo que estudia todos los movimientos de la víctima en su rutina diaria para ejecutar el trabajo y hacer que parezca una muerte accidental. Dichos especialistas son conocidos como “mecánicos”.
Arthur Bishop –el mecánico de la película– es interpretado por Jason Statham, ahora consolidado como el héroe de acción de esta generación. Su fama, sin embargo, no tiene nada que hacer frente a la que alguna vez tuvieron Van Damme o Schwarzenegger. Como el género lo dicta, Bishop es el mejor de su ramo, trabaja para otros sicarios y para el gobierno de los Estados Unidos, es el encargado de eliminar a políticos corruptos, traficantes de drogas y falsos líderes religiosos, y en gran medida su eficacia se debe a su distancia emocional. Tal distancia resulta fragilona: cuando ubica en la lista de trabajos pendientes a su amigo y mentor Harry McKenna (Donald Sutherland), Bishop decida investigar motivos, y encuentra que Harry ha traicionado a sus empleadores a cambio de un generoso depósito en su cuenta.
Harry es asesinado, y Bishop se encuentra con Steve McKenna (Ben Foster), hijo de su excompañero, un chico problemático que jamás mantuvo una buena relación con su progenitor. Steve decide cobrar venganza y le solicita a Bishop un entrenamiento intensivo. El mecánico –quien ha recibido una súbita iluminación moral– acepta. Ya te imaginarás el resto de la historia: Steve sigue las órdenes de Bishop, pero su falta de seriedad y profesionalismo sólo complicarán las cosas.
Statham ha destacado como actor del género desde su debut en la cinta Lock, Stock and Two Smoking Barrels (Guy Ritchie, 1998). Sus habilidades marciales le permiten prescindir del diálogo, dejando en pantalla lo que el género requiere: patadas, explosiones, coreografías.
De dicha cualidad se desprenden también sus mayores errores. La relación entre maestro y aprendiz cuenta con el potencial –tal vez ni siquiera eso– para convertir el mínimo argumento en una historia más o menos interesante, pero El especialista no pasa de ser una colección de golpes y tiroteos, todos filmados con semi-eficaz brocha gorda. Ir al cine no es barato. Tú ya sabes a lo que te atienes