Reseña, crítica El regalo - ENFILME.COM
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FICHA TÉCNICA
The Gift
El regalo
 
Australia, Estados Unidos
2015
 
Director:
Joel Edgerton
 
Con:
Jason Bateman, Rebecca Hall, Joel Edgerton
 
Guión:
Joel Edgerton
 
Fotografía:
Eduard Grau
 
Edición:
Luke Doolan
 
Música
Danny Bensi, Saunder Jurriaans
 
Duración:
108 min.
 

 
El regalo
Publicado el 28 - Sep - 2015
 
 
  • Reseña: Este debut en la dirección de Joel Edgerton, ofrece una historia acorde con su envoltura, pues cumple con las convenciones del thriller psicológico. Además de sorprender al espectador, le exige una participación activa, tanto al seguir el hilo de la acción como a la hora de rumiar en su cabeza las reflexiones que el relato propicia.  - ENFILME.COM
  • Reseña: Este debut en la dirección de Joel Edgerton, ofrece una historia acorde con su envoltura, pues cumple con las convenciones del thriller psicológico. Además de sorprender al espectador, le exige una participación activa, tanto al seguir el hilo de la acción como a la hora de rumiar en su cabeza las reflexiones que el relato propicia.  - ENFILME.COM
  • Reseña: Este debut en la dirección de Joel Edgerton, ofrece una historia acorde con su envoltura, pues cumple con las convenciones del thriller psicológico. Además de sorprender al espectador, le exige una participación activa, tanto al seguir el hilo de la acción como a la hora de rumiar en su cabeza las reflexiones que el relato propicia.  - ENFILME.COM
  • Reseña: Este debut en la dirección de Joel Edgerton, ofrece una historia acorde con su envoltura, pues cumple con las convenciones del thriller psicológico. Además de sorprender al espectador, le exige una participación activa, tanto al seguir el hilo de la acción como a la hora de rumiar en su cabeza las reflexiones que el relato propicia.  - ENFILME.COM
 
por Jorge Carrión

Después de ver el filme, el título de El regalo (The Gift, 2015) puede ser entendido como una metáfora en lo que se refiere a sus mecanismos narrativos, característicos del thriller psicológico, y a sus mensajes ocultos, como secretos que se descubren sólo después de desenvolverlos. Este debut en la dirección de Joel Edgerton (actor australiano que ha participado en filmes como Animal Kingdom, 2010; Zero Dark Thirty, 2012; o The Great Gatsby, 2013) ofrece una historia acorde con su envoltura, pues cumple con las convenciones del género. Además de sorprender al espectador, le exige una participación activa, tanto al seguir el hilo de la acción como a la hora de rumiar en su cabeza las reflexiones que el relato propicia.

Simon (Jason Bateman: Juno, Hancock, Up in the Air), es el arquetipo del hombre de éxito promovido por la sociedad de consumo que premia la competitividad. Tras conseguir un buen puesto como alto ejecutivo en una empresa de seguridad, se muda a Los Ángeles para asumir su nuevo cargo en compañía de su bella esposa Robyn (Rebecca Hall: Vicky Cristina Barcelona, The Awakening, Iron Man 3).

Procedentes de Chicago, donde han pasado por la dolorosa experiencia de perder al bebé que esperaban –situación que hundió a Robyn en una honda depresión–, marido y mujer se instalan en una lujosa casa de un barrio residencial, en apariencia un entorno ideal, apacible y tranquilo, para reinventar felizmente su vida como pareja y replantearse sus planes de formar una familia. Al poco tiempo, mientras curiosean en una tienda de artículos para el hogar, un hombre se acerca a saludarlos con actitud de tener cierta familiaridad con Simon, quien, al no reconocerlo, da pie a que “el extraño” se presente. Sabemos entonces que Gordon (Joel Edgerton) fue compañero de Simon en la preparatoria, donde en referencia burlesca a su nombre recibió el apodo de “Gordo”, con el que él mismo se identifica ante Simon para que éste termine de recordarlo. Tras esa breve charla de reconocimiento, el matrimonio invita a Gordon a cenar a su casa, en una velada que irá adquiriendo tonos incómodos conforme su invitado, con la lengua suelta por el vino, recuerda la popularidad y el poder de influencia de Simon en su época de estudiantes. “Si Simon decía algo, eso se hacía”, señala Gordon en un discurso de alabanza que deja entrever cierta ironía y resquemor cuando afirma que, al parecer, dichas facultades de conseguir lo que se propone con tan sólo decretarlo, se siguen verificando en el status actual de Simon, pues cuenta con un buen trabajo, una hermosa casa, una bella esposa.

Después de esa cena, comentando el bochorno que les generó la actitud de Gordon, Simon y Robyn descartan la opción de seguir fomentando la relación con él. A los pocos días, es el propio Gordon quien adopta la costumbre de presentarse en su casa sin avisar para dejarles regalos con los que se puedan sentir bienvenidos a su nueva ciudad, desde una botella de vino hasta comida para los peces que él mismo ha colocado en el estanque artificial que Simon y Robyn tienen en su patio. Estos detalles de cortesía de Gordon simbolizan perfectamente una de las claves en la propuesta narrativa del filme, pues si bien son objetos que presentan una aparente carga positiva –destinados a complacer y agradar–, en realidad anuncian la invasión de la intimidad de la pareja. Con cada regalo, con cada visita sorpresa que realiza por las mañanas –cuando Simon está en el trabajo­–, Gordon se va volviendo más omnipresente, amenazando con convertirse en la indeseada tercera parte de una ecuación que podría poner en riesgo la estabilidad de ese matrimonio.

En este sentido, el planteamiento inicial de El regalo recuerda a la película francesa Harry, un ami qui vous veut du bien (Dominik Moll, 2000), donde también el reencuentro con un viejo amigo supone para el protagonista una importante alteración de su dinámica familiar. Sin embargo, ahí donde Dominik Moll ofrece un filme de difícil clasificación a partir de una peculiar mezcla de humor y tensión, El regalo se inserta de lleno en los caminos del thriller que apuestan por un aumento gradual en la sensación de peligro para los protagonistas. Si en el filme de Moll quedan abiertas las posibilidades para un desenlace de tonos contrastantes que permiten múltiples lecturas, en el de Edgerton el desarrollo de la trama va colocando a Jason y a Robin en una situación de riesgo creciente. No en vano, la casa en la que habitan se caracteriza por sus grandes ventanales, por una arquitectura que los deja expuestos, con una sensación de vulnerabilidad que va aumentando conforme Gordon se involucra más y más en sus vidas, y que es además potenciada por el buen trabajo de fotografía de Eduard Grau (A Single Man, Buried), que imprime matices ominosos a pasillos y rincones de supuesta seguridad familiar.

Un recurso muy efectivo, manejado con tino por Edgerton para relativizar la confiabilidad de los personajes y sentar bases de verosimilitud para la sorpresa, es el de la variabilidad de los puntos de vista conforme la historia se va desarrollando. Durante la primera parte del filme, el espectador comparte sobre todo la perspectiva de Robyn. Sabemos tan poco como ella sobre el pasado de Gordon y sobre su relación con Simon, y compartimos esa mezcla de temor y curiosidad cada vez que Gordon aparece de manera imprevista; si por momentos se disparan las alertas, en otros le concedemos el beneficio de la duda, pues no tenemos certeza alguna respecto a si se trata de un psicópata o, por el contrario, de una buena persona con pocas habilidades sociales para relacionarse, sensación propiciada también por el afortunado toque de ambigüedad en la actuación de Joel Edgerton. Así, la verdad sobre su personaje se irá revelando poco a poco mediante ingeniosos giros de guión y más de una vuelta de tuerca, que nos llevarán a adoptar sucesivamente las perspectivas de Gordon y Simon –a veces al grado de la empatía– una vez que el pasado se explica y deja claras las cuentas pendientes entre ambos. Y es que, si bien la trama llega a un punto en que Gordon se aleja como respuesta a los reclamos de Simon, queda claro que lo hace cuando ya ha abierto la caja de Pandora de un pasado conflictivo al que es imposible darle carpetazo. Por más que Simon se muestre renuente a escarbar en esos tiempos remotos y en su antigua relación con Gordon –fingiendo ignorancia cada vez que su esposa lo interroga sobre los motivos que puede tener Gordon para acosarlos–, será precisamente Robyn quien, movida por la curiosidad, se propondrá esclarecer tanto misterio, adoptando el rol de “detective improvisado” tan característico de los thrillers.

Spoiler Alert

En última instancia, las indagaciones de Robyn arrojarán luz no sólo sobre ese pasado conflictivo, sino también sobre la naturaleza perturbadora y decepcionante del presente. Se dará cuenta de las condenables causas por las que Simon se obstinaba en mantener enterrado ese pasado, y, peor aún, descubrirá que esa moral dudosa, tan bien disimulada por su marido, está todavía patente en los métodos que emplea para escalar socialmente. Siguiendo la pauta de una tragedia clásica, la revelación de la verdad será fundamental para el destino de Simon, y le otorgará cualidades de profética sentencia a la frase pronunciada por Gordon durante uno de sus altercados: “Puede que tú hayas acabado con el pasado, pero el pasado no ha acabado contigo”. La verdadera venganza de Gordon –más allá de lo terribles que puedan parecer las acciones que comete hacia el final– será la de dejar a Simon desnudo, solo consigo mismo y despojado de esa máscara con la que se presentaba ante la sociedad para obtener reconocimiento.

Fin del spoiler

Así pues, quizá la mayor virtud del filme radique en su afilado criterio para ofrecer las dosis justas de información en las circunstancias indicadas, alcanzando un gran manejo de la intriga y obligando al espectador, una y otra vez, a reformular sus expectativas y a reinterpretar los datos previos a la luz de los que se van revelando. Más allá de la mera búsqueda de efectos sorpresivos –que los hay, de acuerdo con los convenciones del género–, los giros de la trama permiten ir profundizando capa tras capa –envoltura tras envoltura– en la verdad de una historia cuya parte más sustancial apunta a un cuestionamiento ético sobre la validez de aquellas acciones destinadas a alcanzar la grandeza y el éxito, tal y como nos lo plantea una sociedad que rinde culto a la competencia y que justifica el abuso y la crueldad si como consecuencia se consigue un ascenso en la escala social.

 
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