Realizar una buena película sobre posesiones demoníacas siempre resultará difícil, en especial si lo que se busca es dejar en ridículo al referente del género por excelencia: El exorcista (1973), de William Friedkin. Menciono lo anterior, primero, confesando que soy un gran seguidor del tema, y, segundo, porque pasan los años y son pocas las películas que logran hacerse de un lugar en lo mejor del cine de exorcismos o, por lo menos, en el de terror en general.
El rito (2011), con el gran actor Anthony Hopkins, el director Mikael Hafström y el guionista Michael Petroni, parecía contar con la mezcla indicada –no perfecta- para darle una nuevo brío al género, considerando que el primero es un actor referente, el segundo cuenta con buenos filmes como Ondskan (Evil, 2003), 1408 (2007) y el tercero co escribió la inolvidable The Dangerous Lives of Altar Boys (2002).
Lamentablemente –o no, porque tampoco es para tanto–, esta combinación termina por entregar uno de esos filmes de terror pertenecientes al estante palomero, mediocre y que resumen el tema de la posesión con la clásica escena del endemoniado siendo grosero y flexible.
Basado en el libro The Rite: The Making of a Modern Exorcist, escrito por Matt Baglio –periodista que siguió de cerca a un sacerdote católico mientras se formaba como exorcista en Roma–, cuenta la historia de Michael Kovak (O’Donoghue), un joven seminarista en plena crisis de fe y casi seguro de abandonarlo todo. Lo único que lo detiene es la deuda de miles de dólares que tiene con el clero por su educación. A cambio y para calmar sus ansias, otro sacerdote, el padre Matthew (Jones), le ofrece viajar dos meses a Roma y tomar un curso de exorcismo. Aunque Kovak lo toma como chiste, para el Vaticano es realmente importante que lo haga pues ha calificado las posesiones como un foco rojo en el mundo, por lo que es de suma importancia que cada diócesis tenga al menos un exorcista entrenado.
Escéptico y burlón –tal cual un gringo chingón –, Michael Kovak viaja a la capital del catolicismo para asistir a clases de cómo combatir al demonio. Por supuesto que no cree un carajo de lo que escucha y, en contraparte, argumenta que las posesiones son temas meramente psicológicos, no religiosos. El titular de la clase, el Padre Xavier (Hinds), acostumbrado a los berrinches de jóvenes confundidos, decide callarle la boca enviándolo a visitar a otro sacerdote, exorcista en activo y un buen amigo suyo, el Padre Lucas Trevant (Hopkins). Gracias al él, Michael Kovak termina por aceptar que el demonio existe y que también puede poseer el cuerpo de las personas.
El rito retoma los personajes que a partir de El exorcista de Friedkin se encuentran en la mayoría de las películas sobre este tema: el sacerdote con crisis de fe pero convencido de la existencia del mal; otro escéptico, muy alzado, y un demonio conocedor de las más elaboradas groserías. Aunque aporta un elemento nuevo al género –el exorcista que termina siendo exorcisado –, en general, El rito no provoca nada más que algunos sustos. Tal vez la razón sea que combina los ambientes preciosistas de Roma con lo lúgubre de la casa del Padre Travent, en lugar de crear una atmósfera obscura y constante que desconcierte al espectador aún cuando el poseído no esté en pantalla, como Seven de David Fincher (1995)
De hecho podría decirse que, en general, la tecnología le hace mal al cine de terror. Hasta la fecha, lo mejor del género –o, por lo menos, los referentes indiscutibles– siguen siendo El exorcista, y Actividad paranormal (2007), ambas con historias hechas a base de puro suspenso psicológico y poca “cámara en grúa”.