Por Enrique Sánchez (@RikyTravolta)
El rock no se basa en la fama y la fortuna, o en la abundancia de sexo y drogas; no se trata tan solo de utilizar un atuendo estrafalario y de alcanzar el volumen más alto (el once, por supuesto) mientras tocas la guitarra con los pies; es más, muchas veces ni siquiera se trata de la música. Es todo un arte al que hay que dedicarse en cuerpo y alma, y ante los ojos de los fanáticos devotos –a veces, incluso, envidiosos– es en verdad un fastuoso espectáculo que se asemeja en gran medida al paraíso. Pero detrás de toda su parafernalia, el mundo del espectáculo esconde una serie de complicaciones que los fanáticos nunca llegaremos a comprender, pues la mayoría de nosotros habrá de permanecer siempre entre el público.
Cuando This is Spinal Tap se estrenó en 1984, mucha gente pensó que se trataba de un documental sobre una banda real –a pesar de los cameos de personalidades como Billy Crystal, Anjelica Huston y Dana Carvey–, y aunque hoy en día difícilmente sucedería esto, uno de los grandes méritos de la película es que no deja de ser realista a pesar de su satírica visión del mundo del rock. Los expertos lo han confirmado: Steven Tyler, Jimmy Pagey Glenn Danzig se identificaron con varios acontecimientos del filme; Tom Waits dice haber llorado cuando la vio, y Ozzy Osbourne y Eddie Van Halen no entendieron los chistes ya que, en palabras del guitarrista deAC/DC, “todo eso me pasó a mí”.
La película comienza con una introducción por parte del director Marty DiBergi (Reiner), un fanático que acompaña a la banda inglesa durante una gira por Estados Unidos, justo en el momento en que la fama del grupo empieza a decaer. La banda está conformada por David (McKean), Nigel (Guest) y Derek (Shearer), además del tecladista Viv (Kaff) y un número cada vez mayor de bateristas –32, y contando– que han muerto de maneras misteriosas (como aquél que se ahogo en el vómito de otra persona). DiBergi se muestra como un fanático devoto con una impetuosa curiosidad por los músicos, y sus preguntas parecen ser imposibles de responder para los miembros de la banda. Ha elegido a Spinal Tap debido, principalmente, a que son los más ruidosos, y este motivo conduce al momento en donde Nigel le explica al cineasta que sus amplificadores llegan al número once porque necesitan de un extra que las demás bandas no tienen (la escena, que sin duda es la más famosa de la película, dio como resultado que This is Spinal Tap tuviera una calificación de 8 sobre 11 en IMDb). En otra escena vemos a este mismo personaje haciendo un berrinche con su manager (Hendra) porque el jamón no tiene la misma forma que el pan, y de esta manera es imposible hacerse un buen sándwich. Pero queda claro, sin embargo, que lo importante no es el volumen o la comida, sino que para sentirse como verdaderas estrellas de rock, Nigel y sus compañeros se ven obligados a tener este tipo de comportamientos ridículos que, sin duda, existen en el mundo del espectáculo.
Las imágenes de la gira se mezclan con testimonios de la banda donde recuerdan los inicios de su carrera y las distintas etapas que han vivido desde entonces (que no son más que una parodia de The Beatles como el mundo los conoció en 1960 y de su fase psicodélica con el Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band). Los rockeros se indignan cuando escuchan que su chofer menciona el nombre de Frank Sinatra, y en cambio, en el momento en que se encuentran frente a la tumba de Elvis, intentan rendirle un homenaje al Rey, el cual sale mal debido a que no logran armonizar un simple coro. Aquí el mensaje es parecido al que se transmite en Casi famosos (2000), la película de Cameron Crowe en donde los miembros de la banda ficticia Stillwater creen estar por encima de la cruda realidad que observa y documenta el joven William Miller (Patrick Fugit). Es como si los músicos hubieran firmado un pacto al decidir que se convertirían en rockeros de manera definitiva, y aunque DiBergi en su calidad de cineasta a ratos parece estarse burlando de ellos, nunca deja de mostrarlos como un grupo de artistas que aman su trabajo. David, Nigel y Derek no buscan llenar estadios ni volverse millonarios con sus discos; solo intentan vivir de su música.
La seriedad con que los personajes realizan su trabajo contribuye, por supuesto, a que los momentos de comedia sean más efectivos. Incluso hay una escena en donde un incompetente promotor se ofrece a que los integrantes de la banda le pateen el trasero, y mientras lo hace, se puede ver a una de las actrices riéndose. Por otra parte, muchos de los momentos más cómicos de la película son, al mismo tiempo, los más realistas. Como ejemplo tenemos el solo de Nigel, quien se luce en el escenario con una supuesta demostración de su talento, en donde termina tocando una guitarra con los pies al mismo tiempo que frota otra con un violín. Si esto suena extraño, basta con ver algún concierto de Jimmy Hendrix, Jimmy Page oEddie Van Halen, para comprobar que sucede en realidad
Reiner escribió el guión junto con McKean, Guest y Shearer, además de que juntos compusieron e interpretaron las canciones de la película. Se grabaron más de diez horas del rockumental, con las cuales se llegó a elaborar una versión de poco más de cuatro horas, para luego terminar en la versión comercial de 80 minutos. Es obvio que pasaron un buen rato jugando a ser estrellas de rock, pues luego de que la película obtuviera una enorme fama a nivel internacional, los actores se juntaron para salir de gira –esta vez de manera real–, dejando de lado la fantasía que habían creado específicamente para plasmar en el celuloide. Luego de varias giras, el resultado no sorprendió mucho la gente, quienes preferían seguir viendo la película en su casa en vez de asistir a los conciertos. En este caso, la realidad no superó a la fantasía, y en realidad, nadie esperaba que lo hiciera.