Ga’Hoole: La leyenda de los guardianes (2010) está basada en una serie de libros para niños, escritos por la norteamericana Kathryn Lasky. Cada vez es mayor la obsesión de Hollywood por encontrar nuevas historias en otros mundos que no sean la mente de un guionista —el público cautivado por la novela es una mina de oro potencial para la película. Dicho lo anterior —y sin demeritar la grandeza de este filme— pasemos entonces a desmenuzar la molleja, pechuga y sabrosas patitas de estos muy aventureros búhos.
Esta es la historia de Soren (Sturgess), un pequeño e inocente búho que gusta de escuchar las peripecias de su padre. El mítico árbol de Ga’Hoole es el tema principal de estos relatos y Soren es incapaz de escuchar el final de la historia sin imaginar que, algún día, él mismo será parte del ejército de búhos que habita dicho lugar, famoso por defender la justicia, la honestidad y la amistad, aunque también se encarga de hacérsela de tos a cualquier otro búho panzón que se atreva a alterar el orden, en especial a los temibles “puros”.
La contraparte de Soren es su hermano Kludd (Kwanten), un búho igual de bonito y pachoncito, pero con sangre más pesada, un verdadero gandalla que disfruta de molestar y ridiculizar al buen Soren. Por supuesto que el padre de este par de polluelos prefiere mil veces el buen corazón de Soren que echarse encima al alacrán de Kludd, quien con el afán de ganar el respeto y la preferencia de su padre, está dispuesto a ir siempre más allá para demostrar que la gandallez no está peleada con la valentía y la inteligencia. Es así como un buen día los hermanos deciden competir para ver quién vuela más rápido, sin saber que al internarse en lo más profundo del bosque serán secuestrados para nunca volver a casa.
Soren tenía razón en creer con fervor las historias que le contaba su padre, el problema es que se ha topado con la parte mala de la historia, esa que habla de los “puros”, grupo que lleva años tratando de apoderarse del reino para instaurar un obscuro régimen. Soren extraña a su mamá, pero Kludd parece haber caído en blandito con los “puros”. Cientos de jóvenes búhos han sido secuestrados por esta parvada de panzones con el objetivo de formar un ejército y combatir a los bonachones del mítico árbol de Ga’Hoole. La suerte está echada y ahora Soren tendrá que dejar de llorar y portarse como un hombrecito si es que quiere salvar a los demás. En lo que respecta a Kludd… por favor que alguien se lo coma, es un malvado.
La historia de Ga’Hoole: La leyenda de los guardianes está pensada para un público infantil, un sector marginado que de vez en cuando agradece cosas más inteligentes y menos moradas que el dinosaurio Barney.
Ga’Hoole en 3D resulta simplemente impresionante, hay poesía en las cámaras lentas propuestas por su director Zack Snyder (300, 2006; Watchmen: los vigilantes, 2009). No sólo eso, la moraleja en temas como la honestidad, la perseverancia y la justicia se sostiene sobre una historia que roza los límites entre lo real y lo macabro. Así es la realidad de la vida y una probadita de esta en la cabecita del pequeño espectador significa un triunfo para su todavía tierno criterio.
No hay chantajes ni finales “sacados de la manga” para evitar la frustración en el espectador. Kludd es malo y la maldad a veces gana, pero nunca perdura. Este es el tipo de contenidos que una película infantil debe tener, la posibilidad de llevar al niño casi al extremo de sus emociones, tanto visual como narrativamente.
En lo visual Ga´Hoole es excelente. Su director, a través de un estilo hiperrealista, pone el 3D al servicio de un lenguaje visual mucho más poético que cualquier producción que se haya hecho hasta la actualidad en este formato. A través de la atención al detalle transmite, por ejemplo, la belleza y firmeza del majestuoso árbol de Ga’Hoole; la cámara puesta en lugares imposibles para una película de live-action nos permite sentir el vértigo del primer vuelo de Soren en medio de una tormenta.
En lo narrativo carga consigo un valor agregado para todos esos pequeños que aún no han superado el haber visto a Dora la exploradora en el Auditorio Nacional. Venga niños, es tiempo de volar.