Por Alo Valenzuela (@alovalenzuela)
Los fanáticos del cine de robots podrían pensar, al ver el trailer de Gigantes de acero, que esto es un robo a Transformers, pero estarían equivocados. En lo que sí pueden acertar es en ver venir todo lo que va a pasar en la película: porque hay un niño que se reencuentra con su papá pero a él no le importa, y tienen un robot que no es muy bueno para pelear y tiene que hacerlo, y es obvio que esos dos problemas se resuelven.
De todas formas, da gusto ver en una de las primeras secuencias a Hugh Jackman tomando una cerveza con cara de pocos amigos porque hace pensar en Wolverine, un amargado de buen corazón. Este fracasado, apostador y, en pocas palabras, pésima persona, tiene queveres con la hermosísima Evangeline Lilly. No le falta nada para ser un buen personaje de matices opuestos y a Jackman no le cuesta trabajo darle vida.
Puede dar un poco menos de gusto cuando aparece Dakota Goyo interpretando a un niñito de once años con una pinta tipo Justin Bieber (que después confirma bailando) para darle un lado cursi-dramático a la película. Para colmo, el niño es un sabelotodo, pero mientras se las arregla para ablandar el corazón de su padre también va conquistando la simpatía de la audiencia.
Luego viene lo de los robots. Lo que pasa es que así como primero fue el box, luego la lucha libre (la del show, la deportiva nadie la ve) y ahora es el Ultimate Fighting Championship, Gigantes de acero tiene la tesis de que en el futuro, para satisfacer la sed de violencia de la gente, serán necesarias peleas entre máquinas gigantes. Jackman, que aquí se llama Charlie, era boxeador y ahora forma parte del nuevo show aunque no le va muy bien. Cuando llega su hijo Max (Goyo) encuentran un viejo robot sparring en un tiradero de basura y, poco a poco, el niño va convenciendo al padre de que vale la pena entrenarlo para pelear y el robot es invitado a participar en eventos cada vez más importantes.
Si juntáramos a estos tres personajes tendríamos a una especie de Rocky Balboa pues con sus pocos recursos pretenden satisfacer grandes aspiraciones. A través del robot, que se llama Atom (Dorman), Charlie demuestra que sus capacidades de boxeo valen la pena. Aquí está lo que hace interesante la película pues critica el futuro que inventa afirmando que las máquinas nunca serán capaces de suplir a los hombres. Es gracias a las habilidades humanas que Charlie le traslada a Atom que el robot sobresale en peleas en las que su tecnología lo deja en amplia desventaja.
Los robots boxeadores están muy bien logrados visualmente y los efectos que se utilizan para las peleas así como la ambientación de los espacios son bastante congruentes; tanto los que corresponden a las grandes ligas como a los hoyos de peleas clandestinas. Si bien no hay una gran apuesta con la historia, el trasfondo es interesante y las formulas son bien manejadas para mantener a la audiencia (que en su mayoría debería poder preveer el desenlace) esperando con ansias la siguiente escena.