En la médula del invierno
La suciedad de las casas viejas, el polvo de los caminos, la aridez de la luz sobre los pastizales, la desolación de la vida cotidiana que huele a humedad y a grieta, todo aquello que sucede en los paisajes fríos y desolados de Ozarks enmarca el destino desvencijado de una pequeña comunidad que vive en las montañas de Missouri. Con una mezcla de western y cine negro de tono realista, Invierno profundo (2010) narra el acto heroico de Ree (Lawrence), una chica de 17 años que ante la inminente amenaza de una catástrofe lucha por sacar adelante a su familia del entorno de podredumbre que la rodea. Con un padre desaparecido que cocina metanfetaminas y una madre depresiva que se ha convertido en poco más que un mueble tras haberse encerrado en sí misma, Ree ha tenido que asumir con coraje la responsabilidad de ponerse al frente de una familia disfuncional para mantener a salvo a sus dos pequeños hermanos de la corrupción en la que viven.
Cuando la comida y la buena voluntad de los vecinos está a punto de extinguirse, el sheriff (Dillahunt) toca a su puerta para anunciarle que su padre ha puesto como garantía del pago de su libertad condicional la casa en la que viven y que si éste no aparece en el lapso de una semana, tendrán que desalojarlos. Es así que la protagonista se embarca en la peligrosa odisea de buscar a su padre en un mundo violento y hostil en el que ha aprendido a moverse con fiereza y determinación, pues toda esa gente es también sobreviviente de la dura realidad que ella comparte. Pronto descubrirá que aquel mundo criminal está plagado de traición y secretos familiares en donde no sin muchas reticencias encuentra como único aliado para cumplir su objetivo a Teardrop (Hawkes), hermano yonqui de su padre.
Aún cuando la cinta se sirve de un conjunto de personajes con particularidades propias, prácticamente todo el peso de la película recae sobre Jennifer Lawrence, nominada al Oscar y al Globo de Oro por este papel, quien otorga veracidad y fuerza a una historia de tensión creciente al infundir en Ree una difícil mezcla de sensibilidad y dureza. John Hawkes, quien también estuvo nominado al Oscar como Mejor Actor de Reparto, dota al personaje del tío adicto de una compleja estructura psíquica con dulzura enterrada.
Con un tratamiento del entorno rural que recuerda las fotografías de miseria de Walker Evans y Dorothea Lange tomadas durante la Gran Depresión (1929), y una propuesta formal que puede conectarse en línea directa con los paisajes post catástrofe de The Road (2010), de John Hillcoat, la directora Debra Granik, formada como cineasta en la Universidad de Nueva York y alumna de los laboratorios de guión y realización del Instituto Sundance, presenta su segundo largometraje basado en la novela de Daniel Woodrell. En su primera película, Down to the Bone (2004), con la que recibió el premio a la Mejor Dirección en el Festival de Sundance, la directora independiente norteamericana expuso la vida de una madre drogadicta que tiene que sacar adelante a sus hijos en un contexto urbano adverso. En Invierno profundo, Granik traslada la problemática relacionada con las drogas al campo, planteando nuevamente la situación de un personaje femenino que se encuentra al límite.
Un sector del cine independiente norteamericano ha centrado su enfoque en la rasgadura del sueño americano, en el lado obscuro que caracteriza a muchas de las sociedades marginales de la América profunda. La cinta de Granik es un retrato de aquellos habitantes que han quedado fuera de la utopía norteamericana que profesa la libertad e igualdad de oportunidades. Invierno profundo es un monumento a esa vida miserable, a la pesadilla del white trash norteamericano.