Reseña, crítica La Cenicienta - ENFILME.COM
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FICHA TÉCNICA
Cinderella
La Cenicienta
 
Estados Unidos
2015
 
Director:
Kenneth Branagh
 
Con:
Lily James, Cate Blanchett, Richard Madden, Helena Bonham Carter
 
Guión:
Chris Weitz
 
Fotografía:
Haris Zambarloukos
 
Edición:
Martin Walsh
 
Música
Patrick Doyle
 
Duración:
105 min.
 

 
La Cenicienta
Publicado el 17 - Mar - 2015
 
 
La nueva Cenicienta de Disney cuenta la dulce e inspiradora historia de una joven, apelando a las formas narrativas clásicas de la casa productora, en donde sobresalen las características de lo armónico, el orden y la belleza límpida y glamorosa. Branagh dota a su relato de fantasía y magia cándida, en la que resaltan los colores de una confitería muy cercana a la estética visual de laCenicienta animada de 1950. - ENFILME.COM
 

La Cenicienta (Cinderella, 2015), de Kenneth Branagh, con una versión en acción real, no busca reinventar la clásica película animada de Disney de 1950, adaptada también del cuento Cenicienta o El zapatito de cristal (1697) de Charles Perrault, como sí lo hizo tácita y libremente Maléfica (Maleficent, 2014) de Robert Stromberg, quien enfocó su argumento en la villana del cuento, dotándola además de un discurso feminista que arremetía contra los gañanes arribistas. La historia que se narra en Cenicienta es la del ya conocido encuentro romántico entre el príncipe y la heroína que debe sobrellevar los maltratos de su madrasta y sus hermanastras, para después coronarse como princesa. La nueva Cenicienta de Disney cuenta la dulce e inspiradora historia de una joven, apelando a las formas narrativas clásicas de la casa productora, en donde sobresalen las características de lo armónico, el orden y la belleza límpida y glamorosa. Branagh dota a su relato de fantasía y magia cándida, en la que resaltan los colores de una confitería muy cercana a la estética visual de la Cenicienta animada de 1950.

La Cenicienta de Branagh se llama Ella (Lily James), es rubia, de figura espigada y de carácter amable, es hija única descendiente de una familia mercantil de Reino Unido del siglo XIX; vive con su padre (Ben Chaplin), un hombre maduro, apuesto y trabajador, que con los años comienza a resentir la ausencia de su esposa (Hayley Atwell), la madre de Ella. En una de las primeras secuencias de apertura de la película puede verse la interacción entre la Ella niña, y sus jóvenes y cariñosos padres que le inculcan bondad. “Sé valiente y buena”, le remarca, jovial y siempre con el amor infinito que caracteriza a las madres, la mamá de Ella. Una frase que vuelve a injertar un dejo feminista tan dadivoso como el machismo que traza a la mitología Disney en todas sus películas.

Tras la muerte repentina de su progenitora, el padre vuelve a casarse. La elegida: Lady Tremaine (Cate Blanchett), una femme fatale viuda con dos hijas. Por amor a su padre, Ella acepta de buena gana y emocionada a su madrasta y a su respectiva prole, conformada por Anastasia (Holliday Grainger) y Drisella (Sophie McShera). Cuando el padre de Ella muere durante un viaje, su nueva familia comienza a mostrar su verdadera personalidad cruel y mezquina. La bondad de la chica se vuelve contra ella. A partir de la pérdida del padre vivirá un auténtico rosario de desgracias y reproches cruzados. Con el paso de los días, las tres mujeres la convierten en su sirvienta, y comienzan a llamarla Cenicienta, porque siempre está cubierta de hollín y de cenizas. A pesar de los maltratos, Ella está decidida a cumplir la promesa hecha a su madre: ser buena y valiente. Para Cenicienta la bondad heredada de su madre es una misión. Por eso brinda su piedad a todos, ricos o pobres, buenos o malos, humanos o animales. Ante cada nueva humillación por parte de su familia adoptiva, Ella se repite como si fuera un mantra, “Sé buena y valiente”. Un día, en uno de sus intentos por huir, conoce a un joven (Richard Madden). Nada más y nada menos que el príncipe del reino, a quien, por su confinamiento, desconoce físicamente. Tiene la sensación de haber encontrado a su alma gemela. Cuando se anuncia una fiesta en Palacio, Cenicienta desea asistir, piensa que puede ver de nuevo al muchacho del bosque, evidentemente un aristócrata o por lo menos un joven de buena familia. Pero Tremaine no permite que ella las acompañe. La aparición de una anciana indigente (Helena Bonham Carter) cambia el destino de la chica: resulta ser un hada madrina y, pronto se adivina, la voz en off que cuenta la historia.

El tono de la película es marcadamente melodramático, sus efectos especiales exaltan la belleza de los paisajes naturales, la arquitectura del palacio, y el vestuario de los personajes, a cargo de Sandy Powell, tres veces ganadora del premio Oscar a Mejor Vestuario por Shakespeare In Love (1999), El aviador (2005) y The Young Victoria (2010). La luminosa fotografía de Haris Zambarloukos (Mamma Mia!, 2008; Jack Ryan: Shadow Recruit, 2014)le da a la película un envoltorio colorista que inunda cada plano, por ejemplo contrasta la penumbra de la casa de Ella con el esplendor del castillo real. Los mejores logros técnicos pueden apreciarse en dos secuencias claves de la película, durante la metamorfosis de Cenicienta: la creación de su vestido y carruaje, y el rompimiento del encanto que la devuelve a sus harapos.

El ritmo está sostenido por breves toques de humor que se mueven entre lo inocente y lo autorreferencial, tanto al clásico original de Disney como a la naturaleza ingenua del cuento. Branagh, que poco se asocia a este estilo cargado de inocencia involuntaria (cursi, en resumen), deja su impronta al apostar por la teatralidad interpretativa de sus actores, que se nota en sus gestos y en la manera de exclamar sus diálogos; algo en lo que Cate Blanchett destaca por encima del resto. Bella y temible, envuelta en trajes de satín, capaz de transmitir el miedo de una madre preocupada por el futuro de sus hijas y el odio que le provoca la belleza y juventud de Cenicienta, arranca un dejo de admiración, respeto y odio hacia el personaje que asume como propio a lo largo de la cinta. Ella encarna el concepto de femme fatale madura, asociado a la lógica que nos dice que el desarrollo tradicional de las figuras de la bruja y la madrastra es una manifestación de misoginia albergada en los relatos que atentan contra la actitud subversiva o emancipada de la mujer, y que, al mismo tiempo, representan la fragilidad, dependencia y desobediencia con las que se asocia tradicionalmente al sexo femenino —con la idea de sexo débil—. La Cenicienta es un filme que es lo que promete ser, un divertimento ágil y de montaje sobrecargado, sin metraje sobrante y con buenos actores. Incluso, más de lo que podría pedírsele.

 
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