En 2005 Rainer Frimmel y Tizza Covi realizaron el documental Babooska, sobre la vida seminómada de una familia de artistas de circo en Italia, que muestra claramente las dificultades a las que se enfrentan para sobrevivir en la actualidad. Inspirada por esta realidad, Covi escribió el guión de La pivellina, película de ficción que cuenta la historia de Asia, una niña de no más de tres años que es abandonada por su madre y encontrada por Patti (Gerardi), en un relato íntimo y muy honesto gracias a muchas cualidades en su realización.
La primera de ellas es que en La pivellina hay largos planos secuencia con muy pocos cortes, lo que reduce lo artificioso que podría ser una película de ficción, aproximándose a la estética del documental.
El uso de no actores, que además se mueven dentro de su contexto real de vida, es el segundo acierto de la película. Patrizia Gerardi y Walter Saabel son un matrimonio que lleva años dedicándose al circo de carpa, viven en un remolque y se desplazan para trabajar en algún circo más grande cuando se les requiere, al igual que sus personajes en La pivellina. Asia (Crippa) es interpretada por una niña que, gracias a su carisma, a su claridad al hablar y a su constante sonrisa, transmite al espectador toda la carga emocional de un pequeño al que súbitamente le cambia su forma de vida. El elenco se completa con Tairo (Caroli), un adolescente relajado y muy noble, que ayuda a la pareja a cuidar de la pequeña.
Frimmel y Covi consiguen que estas personas se vuelvan completamente transparentes ante la cámara. No es que sean estupendos actores, sino que el trabajo de dirección logra que ellos, como personas y no como personajes, pierdan la sensación de vulnerabilidad ante algo que los está contemplando, permitiendo que sean ellos mismos. Gracias a esto la película se vuelve más próxima, como, insisto, si se tratara de un documental.
La referencia a La strada de Federico Fellini es sutil y a la vez muy clara. Los circos, pero no los grandes espectáculos como el Cirque du Soleil, sino aquellos que deambulan por los pueblos y las colonias más populares de las ciudades son el telón de fondo de ambas películas, que coinciden también en la necesidad de retratar las carencias (emotivas y sociales, no solo económicas) de esta gente, que a pesar del paso del tiempo siguen prevaleciendo.
En cierto sentido, también las historias coinciden. En La strada, Gelsomina es vendida y olvidada por su familia. En La pivellina, Asia, mucho más pequeña, es abandonada y también olvidada por su familia. Ambas carecen de una figura paterna. La diferencia y, acaso, la sensación de esperanza, está en que Asia ha encontrado quien la cuide y proteja, a pesar de que su futuro es completamente incierto.