“El medio no es el mensaje en esta película, los personajes lo son”, declaró Steven Spielberg al Hollywood Reporter para dejar en claro una búsqueda formal por alcanzar la representación de un imaginario como el creado por el historietista belga, Hergé (Georges Remi), como marco para las aventuras multinacionales de su joven personaje, el periodista Tintin, siempre acompañado de su perro Milú, un fox terrier blanco. Esto último es una licencia, como tantas más que se toma el autor: no existen los fox terriers blancos. Más allá de este permiso, se comporta como un perro, es más, lo hace de manera casi exagerada: entre lo que le pide su amo y un sandwich, se irá contra el sandwich.
Spielberg tuvo su primer contacto con los álbumes de Tintin después de dirigir Raiders of the Lost Ark (1981). Fue a partir de algunas semejanzas que le señalaron con las aventuras de este personaje que se puso a leerlo y se interesó tanto por él que decidió hacer una versión cinematográfica.
En 2004 conoció a Peter Jackson (le entregó su estatuilla de la Academia de Hollywood por Mejor Película para The Lord of The Rings: The Return of the King), le compartió el proyecto y el interés en utilizar la tecnología de motion capture que había desarrollado el neo-zelandés para alcanzar, a partir del trabajo gestual y físico del actor, más allá del maquillaje y las marionetas, la esencia misma de algunos de sus personajes. Es eso mismo lo que puede apreciarse en este filme donde han colaborado prácticamente uno de la mano del otro: la justa representación de los personajes de Hergé en un medio que trasciende las conquistas tenidas por el dibujo animado (así lo dejan ver en la primera escena del filme, cuando el artista callejero le muestran a Tintin su retrato: tal cual el visto en los álbumes desde 1929).
Esta tecnología abre una perspectiva perturbadora sobre el futuro del cine en general: el trabajo de los actores puede acabar por convertirse en mera base para un trazo visual en eterna transformación. Jamie Bell es tomado como modelo para Tintin (antes brilló en Billy Elliot, 2000); Andy Serkis, colaborador cercano de Jackson, la hace del Capitán Haddock;Daniel Craig es el malo, Ivanovich Sakharine, y dado que, a pesar de sus semejanzas, Thompson y Thomson —de bombín y traje negro— no son gemelos, son asumidos cada uno aparte por Simon Pegg y Nick Frost.
El cuidado en la caracterización es sorprendente. La pregunta de hasta qué punto dejan de ser los actores para convertirse en los personajes de los álbumes de Hergé se deja sentir como una fascinación casi mórbida. Se ha intentado conservar hasta los colores de paleta del autor (para más énfasis, justo lo primero que se ve a cuadro es una paleta de pintor).
Las aventuras de Tintin anunciadas en el título no son una amenaza, es algo literal que sucede sin descanso y en tercera dimensión. Es tanto lo que salta del cuadro que se tiene la sensación de perderse los detalles. Tintin compra el modelo de un barco antiguo en el mercado callejero de su localidad, más de uno trata de comprárselo, se trata de una clave para encontrar un tesoro escondido. Hay balazos de por medio, acaban por robarle el barco, luego lo secuestran y un grupo de amotinados se lo lleva por mar. Conoce al Capitán Haddock, dado siempre al whisky, y escapa con él para acabar en el Sahara, donde Haddock, en su delirio, recuerda la batalla naval narrada por su abuelo que es el punto de partida del misterio para luego acabar en una ciudad inventada en Marruecos. Se siguen los balazos y las persecuciones. Hay una especialmente notable: con Tintin montado en una motocicleta con Haddock en el sidecar.
El guión (se sabe que hubo otros tantos anteriores que fueron deshechados) corrió a cargo Steven Moffat (conocido por su trabajo en la televisión inglesa), Edgar Wright (quien escribió y dirigió la incalificable épica de videojuego Scott Pilgrim vs.The World, 2010) y Joe Cornish (dado también a algunas extravagancias), a partir de tres álbumes, El Secreto del Unicornio, El Tesoro de Rakham El Rojo y El Cangrejo de las Pinzas de Oro.
Existe la amenaza confirmada de una secuela (esta vez a cargo de Peter Jackson) para seguir explotando este extraño maridaje entre la franquicia y tecnología que la hace posible (o mejor dicho, que la hace verse así). Quien sabe, incluso acaben llevándola más lejos en sus posibilidades. Aunque, una vez rotos todos los esquemas, ¿qué más se puede romper?