Por Julio Enrique Macossay (@makoss1)
Si uno revisa el panorama cinematográfico de la animación japonesa, es evidente que la gran mayoría de las películas animadas se siguen haciendo con recuros tradicionales y que las pocas cintas CGI se reducen a adaptaciones de videojuegos o nuevas versiones de viejos clásicos como Final Fantasy: The Spirits Within (2001), Final Fantasy VII: Advent Children (2005), Space Pirate Captain Harlock (2013), Stand by Me Doraemon (2014) y Los Caballeros del Zodiaco: La leyenda del Santuario (2014).
La experiencia de los japoneses en este tipo de animación es gracias a los videojuegos; La leyenda del Santuario es una clara muestra de ello. Para empezar, está presente el preciosismo típico que los nipones emplean para los escenarios de los juegos virtuales. El Santuario se parece más a un nivel de Final Fantasy o Devil May Cry que al templo griego que vimos en el animé ochentero; es una versión llevada al límite barroco, estéticamente hablando, de lo que ya conocíamos. Las batallas son visualmente impactantes, pero vacías; conforme avanza la película se va generando la sensación de que sólo existen como un pretexto para mostrarnos las habilidades de los programadores casi como si estuviéramos ante el demo técnico de un nuevo motor gráfico… y no una película animada. El diseño de personajes se aleja del que nos tenía acostumbrado Masami Kurumada, creador del manga original, y se acerca, nuevamente, a lo que veríamos en un Final Fantasy, pero con algunos retoques que los hacen ver ligeramente más caricaturescos.
Dejando del lado lo estético, la trama es el principal problema de este filme. A diferencia de Dragon Ball Z: la batalla de los dioses (pueden leer nuestra reseña aquí) u otras cintas basadas en animés famosos, esta película no ocurre ni en el pasado ni en el futuro, sino que intenta ser una versión cinematográfica del quinto y sexto arco narrativo de la caricatura. Esto implica que se están tratando de resumir 38 capítulos del animé en tan solo 93 minutos, y, si soy honesto, los cinco capítulos del quinto arco los resumieron en cinco minutos. Aunado a esto, al hacer que Saori conozca a Seiya y compañía justo antes de ir al Santuario hace que los otros 35 capítulos literalmente no existan. Esto es lo mismo que decir que el torneo entre los caballeros de bronce para obtener la armadura de Sagitario, la pelea contra los caballeros negros de Ikki y la pelea contra los esbirros del Patriarca —que es una de las causas de que vayan al Santuario, en primer lugar— nunca sucedieron. El resultado es que la trama queda con muchos vacíos por lo que sólo puede ser comprendida a cabalidad por los que estén familiarizados con la versión original. El desarrollo de las personalidades de los caballeros se vuelve casi nulo; son como entes cuya única razón para luchar por Saori/Atena es que se los ordenó el abuelo de ésta.
El tono irregular de la cinta, que por momentos trata de mantener la seriedad y el dramatismo de su fuente, y en otros presenta elementos cómicos más propios de caricaturas que claramente están dirigidos a un público infantil; este desbalance, revela que los creadores no supieron decidirse entre complacer a los fanáticos de Los Caballeros del Zodiaco y hacer una película para las nuevas generaciones. Dos son los personajes que más sufren de este cambio: Seiya y Máscara de la Muerte. El primero es convertido en un bufón que hace chistes en momentos inadecuados y rompe de mala manera la tensión. Por otra parte, el caballero dorado de Cáncer y la batalla contra él parecen una parodia de la versión original. Si en el animé él era uno de los caballeros más temibles que tenía como trofeo el alma de las personas que había matado y peleaba contra sus adversarios en el mismísimo inframundo, aquí el personaje parece una triste caricatura de Jack Sparrow enfundado en una armadura dorada, y para empeorar las cosas, hace acto de aparición montado en unos globos y haciendo malos chistes mientras las almas en pena cantan una pobre imitación de una canción de Disney… Si toda la cinta hubiera tenido el tono de esta pelea, no sólo hubiera estado dirigida exclusivamente a un público demasiado infantil sino que hubiera sido literalmente una parodia en lugar de un remake.
Lo que pudo ser una versión modernizada para los fans o un acercamiento al público infantil, terminó siendo un intento fallido de ambas cosas en la que ya no son los caballeros los que derraman lágrimas, sino nosotros… pero de frustración y tristeza.