¿De qué originalidad calzas?

Por Reneé Alegría y Manni C. Preciado

La mayoría de las veces, la ciencia ficción nos transporta a un futuro sumamente estilizado y de grandes innovaciones tecnológicas, al tiempo que expone un contexto caótico, deplorable y grotesco. En Children of Men (2006) los camiones tienen hologramas, la mayoría de los países son ingobernables, todos quieren migrar a Europa y las mujeres ya no pueden reproducirse. En District 9 (2009) los extraterrestres invaden Sudáfrica y el gobierno experimenta con ellos para imitar su bio-tecnología alienígena. En Los recolectores, los enfermos ya no tienen que esperar en una lista para adquirir algún órgano; la corporación La Unión ha desarrollado partes del cuerpo bio-mecánicas, sólo que si se atrasan en los pagos, el recolector les disparará con un arma de electrochoque, los abrirá con un bisturí, y les embargará el producto. La Unión funciona igual que el banco, si no pagas la hipoteca, te desalojan de tu hogar. Si no pagas por tus riñones, irán por ellos. A diferencia de Children of Men y District 9, en Los recolectores la inverosimilitud se apodera de la cinta. Este thriller de ciencia ficción más bien es una comedia de acción involuntaria, con excelente cinematografía y animación, pero incapaz de generar empatía en el espectador.

Como buena pareja políticamente correcta de Hollywood (uno afroamericano, el otro anglosajón, inglés en este caso) Jake (Whitaker) y Remy (Law) unen fuerzas para cumplir con su misión: identificar a los que sobrepasaron su fecha límite de pago (noventa días), para abrirlos como vacas muertas. La idea de ver a Jude Law (Closer, 2004) pateando traseros junto a Forest Whitaker (Ghost Dog, 1999) suena bastante divertida, sin embargo, la falta de química es evidente, y si a eso se le suma la frase de "un trabajo es un trabajo ¿no?" que usan infinidad de veces para creer que mancharse de sangre no es voluntario sino un trabajo más, la formación pierde su atractivo.

Lo que pudo haber sido un thriller de ciencia ficción sangriento, se convierte en uno bastante cursi. Remy sufre un accidente a la hora de sustraer un órgano, recobrando la conciencia en un hospital y con un nuevo corazón marca La Unión. El problema no es la deuda que mantiene con la empresa sino que ahora le resulta imposible emplear un bisturí en contra de los deudores. El gato se convierte en ratón. Eventualmente, Remy se alía con Beth (Alice Braga), una cantante de bar cuya anatomía se asemeja a la de un monstruo del doctor de Frankenstein, con deudas desde los ojos hasta las rodillas. La interacción sensual entre ellos es bastante pretenciosa, con diálogos como "¿de qué marca son tus labios?", "son todos míos". La historia empeora y no hay vuelta atrás.

Lo interesante de la película aparece en trozos con algunas secuencias de acción bien logradas o escenas que ganan tensión por la sangre derramada. Como cuando un recolector va en búsqueda de Remy, y cuando un machete está a punto de abrirle el pecho, para esquivarlo, el gordo recolector cae pisos abajo, una máquina de escribir aterriza sobre su cabeza y desintegra su cerebro.

Con experiencia en dirección de videos musicales, el director Miguel Sapochnik, un primerizo en el ruedo, pasa su prueba de fuego a medias, en parte, gracias a las coreografías minuciosamente concebidas por el experimentado Jeff Imada (The Book of Eli, 2010; Crank, 2006; Mr. & Mrs. Smith, 2005; The Bourne Supremacy, 2004), incluyendo la secuencia de acción de Remy vs. recolectores, un homenaje a Oldboy (2003) de Park Chan-wook.

La cinematografía de Enrique Chediak (28 Weeks Later, 2007) y la música original de Marco Beltrami (Hellboy, 2004; Blade II, 2002; Resident Evil, 2002) son los elementos acertados del filme. Sin embargo, sus escritores Garrett Lerner (con experiencia en series de televisión como Roswell y Smalllville) y Eric García (autor de la novela en la que se basa la cinta, The Repossession Mambo, 2009) utilizaron un contexto muy similar al de Repo! The Genetic Opera (2008), cinta ubicada en el 2056 que narra básicamente la misma historia: la compañía bio-tecnológica GeneCo se encarga de vender transplantes a un precio elevado, la única diferencia es que en ésta sólo hay un responsable de recolectar órganos y lo hace cantando ópera. Por estos hechos, Los recolectores carece de originalidad, y pertenece a esas películas de las que difícilmente puedes evitar reirte en momentos de suspenso.