Reseña, crítica Maléfica - ENFILME.COM
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FICHA TÉCNICA
Maleficent
Maléfica
 
Estados Unidos
2014
 
Director:
Robert Stromberg
 
Con:
Angelina Jolie, Elle Fanning, Sharlto Copley
 
Guión:
Linda Woolverton, Charles Perrault
 
Fotografía:
Dean Semler
 
Edición:
Chris Lebenzon, Richard Pearson
 
Música
97 min.
 
Duración:
James Newton Howard
 

 
Maléfica
Publicado el 01 - Jun - 2014
 
 
La nueva versión de La bella durmiente (1959), enfocada en la vida, percance y ascenso de la villana del cuento, dirigida por el debutante Robert Stromberg,  muestra el lado más tierno y a la vez la tragedia que llevó a Maléfica a  transformarse ?y trastornarse? hasta personificar a la mala del cuento, interpretada por la diva Angelina Jolie. - ENFILME.COM
 

Por Verónica Sánchez Marín (@Sofiasanmarin) 

La nueva versión de La bella durmiente (1959), enfocada en la vida, percance y ascenso de la villana del cuento, dirigida por el debutante Robert Stromberg, muestra el lado más tierno y a la vez la tragedia que llevó a Maléfica a transformarse –y trastornarse– hasta personificar a la mala del cuento. La historia que se cuenta en Maléfica en el trazo que va después de los primeros 20 minutos hasta poco antes del final, es la misma que la de la historia que ya conocemos, protagonizada por la princesa Aurora; pero hay un importante cambio: la perspectiva desde donde se narran los acontecimientos. Esta vez, los vemos desde el punto de vista de la ruin antagonista, Maléfica, que aquí deviene en una suerte de hada madrina.

Por lo general, los villanos de los cuentos de hadas y libros de los cómics habitan un mundo maniqueo del bien y del mal. Todos, desde Lex Luthor hasta la Maléfica original (cuyo nombre significa la conjunción de todos los males) son virulentos porque sí, porque así nacieron, porque es natural que haya gente que opta por la calamidad y el daño como estilo de vida. Todo enemigo está condenado a la vileza, diría Hobbes en el Leviatán. La Maléfica interpretada por Jolie pasa por un proceso antes de inclinarse a la maldad; traicionada, ella se deja invadir por la ira y los deseos de venganza. Es, en toda la extensión de la palabra, tan humana como el hombre que la traiciona.

Hasta aquí Disney intenta salir un poco de su idilio mágico y de la ensoñación moral donde el bien y el mal se tipifican como personas, para introducirse al marasmo ético donde no se juzga como bueno o malo a un personaje hasta que, consciente de las implicaciones negativas de sus actos, se deja consumir por la infamia y ahí se planta contra toda voluntad ajena a sus propósitos egoístas. El mal ahora aparece como una condición inculcada, no gratuita; el mal es la imperfección del mundo, su cadena de vicios, que eventualmente abruman hasta consumir.

La estocada comienza con una infante Maléfica (Isobelle Molloy), hada que gracias a su poder y tamaño funge como protectora del Páramo –un bosque habitado por elfos, ninfas, criaturas flotantes y árboles en frugal animación caballeresca–. Vive de manera placentera en ese mundo, alejada de los hombres. Es de figura delgada, piel blanca, labios rojos carmesí, pómulos afilados y coquetos; tiene un par de cuernos de cabra que nacen de su cabeza; posee unas alas enormes que se asemejan a las de un dragón, y en las que descansa su confianza para moverse por los aires en un despliegue de efectos especiales memorables, con cuadros que explotaron la imaginación del equipo de arte, donde se someten a los atardeceres a distintas perspectivas, siempre retóricas, no por ello menos bellas. El único peligro que corre, como todas las criaturas frágiles dispuestas a festejar lo que les rodea, es dejarse contaminar por los sentimientos más bellos que acontecen a las conciencias terrestres; como el amor, por ejemplo. 

A las afueras de su reino está el de los humanos, un universo caracterizado por su ambición e impiedad. Un día, en su pequeño paraíso, Maléfica se cruza con Stephan, un niño huérfano, como ella, con el que entabla una amistad cuando lo perdona por haber hurtado una gema. El niño ha sido despojado de cuanto podría tener un hombre y en su corazón anidan dos cosas: un deseo de ser más de lo que es, y una necesidad de ser feliz que no parece empatar con su primer propósito. Pero el giro inicial radica en un gesto de honesta fidelidad a la amistad que él ofrece al futuro del hada, quien se siente íntimamente involucrada con el huérfano. La prueba de Stephan: como a las hadas las hiere el hierro, se despoja de una de las pocas prendas propias que tiene, confeccionada con este metal. El hada adolescente y el niño se encontrarán de vez en cuando en el corazón del bosque, una rutina feliz para ambos hasta que se transforman en adultos y Stephan intenta convertirse en un hombre de bien según el escalafón social, con influencia en el palacio, al lado del rey que gobierna el territorio vecino al Páramo.

El paso a la madurez es también una transición donde la inocencia de los juegos queda atrás para que sentimientos más intensos surjan: ella enamorada de él, y Stephan (Sharlto Copley), cegado por la codicia. El verdadero amor de este humano es el poder y el estatus. Ella no duda de él; pero él no duda en traicionar a su dulce Maléfica. Destrozada por la villanía que comete su amado, el hada se dejará consumir por el dolor, cargándose con ella a todo el reino feérico que tutela, y comenzará una batalla con Stephan, ahora rey del reino humano, el primero de su linaje. 

La historia, llegada a este punto, plantea una ficción de despecho donde el primer enemigo es la voracidad despiadada del hombre. A continuación, tras este preludio, donde la conclusión es históricamente discernible en cualquier mitología (amistad, amor, confianza, traición, desolación, dolor y sed de venganza), la Maléfica adulta, desalada y despechada, es entonces empujada por el odio a pronunciar su legendaria maldición: “el día en el cumpla 16 años, se pinchará el dedo con el huso de una rueca, y entrará en un sueño profundo, del que sólo podrá despertar con beso de amor verdadero”; un nada grato conjuro que recae sobre la princesa Aurora (Elle Fanning), la hija de Stephan, recién nacida. De hecho, les recomiendo prestar atención particularmente a esta secuencia, probablemente el mejor momento de Jolie ­–un andar cadencioso y una dosis equilibrada entre maldad, despecho y ternura–. Esto, por supuesto, ya bajo la conocida facha de malevolencia con la cual nos presentó Disney en La bella durmiente a Maléfica. Una voz en off no deja de recordarnos esta diferencia drástica –que la historia que se cuenta aquí es la de Maléfica, no la de Aurora–,  por si acaso no lo habíamos notado hasta este punto.

De oficio también especialista en efectos visuales, el director Stromberg entrega un espectáculo visual de primer orden y con alta calidad –el realizador ha estado detrás de los efectos especiales de cintas como El laberinto del fauno (2006) de Guillermo del Toro, Avatar (2009) de James Cameron, o Alicia en el país de las maravillas (2010) de Tim Burton, y del diseño de arte de Los juegos del hambre (2012)–. Fiel al cortejo paisajístico de Disney, la estética de la película cuenta con efectos especiales (en 3D) efectivos, aunque sin mayor complejidad, consiguiendo una atmósfera y sensaciones que remiten a la era remota, desde la construcción física de Maléfica hasta el levantamiento de las fronteras que custodian al Páramo. A lo largo de la filmación de la cinta, Jolie tuvo que utilizar una prótesis para la nariz, para las mejillas, los dientes y las orejas, y usar lentes de contacto ojos de luna y un voluminoso par de cuernos sobre su cabeza; caracterización realizada por Rick Baker, el maestro de los efectos especiales detrás de The Exorcist (1973) y Men in Black (1997), ganador de un premio Oscar por An American Werewolf in London en 1981. Esta joven hada –que encarna los símbolos paganos del bien–, vigila la pureza del bosque mientras vuela entre las nubes, sobre las cascadas o en medio del bosque luminoso. Se trata de un cúmulo de magia que Jolie domina con la seguridad que le da el director al colocarla en una posición privilegiada respecto a los seres que deambulan entre los dos reinos.

Precisamente en estos apartados técnicos recae el mayor peso de la historia. Tanto, que el resto de los elementos de la película quedan aplastados por tan lujoso trabajo de producción. El guión de por sí es cadencioso y bien estructurado, pero condescendiente en figuras retóricas de muerte y batalla que disminuyen los logros de la nueva historia de traición, donde la pureza se ve asediada por el hambre de dominio. La trama muy al estilo del libro ilustrado, atrapa la atención del espectador en su primera parte, en un relato que muda al ritmo cansino que de pronto entorpece al segundo tramo, hasta caer en un final predecible y con secuencias un tanto repetitivas, con batallas tontas donde se intenta lucir más el aerodinámico y guerrero cuerpo de Jolie, que de pronto parece una Gatúbela alada.

Elle Fanning nuevamente deja una gran actuación en su papel secundario de encantadora princesa, ingenua e inmadura, un papel completamente nuevo para ella. Su gesticulación boba, extremadamente alegre, que da saltitos para todo y que pone cara amigable a la menor provocación, deja clara su dedicación y estudio del modelo tradicional de las princesas de Disney. Lo cierto, como decía párrafos arriba, es que sí, Jolie sí se lleva las palmas en un momento específico: se presenta a la nueva princesa al reino y las hadas acuden a darles sus dones a la niña, y Maléfica aparece transfigurada. Sin embargo, para entonces ya sabemos que el mal no es un gusto, sino una devastación del dolor. Y así lo sentimos en ese momento, en el que un corazón roto parece desencadenar la ruina de un ser inocente.

 
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