Reseña, crítica Minions - ENFILME.COM
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FICHA TÉCNICA
Minions
Minions
 
Estados Unidos
2015
 
Director:
Kyle Balda, Pierre Coffin
 
Con:
(voces en español): Thalía, Ricky Martin, Irene Azuela, Alfonso Herrera
 
Guión:
Brian Lynch
 
Edición:
Claire Dodgson
 
Música
Heitor Pereira
 
Duración:
91 min.
 

 
Minions
Publicado el 10 - Jul - 2015
 
 
  • Reseña: Al recurrir en todo momento a la comedia física, se pierde el tiempo, el espacio  y la sincronización en la que se basa este tipo de arte que fue muy bien ejecutado por Charles Chaplin y Jacques Tati, actores que se daban breves descansos necesarios y no abusaban del recurso; su humor era silencioso, pero con profundidad emocional, una de las grandes carencias de los Minions.  - ENFILME.COM
  • Reseña: Al recurrir en todo momento a la comedia física, se pierde el tiempo, el espacio  y la sincronización en la que se basa este tipo de arte que fue muy bien ejecutado por Charles Chaplin y Jacques Tati, actores que se daban breves descansos necesarios y no abusaban del recurso; su humor era silencioso, pero con profundidad emocional, una de las grandes carencias de los Minions.  - ENFILME.COM
  • Reseña: Al recurrir en todo momento a la comedia física, se pierde el tiempo, el espacio  y la sincronización en la que se basa este tipo de arte que fue muy bien ejecutado por Charles Chaplin y Jacques Tati, actores que se daban breves descansos necesarios y no abusaban del recurso; su humor era silencioso, pero con profundidad emocional, una de las grandes carencias de los Minions.  - ENFILME.COM
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  • Reseña: Al recurrir en todo momento a la comedia física, se pierde el tiempo, el espacio  y la sincronización en la que se basa este tipo de arte que fue muy bien ejecutado por Charles Chaplin y Jacques Tati, actores que se daban breves descansos necesarios y no abusaban del recurso; su humor era silencioso, pero con profundidad emocional, una de las grandes carencias de los Minions.  - ENFILME.COM
  • Reseña: Al recurrir en todo momento a la comedia física, se pierde el tiempo, el espacio  y la sincronización en la que se basa este tipo de arte que fue muy bien ejecutado por Charles Chaplin y Jacques Tati, actores que se daban breves descansos necesarios y no abusaban del recurso; su humor era silencioso, pero con profundidad emocional, una de las grandes carencias de los Minions.  - ENFILME.COM
  • Reseña: Al recurrir en todo momento a la comedia física, se pierde el tiempo, el espacio  y la sincronización en la que se basa este tipo de arte que fue muy bien ejecutado por Charles Chaplin y Jacques Tati, actores que se daban breves descansos necesarios y no abusaban del recurso; su humor era silencioso, pero con profundidad emocional, una de las grandes carencias de los Minions.  - ENFILME.COM
 
por Luis Fernando Galván

Aquellos pequeños y amarillos lacayos ruidosamente carismáticos que sirvieron a Gru en Mi villano favorito (Despicable Me, 2010), y cuya participación era secundaria, se instalaron rápidamente como las superestrellas de la taquilla. En agosto de 2013, el director ejecutivo de la NBC Universal, Steve Burke, aseguró que Mi villano favorito 2 (Despicable Me 2, 2013) se había convertido en “la película más rentable en los cien años de la historia de Universal Studios” debido, en gran medida, a la presencia en pantalla de los Minions. Pero estas criaturas no sólo estuvieron presentes en los dos filmes, sino que en el lapso entre ambos, se desarrolló una feroz campaña comercial y mercantil (que se ha extendido hasta nuestros días) para posicionar a los personajes en el mundo cotidiano de los niños atacando principalmente en productos alimenticios y de entretenimiento. Los juguetes y las comidas se convirtieron en el nuevo hogar de los Minions. McDonald’s, General Mills, Gameloft, Thinkway Toys y Hasbro se convirtieron en los principales socios del estudio cinematográfico. Entonces –aunque los niños ya conviven a diario con las criaturas amarillas debido a que están expuestos a cualquier producto de estas marcas–, sólo era cuestión de tiempo para volver a verlos en pantalla grande y, antes de la llegada de Mi villano favorito 3 (anunciada para estrenarse en 2017), los productores decidieron lanzar Minions (2015), un filme que se establece como spin-off para explorar los orígenes de estas criaturas que parecen cápsulas itinerantes de ojos saltones, llenas de picardía y que anhelan el caos. 

La voz en off del narrador explica cómo los Minions son una raza que ha estado presente desde el nacimiento de las primeras especies que habitaron la Tierra. Mediante una atractiva secuencia de animación tradicional, se muestra a los Minions evolucionando a partir de seres unicelulares amarillentos. Pero muy rápido se da el salto del dibujo a mano a la eficacia técnica del CGI, y vemos a estos personajes traviesos dispuestos a servir a la especie más cruel que habite el planeta; durante siglos –debido a sus descuidos y torpezas–, ellos mismos han exterminado a sus amos, por lo que han vivido en un constante exilio. Son nómadas que se han trasladado de un lugar a otro durante el curso de la historia humana; han trabajado con el faraón egipcio Zoser, con el temible conde Drácula y con el estratega militar Napoleón, entre otros.

Después de intentar construir su propia civilización en una remota y fría cueva, los Minions, sin tener a quien servir, se sienten tristes. Por esa razón, un trío de intrépidos, Kevin, Bob y Stuart, decide emprender un largo viaje en busca de un supervillano al cual prestarle sus servicios. Su búsqueda los lleva, durante la década de 1960, a Nueva York; ahí se enteran de una magna convención de villanos y criminales que se lleva a cabo en Orlando. En esta ciudad de Florida, los protagonistas conocen a Scarlett Overkill, una malvada mujer que los contrata para trabajar bajo sus órdenes. Pero ella es una villana poco inspiradora; es un personaje plano, sin complejidades, sin dilemas, sin un atractivo trasfondo como el del protagonista de Mi villano favorito, Gru, cuya innoble y ermitaña personalidad es transformada en la de un generoso y afectuoso hombre. Scarlett se traslada con sus súbditos a Londres porque anhela poseer la corona de la Reina de Inglaterra, pero su embarazoso e intrincado plan es insuficiente para sostener el resto del relato, y sólo sirve como pretexto para ver lo único que los muñecos amarillos saben hacer: expresarse mediante acciones, recurrir a su rudimentario lenguaje (que incluye alusiones a palabras procedentes de diversos idiomas), meterse en líos y golpearse entre ellos para configurar un extenso salpicado de gags visuales. Existe un elemento sombrío en esos seres que sólo conocen la felicidad cuando están al lado de un tirano o malévolo personaje; en apariencia son torpes, pero los Minions sienten fascinación por la elaboración y manejo de armas. ¿Cuál es la diferencia entonces entre la violencia que ejecutan estos personajes y la que se muestra en, por ejemplo, los videojuegos? Quizá es el tono y la explicitud; parecería que mientras no haya sangre y, siempre y cuando la violencia se reduzca a una gracia, al momento chusco que sirve para burlarse y humillar al otro, entonces no hay problema y es aprobado para ser visto por los ojos de los más pequeños. La distancia que se crea entre un mundo ficticio y la realidad es la que permite aplaudir las conductas de los Minions, pero si esa violencia se ejecuta fuera de la sala de cine, contra una persona o un animal, entonces dejaría de parecer un acto susceptible de risas.

El filme incluye una serie de referencias a las travesuras y rutinas de los niños de The Little Rascals (1994) –principalmente aquellas situaciones en donde la estatura de los más pequeños es ridiculizada porque se les considera incapaces de realizar tareas que sólo las personas altas pueden ejecutar–, y los directores, Pierre Coffin (Despicable Me, 2010) y Kyle Balda (The Lorax, 2012), intentan reproducir el aspecto retro de la época en que sitúa la mayor parte del filme: los sesenta en Estados Unidos e Inglaterra. Pero las alusiones a los posters del candidato Richard Nixon, los cuadros de las latas de sopa de tomate de Andy Warhol, la serie televisiva Bewitched, y el soundtrack –repleto de grandes éxitos musicales tanto de bandas estadounidenses (The Doors, The Turtles) como inglesas (The Beatles, The Kinks)– son sólo un elemento de decoración. Los detalles y especificidades de la época y su agitada atmósfera no se extienden mucho más allá del cliché de los hippies, los pubs británicos y los referentes musicales antes mencionados. La película pudo haberse desarrollado en cualquier otro lugar y en cualquier otro periodo con el mismo resultado. 

Uno de los creadores de los Minions, Pierre Coffin (el otro es el diseñador y artista visual, Eric Guillon), se inspiró en la comedia muda para darle vida a sus personajes –aunque algunos de los elementos visuales como el color amarillo, el gusto por los plátanos y la vestimenta azul los adaptó de la apariencia del humorista francés, Michel Colucci (1944-1986), también conocido como Coluche– , sin embargo, al recurrir en todo momento a la comedia física, se pierde el tiempo, el espacio  y la sincronización en la que se basa este tipo de arte que fue muy bien ejecutado por Charles Chaplin y Jacques Tati, actores que se daban breves descansos necesarios y no abusaban del recurso; su humor era silencioso, pero con profundidad emocional, una de las grandes carencias de los Minions. Éstos deben permanecer en los márgenes de un relato, como fieles mascotas y siervos, porque al gobernar la pantalla en todo momento, pierden su chispa. Su espontaneidad y sus ocurrencias dejan de serlo para transformarse en un requisito que se estira hasta el límite desbordando en el exceso y, peor aún, carente de tema central, discurso, objetivos y un hilo emocional conductor. Lo único que interesa es la acumulación de bananas y la lealtad distorsionada que pregonan estos seres. En Despicable Me, los Minions eran files seguidores de su amo, cumplían sus tareas, pero no se mostraban agobiados. Ahora, estas criaturas se perciben desesperadas por servirle a alguien, y ese tono no les conviene porque, de por sí, su actitud ya resulta exasperante. En términos de reflexión e introspección, Minions no aporta elemento alguno de interés para un público adulto, ni tampoco una moraleja o mensaje sensato para los niños; sólo es el retrato de una horda de seres lingüísticamente incapacitados en constantes problemas.

 
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