Dos décadas después de los incidentes ocurridos en Parque Jurásico (Jurassic Park, 1993), el joven realizador estadounidense, Colin Trevorrow (Safety Not Guaranteed, 2012), es el responsable de dirigir Mundo Jurásico (Jurassic World, 2015), la cuarta entrega de la saga producida por Steven Spielberg y, probablemente, una de las películas más esperadas de este año. Luego de dos secuelas fallidas (El mundo perdido, 1997; Parque Jurásico III, 2001) y varios años de espera, Trevorrow aprovecha al máximo la pulcritud y eficiencia técnica del CGI para mostrar enormes criaturas capaces de generar asombro, desconcierto, espectacularidad, amenaza y terror; una mezcla de sensaciones que, a pesar de no lograr el mismo efecto de seducción que logró Spielberg en 1993, consigue mantener al espectador en una misión incesante como si se tratara de un largo paseo a bordo de una montaña rusa; desde el momento en que las puertas del parque se abren hasta que se clausura el filme con el clásico tema musical de John Williams (aunque en esta ocasión la banda sonora estuvo a cargo de Michael Giacchino), la película está llena de momentos emocionantes que merecen ser experimentados.
Gray (Ty Simpkins), un niño fascinado por los dinosaurios –la decoración de su habitación y el entusiasmo con el que habla de las diversas especies del reino animal lo delatan–, es enviado en compañía de su hermano mayor, Zach (Nick Robinson), un adolescente serio y reservado, a “Jurassic World”, un parque temático de dinosaurios, ubicado en la isla Nublar en Costa Rica, cuyo propietario es Masrani (Irrfan Khan), el encargado de construir y consolidar el sueño de John Hammond (gerente de InGen, interpretado en la primera película por Richard Attenborough). Gray y Zach aprovechan el viaje para convivir con su tía Claire (Bryce Dallas Howard), una elegante y organizada mujer que trabaja como gerente de operaciones y está ocupada supervisando los preparativos para presentar su más reciente atracción: la Indominus Rex, una nueva especie híbrida criada en cautiverio que posee fortaleza e inteligencia, y que, cuando es capaz de salirse del control humano, pone en peligro a todos los visitantes.
No conformes con la instauración de un monumental recinto habitado por dinosaurios creados a partir de la clonación genética, tanto los propietarios e inversionistas de “Mundo Jurásico”, así como los visitantes y espectadores, están ansiosos por ver más: todos anhelan una criatura mucho más espectacular que las que ya conocen; desean un monstruo más grande, fuerte y feroz, con más dientes. Se manifiesta la hibris en su máxima expresión; el hombre no se limita ante su impulso irracional y desequilibrado por crear nuevas especies; es consciente de lo que realiza y está entusiasmado con la idea de superar esos confines. Así como Prometeo transgredió las normas de los dioses para entregar el fuego a los mortales, InGen, Masrani Global Corporation y Henry Wu (el científico especialista en genética interpretado por B.D. Wong) intentan superar a la naturaleza para crear al ser temible –una amenaza como lo era el fuego para los griegos– que la audiencia exige, reclama y ovaciona. En una de sus aristas, Mundo Jurásico es un relato sobre el orgullo del hombre y el castigo que recibe por su intransigencia.
Entre los habitantes de Mundo Jurásico se encuentra Owen (Chris Pratt), un personaje bien definido, aunque poco complejo, que representa la postura opuesta de la monumentalidad y espectacularidad del parque: Owen es sencillo en su manera de vivir y de vestir, es un entrenador de velociraptors que ha aprendido a interactuar con ellos: “No controlo a los raptors; esto se trata de una relación basada en el respeto mutuo”, así es como el exmarine le explica a Hoskins (Vincent D’Onofrio), el siniestro jefe de seguridad del parque, el vínculo que ha creado con los animales. El personaje de Pratt ha aprendido a interactuar y comunicarse con los dinosaurios que están bajo su cargo. En gran parte del relato, Owen funciona como el portador de una lección de humildad hacia aquellos que buscan ejercer el control absoluto y desmesurado sobre los demás. Owen es, también, una versión joven y contemporánea de Indiana Jones; un hombre valiente, dispuesto a confrontar mediante el uso de la inteligencia y las alianzas pertinentes a la Indominus Rex.
El filme promete y cumple: ofrece lo mismo que un atractivo parque de diversiones. La lucha entre la Indominus Rex y los Ankylosaurus; los pesados Triceratops corriendo como toros enfurecidos; los Pterodactylus que, desde el aire y homenajeando a Los pájaros (1963) de Alfred Hitchcock, acechan con agresividad a los visitantes; la monstruosidad de Mosasaurus, un reptil acuático cuyas poderosas aletas le permiten impulsarse para salir de los límites del mar; todos ellos conforman el catálogo de acción y dinamismo del universo dirigido por Trevorrow, quien, después de su ópera prima –Safety Not Guaranteed, una comedia independiente, modesta, verosímil y con un tono realista sobre el viaje en el tiempo–, configura una atmósfera inquietante que se torna más perversa conforme aparece el monstruo principal acompañado de una paleta de colores grises, azules oscuros y verduzcos que acentúan el tono maligno de las secuencias. A diferencia de los filmes anteriores, la violencia de Mundo Jurásico es más explícita y visceral. Mientras el suspenso fue el sello distintivo de los anteriores, aquí la mayoría de los eventos se sostienen por la articulación de las constantes persecuciones, el ir y venir desenfrenado de los personajes, saltando de una locación a otra ya sea corriendo, en automóvil o en helicóptero.
Un elemento de tensión, reiterativo y poco novedoso, pero necesario al tratarse de un espacio visitado por las familias, es la presencia de los niños en constante peligro; un recurso que enfatiza la pesadilla que atraviesan los padres al saber que la vida de sus hijos es amenazada. Pero un elemento innecesario es la inclusión de un breve romance entre Claire (la elegante y organizada mujer dedicada a las labores de oficina) y Owen (el hombre desaliñado, por momentos tosco, acostumbrado a vivir en medio del bosque y en contacto con el reino de lo salvaje); el enamoramiento de ambos, que al principio se detestan, luce forzado y sin un desarrollo pleno de las emociones e intenciones de los personajes. La relación de Gray y Zach, los dos pequeños hermanos, es estrecha y cariñosa en los momentos de mayor riesgo. Por su parte, las enormes criaturas generan sentimientos de admiración y maravilla.
El director consigue el mismo nivel de excitación presente en la novela original de Michael Crichton, estableciendo un equilibrio entre la nostalgia de la primera película de la franquicia y la innovación tecnológica de nuestros días. Debido a ello, el filme se siente como una progresión natural de la historia, en lugar de ser un reboot o un spin-off. Los espectadores que conocen la franquicia se percatarán de algunos detalles que le rinden homenaje al filme dirigido por Spielberg: el antiguo centro de visitantes, los icónicos jeeps color beige, la popular mercancía (playeras con el símbolo de Jurassic Park), un breve cameo de Mr. DNA, así como el trabajo de Owen con los velociraptors que se basa en el comportamiento social de los animales mostrado en Parque Jurásico III. Incluso, el zoológico –donde los niños pueden montar Triceratops o los paseos en lancha sobre un río rodeado por Diplodocus– hace referencia a los diseños y al concepto de arte provenientes de la película original. Trevorrow y los guionistas (Rick Jaffa y Amanda Silver) evidencian que conocen y respetan el material de origen: por ejemplo, el camuflaje camaleónico de la Indominus Rex se basa en puntos significativos de la trama establecida en las novelas de Crichton.
En 1993, el autor de la novela declaró: “La biotecnología y la ingeniería genética son muy poderosas. La película [de Spielberg] sugiere que el control de la ciencia de la naturaleza es difícil de alcanzar. Y, así como es riesgoso dejar la guerra en manos de los comandantes, hay que tener cuidado cuando se le deja toda la ciencia a los científicos”. Tomando en cuenta que el libro Parque Jurásico fue concebido para advertirle al público sobre los inherentes peligros de la biotecnología, Mundo Jurásico plantea, pero no desarrolla con profundidad, las implicaciones éticas y las cuestiones morales que se desprenden de los avances en la ingeniería genética y la tecnología de la clonación, y mucho menos se arriesga a desarrollar el carácter intrusivo de la ciencia. Trevorrow olvida el lado oscuro de la nueva revolución científica; de manera sesgada y temerosa, el filme podría cuestionarnos: La clonación y alteración del ADN son viables, ¿pero sus fines son aceptables? Y opta por no hacerlo. Como suele ocurrir con este tipo de películas, la forma, el despliegue tecnológico a favor del espectacularidad, remata irónicamente sobre la preocupación central del escritor: la autorregulación a favor de una moral basada en el respeto al otro, naturaleza incluida.
Steven Spielberg es y será recordado, primero, por la manera en que un pequeño proyecto llamado Tiburón (Jaws, 1975) estableció el modelo a seguir para un nuevo tipo de producciones cinematográficas: el blockbuster. Gracias al éxito en taquilla de Tiburón los productores y ejecutivos de Hollywood cambiaron el panorama cinematográfico para realizar películas más grandes (en costos de producción y en términos de espectacularidad). Para bien o para mal, el concepto de entretenimiento escapista –impulsado por los enormes presupuestos– se convirtió en el componente dominante del negocio de Hollywood. En segundo lugar, Spielberg logró, con Parque Jurásico –en una época donde el CGI apenas se vislumbraba y no había sido probado en cine debido a los altos costos y las reservas que muchos estudios tenían respecto a su uso–, eliminar la barrera de la ilusión y la realidad, presentando una serie de dinosaurios que parecían pertenecer al mismo mundo que habitaban los seres humanos de su filme. Spielberg, con la ayuda de George Lucas e Industrial Light and Magic, consiguió llevar a buen puerto el CGI, hoy en día tan utilizado en las superproducciones de Hollywood.
Mundo Jurásico se erige como un notable trabajo de entretenimiento donde destaca el manejo la tecnología de la que Spielberg fue uno de los pioneros. El filme busca capturar la atención de la audiencia mediante la espectacularidad de los efectos visuales y las imágenes creadas por computadora, pero al final, le resulta difícil superar el encanto de aquella aventura que se nos propuso hace 22 años, en la que muchos vimos dinosaurios ‘reales’ por primera vez.