Un interminable video musical
Han cambiado las cosas desde que Ginger Rogers era considerada la reina de los musicales de Hollywood donde la simpleza de las historias y las rutinas de baile, sobre todo las interpretadas por Fred Astaire, enriquecían la imagen en pantalla que encandilaba y enamoraba con su glamour.
Los musicales hoy en día tienden a actualizar la fórmula de la época de los grandes estudios o a corromper completamente la dinámica, partiendo de una historia sencilla, acompañada por una gran producción de baile y música, que se convierte en una en la que aparentemente no hay que ser fiel a la continuidad, la lógica o la veracidad que debiera tener el show en pantalla. En esta última receta entra Noches de encanto (Burlesque, 2010), en la que sus creadores se olvidan de la historia para deslumbrarnos con la aportación musical de las dos protagonistas.
Noches de encanto cuenta la historia de Ali (Aguilera), una joven de un pueblo pequeño al interior de Estados Unidos que escapa hacia Los Ángeles para perseguir sus sueños de fama como bailarina y cantante. Recién llegada, se encuentra con el club Burlesque Lounge, donde una mujer de sonrisa amigable vestida de cabaret la invita a entrar. Mientras observa el lugar con timidez, inicia el primer número de la noche, en el cual Tess (Cher) canta la bienvenida al lugar. Ali se enamora inmediatamente del cabaret y, al no poder conseguir un espacio como bailarina, decide quedarse atendiendo mesas hasta que se presente la oportunidad de conquistarlos con su talento, cosa que sucede más rápido de lo que imaginaba.
Con Noches de encanto, el actor y productor de televisión, Steve Antin, debuta como director a cargo de la actriz primeriza, Christina Aguilera, y de la veterana, Cher (Stuck On You, 2008), quienes parecen no comprender qué significa actuar. Con un guión que carece de estructura y una historia que no construye ningún tipo de tensión dramática —todo se explica a través de soluciones fáciles, con diálogos de treinta segundos que pretenden dar forma a las historias de los personajes— el musical nunca cruza realmente la línea hacia la cinematografía, probablemente por el pasado televisivo del director. Sabemos que Ali es huérfana de madre, pero no por qué no tiene a nadie más en el mundo, nos muestran la relación entre Tess y su ex esposo, Vine (Gallagher), pero no el motivo de su divorcio, ni por qué mantienen su amistad; que Nikki (Bell) es alcohólica y amiga de Tess, pero no explica por qué es importante para el lugar. Al principio hay una enemistad entre Nikki y Ali que no conduce a ninguna parte y la historia de amor entre Jack (Gigandet) y Ali comienza igual de fácil que como termina.
El resto del elenco parece un adorno; todo lo que sucede no resulta más que una excusa para justificar el que las chicas sigan bailando sobre un escenario que siempre parece ser más grande, con trajes que, según la línea de la historia, son tan precarios que están pegados con pistolas de silicón, pero lucen cada vez más perfectos, y con shows que a todas luces cuestan miles de dólares, pero que claman estar hechos con un presupuesto de dos pesos.
Al concentrarse en la música y el espectáculo se sacrifica el desarrollo de las historias. La cinta nos seduce con las luces y las grandes interpretaciones vocales, algo que Cher y Christina Aguilera saben hacer a la perfección. Las dos estrellas nos conquistan cantando de la manera en que sólo ellas saben hacerlo. Pero, Noches de encanto, más que como película, funciona como una suerte de eterno video musical.
Ante todo, el cine es un arte que involucra la sincronización de distintos elementos que lleva tiempo calzar adecuadamente. Y Antin, parece falto de experiencia en este sentido, al descuidar muchos de los detalles que forman parte vital de un filme. La televisión podrá ser inmediata, pero el cine se hace con calma.