Reseña, crítica Nomadland - ENFILME.COM
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FICHA TÉCNICA
Nomadland
Nomadland
 
Estados Unidos
2020
 
Director:
Chloé Zhao
 
Con:
Frances McDormand, David Strathairn, Linda May, Bob Wells
 
Guión:
Chloé Zhao
 
Fotografía:
Joshua James Richards
 
Edición:
Chloé Zhao
 
Música
Ludovico Einaudi
 
Duración:
107 min.
 

 
Nomadland
Publicado el 14 - Abr - 2021
 
 
Inspirado en una amplia investigación periodística de Jessica Bruder, el más reciente filme de Chloé Zhao es un drama sincero y emotivo, intensamente atmosférico y empático, melancólico e íntimo, una elegía de los marginados que no cae en la autocompasión, que reflexiona sobre la condición de quienes no tienen domicilio fijo y se encuentran viajando perpetuamente - ENFILME.COM
 
por Luis Fernando Galván

Nomadland (2020), inspirado en una amplia investigación periodística de Jessica Bruder, y dirigido por la cineasta Chloé Zhao, es un drama sincero y emotivo, intensamente atmosférico y empático, melancólico e íntimo, una elegía de los marginados que no cae en la autocompasión, que reflexiona sobre la condición de quienes no tienen domicilio fijo y se encuentran viajando perpetuamente. El filme se desarrolla entre extensiones desérticas, paisajes rocosos y espacios áridos para examinar el modo de vida de la subcultura de los nómadas, aquellos pobladores -particularmente adultos mayores- que fueron borrados por la Gran Recesión. Una cultura gitana que abandona la casa tradicional y rompe las asfixiantes cadenas de las hipotecas, eligiendo furgonetas y caravanas para ir de un lugar a otro. Luchan por la estabilidad y supervivencia, experimentando el país en sus propios términos, alejándose de las demandas económicas y de las dinámicas sociales de una vida capitalista. La guionista y directora utiliza la fórmula esencial de la road movie para redefinir el sentido de la carretera como lugar individual y colectivo; reflexionar sobre el sentido del viaje y del espíritu migrante estadounidense; cuestionar las fallas del sistema que reducen a un trabajador honesto a transformar una minivan en un hogar; y comprender la diferencia entre quién es nómada por elección y quién por necesidad.

Filmada en Nebraska, Dakota del Sur, Nevada, Arizona y California, la película nos adentra en la vida de Fern (Frances McDormand), una mujer de 61 años, habitante de Empire, en Nevada. Poco después de la muerte de su esposo Bo, la ciudad se vio sacudida por la crisis económica de 2008; la fábrica en la que trabajaba cerró sus puertas, dejando literalmente a los empleados en la calle y desapareciendo hasta el código postal. Ahora la mujer está sola, instalando su residencia en su vehículo, al que apoda “Vanguard”, transformando el pequeño espacio en un hogar itinerante. El mundo de Fern está dividido entre un garaje donde todas las cosas de su marido están bajo llave y una furgoneta que la mujer ha llenado con todos los objetos que todavía tienen algún significado para ella. De esta manera emprende un viaje para escapar de la sociedad capitalista que la ha decepcionado profundamente. Viuda y sin hijos, Fern se las arregla con trabajos ocasionales como clasificar paquetes para Amazon o limpiar campamentos equipados, sin tener derecho a subvenciones estatales y sin la posibilidad de un seguro o pensión. Es una persona autosuficiente, orgullosa y decidida. Debe confiar únicamente en su propia fuerza ya que se encuentra sola en un país que siempre ha experimentado una disparidad económica y social sin medias tintas. Se desplaza de un aparcamiento a otro, tratando de mantener unido el rompecabezas fragmentado de su vida. El camino que recorre en su camioneta la expone a las bajas temperaturas del oeste americano, pero cada paisaje se convierte en su hogar bajo un techo hecho de estrellas.

Nomadland es una película que refleja y denuncia una realidad estadounidense contemporánea ya contada en el cine con obras como Into The Wild (Dir. Sean Penn, 2007), Captain Fantastic (Dir. Matt Ross, 2016) o Leave No Trace (Dir. Debra Granik, 2018); almas errantes en busca de libertad que quieren distanciarse de una sociedad entrenada y controlada. Frances McDormand interpreta al personaje central siempre teniendo en cuenta el espíritu y el estilo lírico de la historia, que se nutre de una fusión de realidad y ficción al contar con actores no profesionales y personas interpretándose a sí mismas. Transmite sentimientos de autenticidad y honestidad necesarios para soportar las escenas más emotivas -como aquellas en las que habla, con un joven que conoció por casualidad, del amor que aún la une a su difunto esposo o mientras enfrenta la desgarradora melancolía de una casa vacía que ya no le pertenece-. La actriz hace un trabajo impecable al sumergirse en su personaje de forma mesurada y atenta, siempre capaz de resaltar la interioridad de Fern en las expresiones y pequeños gestos. Con su sonrisa cautelosa y su físico orgulloso, es una observadora, contemplando las montañas, los campos, los arroyos. Conduce el relato con un sentimiento tenue y una mirada que logra, por sí misma, narrar su pasado de dolor y su presente de resignación. No obstante, en sus ojos todavía hay energía para seguir adelante, para acoger lo que el destino le depara, negando las condiciones de una existencia convencional ligado a la idea inflada y sobrevalorada del sueño americano. Fern y sus semejantes han optado conscientemente por rechazar un sistema que no los respeta, un sistema que los considera las sobras y las migajas de una economía despiadada, de un ideal hipercapitalista al que uno está cansado de corresponder. El mítico sueño americano ya no existe, quizás nunca haya sido más que un espejismo. Lo que sigue es una sensación continua de insuficiencia cuando, a pesar de una economía en expansión, la inseguridad y la inestabilidad financiera se han convertido en las constantes dominantes de nuestra modernidad, incluso en el país más rico del mundo.

Fern se niega a ser definida como una víctima que sufre su propia condición precaria; el personaje encarna el verdadero núcleo del espíritu vital: la pasión por la aventura, lejos de la comodidad, seguridad y certidumbre. Para Fern, estar en constante movimiento es casi una salvación. No necesita un lugar específico para sentirse parte de una comunidad, pero se encuentra en paz conviviendo con su soledad, incluso si no es reacia a establecer vínculos con las personas que conoce en su viaje, incluyendo a Linda (Linda May) y Swankie (Charlene Swankie), figuras que influyen en su vida y que Zhao muestra a partir de la alternancia entre planos secuencia, planos abiertos y primeros planos, fomentando reflexiones, introspecciones y giros narrativos que otorgan ritmo al relato. Cada una de ellas tiene su propia historia, sus propios antecedentes, interesantes por descubrir. Además, la cadencia del relato nos permite meditar sobre el valor del tiempo para disfrutar de la vida antes de que sea demasiado tarde.

El desplazamiento constante de la protagonista es la misma capacidad nómada de Zhao como autora para transitar, al menos momentáneamente, de lo extradiegético a la diégesis. A pesar de la música particularmente invasiva de Ludovico Einaudi, las notas sentimentales de piano aclaran la transfiguración del ambiente externo al ambiente interno: hay una secuencia en la que Zhao superpone la partitura de Einaudi en una balada folclórica que uno de los personajes está cantando en medio de un vivac. Zhao tiene un dominio absoluto y sobresaliente de las texturas, los espacios y las atmósferas; posee una comprensión creativa y vívida del viaje de Fern y de aquellos que conoce en el trayecto. La directora rodea a sus personajes dentro de marcos majestuosos e inspiradores, los recorta contra esos paisajes imponentes para dimensionar la pequeñez y la finitud óntica del ser humano respecto a la grandiosidad de la vida, y no meramente como postales senderistas o panorámicas, resaltando así el trabajo del cinefotógrafo Joshua James Richards (God's Own Country, 2017), quien manifiesta un particular interés en capturar a los personajes arropados en los momentos fugaces de la “hora mágica”, como lo acostumbra Terrence Malick, particularmente en Days of Heaven (1978).

A lo largo de tres filmes, mientras se mueve en los cánones del cine de ficción, es evidente que Zhao tiene una mirada de antropóloga, llena de curiosidad hacia el contexto que la rodea. Casi como una documentalista de antaño, Zhao tiende a interesarse en los contextos de sus personajes y comprometerse, incluso obsesionarse, con dos tensiones en particular: el desapego y el duelo. En su ópera prima, Songs My Brothers Taught Me (2015), describía las angustias y confusiones de los jóvenes indios americanos en torno a los vínculos familiares y los lazos con la reserva de Pine Ridge, el lugar que habitan; posteriormente, en The Rider (2017), investigó con mayor conciencia y profundidad las dinámicas del rodeo a partir de una serie de reflexiones que se desprendían de Brady Jandreau, el joven vaquero que -después de sufrir una lesión casi fatal en la cabeza- no puede volver a montar y, por lo tanto, lucha por forjarse una nueva identidad en el corazón de la Norteamérica ecuestre. En Nomadland, Fern no encuentra ninguna diferencia o desapego real entre intercambiar objetos en mercados improvisados ​​de los campamentos al aire libre y empacar mercancías entre los pasillos de los almacenes cerrados de supermercados. No obstante, hay un duelo que la acompaña constantemente como si fuera su propia sombra; no hay modo de desprenderse del sentimiento del luto personal.

Las más grata e inédita sorpresa de los desplazamientos que emprende Fern a lo largo del relato no lo encarna el repertorio de paisajes al atardecer, montañas milenarias, cielos estrellados, arroyos caudalosos y prados nevados, y probablemente ni siquiera el transmitir la peculiar filosofía de la llamada “Van Life” de Bob Wells (gurú del movimiento de nómadas sobre cuatro ruedas que se mueven de estado en estado en busca de ayuda mutua y prácticas de existencia fuera de los mandatos capitalistas), sino la inclusión del paisaje industrial y el tratamiento que recibe como si fuera uno más de esos ancestrales fondos naturales de la Norteamérica mítica: las fábricas en desuso y las ciudades abandonadas debido a los cierres y las quiebras económicas parecen tener ahora la misma edad prehistórica de los cañones de roca roja o los vestigios arqueológicos de especies ancestrales (incluso, el propio Bob Wells explica esto en su discurso de bienvenida a la reunión de vandwellers). De algún modo, desde la óptica de Zhao, estos paisajes industriales parecen convertirse en un nuevo parque nacional. En este sentido, el desenlace del filme es revelador, ya que después de tanto vagar de trabajo en trabajo, de ciudad en ciudad, de paisaje en paisaje, de estacionamiento en estacionamiento, la protagonista revela que su verdadera reconciliación es posible no tanto entre las tierras baldías o en los terrenos idílicos de la naturaleza que, tradicionalmente desde distintos enfoques artísticos (la pintura de Caspar David Friedrich o la poesía de Henry David Thoreau), son espacios revestidos de sacralidad. En presencia de las ruinas de la civilización capitalista, de un pueblo fantasma de acero, con edificios metálicos y complejos industriales abandonados, se encuentra consigo misma.

Fern es una mujer llena de abismos, es como los paisajes que observa y habita, que son dibujados por la tierra, labrados por el agua, como cañones y valles desolados, erosionados por el tiempo. La primera escena de Nomadland muestra a la protagonista abriendo la contraventana del almacén donde dejó reposar los objetos de su vida pasada: es una escena sumamente simbólica considerando que abre esa contraventana como si se demorara en los recuerdos. La memoria es un elemento participativo dentro de la economía visual del filme, es una memoria táctil, siempre presente: la narrativa está marcada por las piedras lejanas, el suelo pisado y la tierra recorrida a través de los cuales es posible ver el mundo. McDormand y Zhao, en este sentido, son contundentes. En delinear y articular el significado del viaje de Fern, que de ninguna manera es una carrera, una persecución o una fuga. Fern no se escapa de nada. Aunque son muchos los recuerdos dolorosos que la habitan y permanecen enterrados en la ciudad industrial donde vivía con su marido, Fern elige su nomadismo, es una viajera que todavía tiene un firme dominio de sí misma. Contempla el mundo, lo cruza, lo llena, lo devora, con bondad y orgullo: Fern no tiene rencor, no tiene rabia, es consciente de que su vida está rodeada de caminos, que la gente desaparece, pero no se disuelve, permanecen en lugares, en objetos concretos o en paisajes abiertos. Fern elige el camino como filosofía de vida, lo elige todos los días, sobre todo cuando nadie comprende el sentido profundo de su nomadismo, uno que es solidario, comprensivo y pacífico.

* Nomadland, filme dirigido por Chloé Zhao, estrena en cines el día 15 de abril en México (con garantía Cinépolis)

* Nomadland tiene 6 nominaciones al premio Oscar (incluyendo Mejor Película y Mejor Dirección)

* Adquiere aquí tus boletos

 
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