Priest: El vengador (Priest, 2011) desarrolla su trama en un Viejo Oeste bastante peculiar, uno en donde se dejan ver rastros de la batalla encarnizada que hace algunos años sostuvieron humanos y vampiros. Desde el principio de los tiempos los vampiros han sido dignos habitantes de este planeta, tan viejos como sus intenciones de comerse a todos y apoderarse del lugar. Para erradicarlos, la Iglesia Católica se dio a la tarea de formar un ejército de sacerdotes capaces de aniquilar a cualquier vampiro que se atreviera a romper el orden social. Como no había vampiros “civilizados” y todos eran una bola de sedientos animales, los habilidosos sacerdotes terminaron por matarlos o en el peor de los casos, encerrarlos en campos de concentración lejos de los indefensos humanos.
Ha pasado el tiempo y dado el éxito obtenido, la Iglesia y una de sus cabezas, el temible Monseñor Ornelas (Plummer), ofrecieron a los ciudadanos lugares seguros lejos del terror pero con la consigna de atenerse a un sistema totalitario basado en tres puntos: fe, trabajo y seguridad. En cuanto a los sacerdotes –únicos responsables de la continuidad de los seres humanos sobre la tierra –, estos fueron relegados a lo más bajo del estrato social, destinados a realizar trabajos forzados. Todos los sacerdotes, entre ellos Priest (Bettany), llevan tatuado en el rostro una cruz roja que les hace imposible pasar desapercibidos.
Es así como la vida en ciudad Catedral por fin corre con normalidad. Las máquinas para confesarse son tan comunes como los Oxxos en el D.F. y la bocina que vocifera los tres fundamentos del nuevo estado continúa hartando a todo mundo. Priest camina por las calles ocultando el rostro e intentando exorcizar sus más intensos demonios, hasta que alguien le avisa que Lucy (Collins), una niña muy especial para él, fue secuestrada por la raza que él mismo había erradicado hace varios años: vampiros. Convencido de que Monseñor Ornelas ordenará una nueva cruzada, Priest acude a verlo pero increíblemente, Ornelas asegura que no hay vampiros, e incluso está dispuesto a exterminar a todos los sacerdotes con tal de mantener el orden en ciudad Catedral. Por supuesto que Priest no se va a quedar con los brazos cruzados.
El planteamiento de Priest: El vengador es interesante, pero hasta ahí: el mundo gobernado por una iglesia corrupta que basa su política en amenazas y castigos divinos e intenta mantener el orden de un centenar de almas hambrientas con paz y tranquilidad. A nosotros, que vivimos en un país católico, nada de esto nos resulta sorprendente, y la trama de esta cinta termina siendo positivamente incómoda, rojilla y provocadora. El problema viene cuando la historia principal resulta simple y predecible; el personaje de Bettany es un mártir filósofo tan pesado que no cabe en la pantalla. Y qué decir de los efectos especiales y el supuesto 3D: los primeros no representan nada nuevo –un refrito entre las espectaculares Resident Evil 3: Extinction (2007) y Underworld (2003)– y del 3D ya ni hablamos, puro pan con lo mismo.
Para los seguidores del cómic escrito por Min Woo Hyung y que sirvió para desarrollar esta película, la trama de Priest es solo un esbozo de la complejidad narrativa mostrada en la novela gráfica. Eso no importa, considerémoslas obras separadas, pero Priest (la película) tiene ese dejo de apéndice maltrecho totalmente desposeído de profundidad en sus personajes y subtramas. Lo siento mucho por los fans.