La historia de Senna no es distinta a la de un héroe trágico, por lo menos es lo que muestra el documental del director británico Asif Kapadia. No es necesario estar interesado en el automovilismo para admirar la grandeza de la leyenda de la Fórmula Uno (F1) que apela a una de las pasiones más profundas de cualquier ser humano, la de llevar el talento hasta sus límites.
El documental narra los últimos diez años −desde 1984 hasta 1994− de la vida del brasileño Ayrton Senna, para lo cual Kapadia se enfrentó a la difícil y minuciosa tarea de elegir entre abundante material sobre el piloto. Entrevistas con él, con otros pilotos, con amigos y familiares, grabaciones caseras, grabaciones dentro del auto de carreras, de las carreras alrededor del mundo; elegir entre todo este material debió haber hecho de la edición un reto descomunal, como armar un rompecabezas gigantesco. Kapadia lo sortea triunfalmente logrando un magnífico montaje enfocado en su ascenso casi predestinado en la pista, su ferviente religiosidad y su rivalidad con el francés Alain Prost, todo a través de la memoria documentada, sin una voz narrativa. El resultado son 106 minutos muy emotivos de homenaje.
Senna es considerado uno de los mejores pilotos de todos los tiempos,también fue un ídolo de multitudes en Brasil y un hombre noble. Poseía muchos de los atributos de los personajes más memorables. Tímido, pero valiente. Rico, pero sencillo. Guapo, pero natural. Al igual que cualquier héroe cumplió con su destino, mismo que lo llevó a la muerte. Así lo narra Senna en una de las escenas de la película, cuando estando en la pista de carreras tuvo una revelación: la embrollada pista cambió de dimensión, no era ya más que un camino conocido que lo llevaría al triunfo. Su pasión y su misión estaban en la pista, como un héroe del siglo XX que no puede evitar el llamado de su destino, sin importar lo arriesgado o peligroso pudiera ser.
Amaba competir en medio de lluvias torrenciales, lo que hacía más peligrosa la carrera. Plenamente consciente de los peligros a los que la pista lo enfrentaba, incluso después de que su médico le aconseja retirarse tras la muerte de otro piloto, un día antes de la muerte del propio Senna, él, seguro de su misión, contesta: “no puedo”.
Empezó como un joven conductor de Go Karts, y se convirtió en el más temid de toda la F1. Las contiendas con su acérrimo rival y compañero Alain Prost, fueron célebres y algunas enormemente gloriosas. El documental se detiene –quizá de manera desbalanceada, pues no recalca la buena relación que existió entre ambos una vez sobrepasada esta etapa– para destacar las diversas aristas de esta enemistad: su impacto en los medios, su impacto en el protagonista. A pesar del desgaste en la batalla, este antagonismo lo hizo crecer en convicción. A diferencia de Prost, quería despojar al deporte de todos sus vaivenes diplomáticos, quería ser el mejor en la pista,
Pero Senna no era querido solo por ser campeón mundial varias veces, sino porque se mostraba orgulloso de su origen, lo que enaltecía el sentimiento de comunidad en Brasil. Gente humilde se sentía respaldada por él. Como un guerrero que va en defensa de su pueblo, él portaba la bandera de su país al momento de salir a competir. Logró lo que solo los héroes pueden hacer: que la gente sintiera que su triunfo no era individual sino colectivo. Lo mismo pasaba con la derrota: al ver ganar a nuestro guerrero sentimos que también estamos ganando, y nos entristecemos por sus caídas.
Las causas de su muerte jamás fueron esclarecidas, pero de el filme recalca la tesis sobre las fallas mecánicas en su auto. Senna había construido toda su carrera profesional con el equipo McLaren. Se fue con Williams cuando la tecnología de su equipo era insuficiente para hacerlo ganar. Justo ese año las reglas cambiaron exigiendo que la mecánica se rudimentara y los autos prescindiera de algunas tecnologías que los hacían más seguros. Senna jamás se sintió cómodo con su nuevo auto, pero siguió su vocación.
Senna también fue un hombre profundamente religioso, muestra de una gran riqueza espiritual e interna. Pocas horas antes de morir en San Marino, leyó un pasaje de la Biblia que decía que ese sería el día más feliz porque conocería a Dios. Para todos sus admiradores fue uno de los momentos más tristes: ver la partida de su héroe.