Reseña, crítica Spring Breakers - ENFILME.COM
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FICHA TÉCNICA
Spring Breakers
Spring Breakers
 
EE.UU.
2012
 
Director:
Harmony Korine
 
Con:
Selena Gomez, Vanessa Hudgens, Ashley Benson, Rachel Korine, James Franco
 
Guión:
Harmony Korine
 
Fotografía:
Benoît Debie
 
Edición:
Douglas Crise Duración:
94 min.
 

 
Spring Breakers
Publicado el 01 - Abr - 2013
 
 

La trama es simple y a la vez absurda, tan inverosímil que podría hacer al filme parecer una excusa para el despliegue de cuerpos semidesnudos. - ENFILME.COM
 
por Sofia Ochoa Rodríguez

por: Sofía Ochoa (@SofOchoa)

El Spring Break tiene que estar entre los primeros lugares de las costumbres más primitivas y repugnantes del mundo: enormes grupos de universitarios gringos viajan a alguna ciudad en la playa, ya sea en Estados Unidos o México, para emborracharse y drogarse hasta la inconsciencia, untar sus cuerpos en trajes de baño contra los otros, mostrar sus senos (los que los tengan), fingir que copulan mientras bailan, destrozar los lugares a los que llegan, olvidarse de que existen en un tiempo y un espacio (habitado por otros seres humanos), despojarse de sus cerebros, entregarse a sus impulsos más sexuales y violentos, y gritar como si fuera un mantra la estúpida frase: Spring Break foreveeeeeeeer!. Primavera tras primavera, la tradición se reitera. Y el panorama no cambia demasiado. Se encuentra todo tan masificado que los unos son idénticos a los otros, las canciones se repiten, los bailes, los embadurnamientos, el estridente vacío. Harmony Korinelo entiende a cabalidad. Tanto, que en su película le da sentido a algo que parecía absolutamente carente de éste. Se dedica a contextualizar y pormenorizar sin abandonar el flujo decadente de este break.

La trama de Spring Breakers es simple y a la vez absurda, tan inverosímil que podría hacer al filme parecer una excusa para el despliegue de cuerpos semidesnudos. Pero el estilo y cada uno de los detalles que la sujetan dictan una crítica aguda al sueño americano, no como una bofetada en la cara –pues Korine ha sido escrupuloso en toda su filmografía para no emitir juicios– sino más como la descripción minuciosa del síntoma de una enfermedad que no ha sido aún del todo aceptada. ¿No culparías al síntoma, o sí?

Cuatro chicas quieren irse de Spring Break. Su contexto es importante. Viven en provincia, en la residencia de la universidad (college, le llaman ellos), que podría hacerse pasar por un hotel de baja monta. Con esos diálogos que parecen recitados desde un más allá lejano, y que se repiten y repiten como coros siendo quizá demasiado referenciales y a la vez con un tono lo suficientemente onírico como para confundir y hartar a quien tenga la osadía de querer interpretar este filme con fórmulas hollywoodenses, Korine recalca cierta ironía: estas mujeres quieren irse de donde están pues diario ven lo mismo, pero llegarán a un hotel en el que la repetición y la masificación serán aún más constantes que en ese momento. No están abiertas a lo que realmente podría ampliar su experiencia de vida. No tienen la capacidad, aunque la solución esté al alcance de su… ejem… escritorio. En una de sus clases con aspecto de antro, luces apagadas, todos con computadoras de pantallas neón enfrente, el maestro (interpretado por Harmony Korine) advierte que pasará de temas fáciles como Elvis Presley, a otros más profundos: la situación de los afroamericanos después de la Segunda Guerra Mundial. Al menos dos de nuestras protagonistas, por supuesto, no están poniendo atención. Desde atrás de la clase, dibujan obscenidades en sus cuadernos y sueñan con esa semana de primavera en la que puedan ‘liberarse’. Seguramente hicieron lo mismo en la clase de inglés, matemáticas y geografía (no es una exageración: pregúntale a un Spring Breaker en México qué idioma se habla en este país).

Estas dos (Benson y Hudgens), unidas a Cotty (interpretada por la esposa, Rachel, de Harmony Korine) y la chica religiosa, Faith (Gomez) –que funge como la contraparte moral gracias a sus creencias que (a pesar de sus debilidades) conllevan límites– conforman un cuarteto que, al darse cuenta de que no tienen dinero, roban (unas de forma más activa que otra) una cafetería con un martillo y pistolas de juguete, imaginándose que están en un videojuego o en una película. Sabemos que así lo piensan, nuevamente, por los diálogos, tan obvios en su crítica que fácilmente puede pasar desapercibida. Finalmente, obtienen el dinero que guardan en sus mochilitas rosas, infantiles, para irse a Florida a encontrar lo que buscaban: alcohol, playas, ausencia de autoridad, violencia, dinero. Viven la experiencia como un encuentro metafísico. Nos enteramos de esto por las llamadas que hacen a casa y que escuchamos en off. Faith habla con su abuela diciendo que se ha encontrado a sí misma, que quisiera quedarse en ese lugar para siempre. Mientras lo dice, igual aparecen las cuatro platicando en una alberca, a contraluz en un amanecer o manejando como niñas a través de hordas de gringos en trajes de baño montadas en sus scooters, en fiestas retacadas donde la droga se consume en los pechos de una de ellas, hasta que todo acaba mal y las arrestan por posesión (no es un detalle menor que no veamos sexo en pantalla, hasta la curva final, y no de forma grotesca).

Así conocen a Alien (un magnífico y repulsivo James Franco de dientes de metal), un narcotraficante rapero rico, con mal gusto en la ropa, el diseño de interiores, las mujeres, los autos, los amigos y la música. Él paga su fianza, las saca del bullicio de los colegiales y las lleva a la parte más extraña del filme. Antes de esta transición, tienen una plática en la playa, en la que se vuelve obvio, para los que no conocen el Spring Break, que todo lo que hemos visto es un lugar común, una repetición ad nauseam de este rito de autodestrucción y prolongación de la pubertad. Alien las describe como si siempre las hubiera conocido, adivina qué han hecho durante esos días, y es normal, toda su vida ha transcurrido ahí, en los círculos más corruptos de la ciudad, círculos afroamericanos de donde él ha robado su estatus, incluso su estilo, mientras se ha encargado de abastecer el lugar de drogas. Su ideal en la vida es tener mucho dinero, no le importa matar, incluso a su mejor amigo, para conseguirlo; pero, aún con este nada envidiable perfil, se refiere a los Spring Breakers como scum.No todas las chicas tienen la sangre fría para acompañar a Alien hacia delante, al lado de todas sus posesiones (un arsenal de armas) y su dinero sucio (que las prende no por su potencial intercambiable, sino por la materia misma, incluso por su mero olor). Un par, en distintos momentos, decide regresar. Faith es una de ellas, y desde ese momento el trío restante acaba por perder los estribos. Pero Korine respeta su decisión y la deja ir casi ilesa.

Desde el inicio, el panorama se nos presenta con una cercanía y reiteración incómodas y asfixiantes. Desde el inicio, la cámara, con sus nada sutiles bailes que nos acercan y alejan en un vaivén embriagado, con la música agresiva y abiertamente sexosa, con sus colores neón, nos sumerge en un estado onírico fastidioso, posmoderno. Prevalece la confusión plena. El tiempo no avanza en línea recta. Como en un timeline de twitter, hay que scrollear hacia abajo, para después ir a lo más reciente; hay que ir hacia el pasado inmediato para agarrar vuelo hacia el futuro. Pero, también como sucede cuando pasas demasiado tiempo frente a tu tl, se pierde noción del orden en que sucedieron las cosas, o si realmente sucedieron o solo fueron producto de la imaginación mezclada con fragmentos de la realidad. Las consecuencias, el futuro, los deseos, el mundo real, pierden dimensión para reducirse a un instante prolongado, constante, redundante, pero efímero. Estamos inmersos en una ensoñación que suplanta al sueño americano. Es una hipnotismo automatizado, colectivo, generacional, afectado por los videojuegos, por MTV, la televisión, el deseo del dinero por el dinero, la violencia; es una ensoñación que no satisface, que solo crea ansiedad, que se nutre de la relatividad de conceptos como la libertad, el amor, la felicidad, el dinero (¿qué más vacío que el dinero?), incluso la violencia, y que al no poder alcanzarlos (por su falta de definición) nutren un sentimiento de logro y fracaso continuo. Es triste y estridente. Frágil e inocente. Honesto y decadente.

El final, que a algunos hace poner en duda el resto del filme, prueba varias de sus virtudes: 1) Que no es moralista. Esto la hubiera hecho un fracaso. 2) Que el ritmo y la intensidad de los temas han avanzado en un crescendo explosivo. 3) Que la vida, como una concepción narrada, como una acumulación de logros descriptibles, ha dejado de importarle a este grupo de personas que le dan prevalencia a un estado interior indefinible, tan diminuto que es escurridizo. 5) Que así como ellos se han aislado en su propio mundo, con códigos y preferencias propias, el mundo los ha hecho a un lado (o quizá al revés). Y 6) que no hay mucho que hacer. La inestabilidad que define a esos jóvenes ha permeado su cosmovisión de tal forma que sabemos que, a pesar de sus experiencias, regresarán a sus lugares de origen añorándolas y compartiéndolas para asegurar la perpetuidad del rito. El Spring Break no es solo una semana. El Spring Break vive y vivirá en sus corazones. Spring Break forever!

 
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