Dirigir un nuevo capítulo en una serie tan importante para el imaginario colectivo como lo es Star Wars es una tarea titánica, al grado de que George Lucas, su creador, fracasó en el intento cuando dirigió los Episodios i (1999), ii (2002) y iii (2005). No debe sorprender a nadie que cuando se anunció la futura existencia de un séptimo episodio negaron estar interesados en dirigirla directores como Quentin Tarantino, Steven Spielberg, David Fincher, Brad Bird y el propio J. J. Abrams. En su momento, este último dijo: “Star Wars es una de mis películas favoritas de todos los tiempos. Casi siento que, de una manera extraña, la oportunidad para aquel que la vaya a dirigir va estar acompañada de la carga que conllevan unas películas y serie tan icónicas. Nunca fui realmente un fanático de Star Trek al crecer, así que para mí trabajar en esta cinta no tuvo nada de ese sentimiento de fatal sacrilegio, así, que yo, más que nadie, tengo ilusión de ver las siguientes iteraciones de Star Wars, pero como espectador en el cine”.
Para fortuna de todos, finalmente Abrams decidió sí dirigir la cinta. Y ha probado que no había nadie más idóneo para el trabajo que él. Abrams ya tenía experiencia trabajando con series clásicas: Misión Imposible iii (2006), Star Trek (2009) y Star Trek Into Darkness (2013). Para revivir en forma de película a esta serie de televisión sesentera y justificar los cambios en la historia, Abrams utilizó un viaje en el tiempo; despertó así una imprescindible sensación de familiaridad, pero le otorgó un giro novedoso. Al ser Star Wars: El despertar de la Fuerza una secuela, no fue necesario utilizar este mismo recurso o inventarse otro para justificar las modificaciones, pero, al igual que en aquélla, toda la película está construida para despertar añoranza e intimidad sobre lo que ya se conoce, mientras introduce todas las innovaciones que justifican su existencia. En este caso, se logra subvirtiendo las expectativas partiendo, a grandes rasgos, de una trama que es la misma que la de las trilogías originales: un malvado imperio quiere regir la galaxia, pero un joven elegido tendrá la tarea de derrotarlo, ayudado por las fuerzas del bien. Retoma, pues, una historia similar, pero con nuevos vuelcos.
La primera diferencia radical –aunque superficial– es que el Imperio ahora se llama la Primer Orden, y la Alianza Rebelde es simplemente la Resistencia. Donde realmente se le dan vuelta a las expectativas es en la incógnita de quién es el héroe. En la trilogía original, estaba muy bien establecido desde el inicio que el héroe elegido era Luke. En The Force Awakens esto no es tan simple. Tanto Abrams como su coguionista, Lawrence Kasdan (Grand Canyon, 1991), son conscientes de la importancia narrativa que tiene el ascenso del héroe y su definición; le sacan provecho haciendo que este enigma no se resuelva durante buena parte de la película, lanzando además, falsos anzuelos.
En los títulos característicos al inicio del filme, se nos advierte que Poe Dameron (Oscar Isaac) es el mejor piloto de la resistencia, a quien se le encargó la misión de encontrar el mapa que los guiará hacia Luke. Esto hace pensar que él será el héroe de la cinta. Sólo que rápidamente es capturado, dejando en claro que él no lo es. Quedan otras dos opciones, los otros dos personajes en los que se enfoca la cinta: el stormtrooper FN-2187, después llamado Finn (John Boyega), y Rey (Daisy Ridley). Entre ellos, literalmente, se van pasando la batuta heroica que, en este caso, es el sable de luz de Luke Skywalker.
Abrams utiliza a este trío para introducir otra inversión con respecto al referente original. Al tener tres personajes centrales –Poe, Finn y Rey– lo esperado sería que cada uno fuera una versión moderna, o sucesor, si se le quiere ver así, de Han Solo, Luke y Leia, respectivamente. Justo por ello es que esto no ocurre. En primer lugar, Poe no es el Han Solo, ni el Luke de la historia. Aunque cabe decir que sí cumple un papel que originalmente era del entonces joven Jedi en el Episodio IV: también es un piloto encargado de destruir la Estrella de la Muerte que en esta secuela se llama Starkiller, básicamente, una versión más grande y letal que la de su predecesora.
Finn, por su parte, tampoco es Han Solo, ni Luke. A través de él se le da personalidad a uno de los figuras más características de Star Wars: los stormtroopers. Antes de él, estos sólo eran soldados sin nombre; en el Episodio ii se nos informó sobre su origen como clones. Ahora, en esta cinta, son bebés raptados y acondicionados física y mentalmente para servir a la Primer Orden. Abrams retuerce las expectativas al hacer que uno de los villanos secundarios sea uno de los protagonistas. Y además le introduce un dilema moral: en un principio, sus acciones no están dictadas por querer salvar a la galaxia o siquiera hacer el bien; sólo lucha por ser libre.
Spoiler Alert
Al tratarse de una mujer guerrera, podría pensarse que Rey es el equivalente de la princesa Leia. Inclusive ya avanzada la película ella es secuestrada, por lo que Finn, Han Solo y Chewbacca acuden a salvarla, lo cual imita el momento en Una nueva esperanza, en el que los dos últimos y Luke tienen que ir a recobrar a Leia, siguiendo el tópico del caballero que rescata a la princesa. Aquí esto no ocurre debido a que Rey es una mujer fuerte al estilo de Beatrix Kiddo de Kill Bill Vol. 1 (2003) y Furiosa de Mad Max: Fury Road (2015). Para cuando llegan sus potenciales salvadores, ella ya está a punto de abordar una nave y escapar por su cuenta. De hecho, constantemente se enfatiza que no necesita que nadie la proteja. A su valentía e independencia políticamente correctas, además, se les agregan similitudes con Han Solo, incluyendo sus habilidades como piloto, y su conocimiento sobre el funcionamiento y la reparación de naves. De hecho, Han le ofrece convertirla en su aprendiz, y ella lo rechaza, como rehusa aceptar en un principio el sable de Luke cuando se lo quiere entregar la pirata Maz Kanata (Lupita Nyong'o). Esto podría interpretarse como un guiño al hecho de que Rey no es una nueva versión de ninguno de los dos personajes, sino uno enteramente nuevo; y también se trata del clásico motivo del héroe evadiendo el llamado heroico.
Para generar la sensación de familiaridad de la que hablé más arriba, la película recupera a los personajes originales como Han Solo, Leia, Chewbacca, el Admirante Ackbar, el Halcón Milenario, los TIE Fighters, los uniformes de la Resistencia, C-3P0 y R2-D2. Por su parte, las locaciones remiten a las del Episodio IV. El desértico planeta Jakku es similar a Tatooine; la cantina de Maz Kanata recuerda a la Mos Eisley Cantina, lugar donde Luke conoció a Han Solo y a Chewbacca; y, como había dicho arriba, la base Star Killer es una versión hiperbólica de la Estrella de la Muerte.
También hay toda una serie de secuencias paralelas. El ya mencionado rapto de Rey es un ejemplo. Lo que desencadena la aventura en esta ocasión, es decir, la búsqueda del androide con el mapa, es una referencia a R2-D2 con los planos de la Estrella de la Muerte en la cinta original. La destrucción del Star Killer también alude a la destrucción de la base equivalente de la primera cinta. Cuando Han Solo se enfrenta con Kylo Ren (Adam Driver), revive la pelea entre Obi Wan y Darth Vader: para darle la vuelta a esto, desde el primer acto se revela que, en vez de tratarse de una pelea entre alumno y maestro, es una confrontación entre padre e hijo. La escena adquiere un trasfondo emocional distinto a la original, sobre todo si se toma en cuenta que la misión real de Han Solo es recuperar a su hijo, y que el último decide confrontarlo cuando cree que ha logrado su objetivo. La actuación moralmente ambigua de Adam Driver refuerza lo estremecedor de la secuencia.
Fin del spoiler
Desde que se anunció la película en el 2012, se pensaba que Luke Skywalker volvería. Durante buena parte de la cinta, Abrams hace de este héroe una presencia ausente y, así, lo mitifica. Dentro del mundo del filme, Luke se siente como una figura equivalente al rey Arturo, a tal grado que algunos personajes dudan de su existencia. Ya que la trama se centra en la búsqueda del mapa para poder encontrarlo, él, más que ser un personaje, es una suerte de Santo Grial por el que los héroes están dispuestos a arriesgar su vida.
Más allá de sus héroes y los pormenores de la trama, la trilogía original alcanzó su estatus de culto por la creación de un universo de ciencia ficción vasto y complejo, como nunca se había visto en el cine. Abrams recupera esa inmersión en un universo vivo, con las criaturas y los lugares con los que se encuentran Finn y Rey durante su viaje. Los avances tecnológicos permiten que los ecosistemas se vean impecables, más impresionantes que nunca, y la presencia de lenguas alienígenas les dan vida..
J. J. Abrams entrega una carta de amor al universo de Star Wars, pero una hecha no sólo por un fanático de hueso colorado, sino por un cineasta que estudió meticulosamente su fuente y decidió retomar la franquicia con fidelidad al tono y al universo original —que en este caso casi implica ignorar a la segunda trilogía—,plagado de nostalgia, sin dejar de darle un toque personal que se apropia de la cinta. Así es como el director ha logrado lo que se pensaba imposible hasta ahora: Despertar a la fuerza.