Ve aquí nuestra entrevista en video con Megan Fox y el director, Jonathan Liebesman 

Por Enrique Sánchez (@RikyTravolta)

El trabajo de Michael Bay como cineasta no se centra en crear mundos fantásticos y llevarlos a la pantalla grande (esto es incidental), sino en vender un producto (o varios, si tomamos en cuenta su desinhibido product placement). Muchos habrán visto el desafortunado incidente durante la conferencia de Samsung en el CES de este año, en donde un fallo en el teleprompter obligó al director a improvisar sobre la marcha. Esto resultó ser demasiado para Bay, quien a los pocos segundos de haber sido presentado, se disculpó y salió a toda prisa del escenario. Al parecer, el problema es que está acostumbrado a trabajar siempre bajo un mismo esquema. Hay un diálogo bobo en las Tortugas Ninja en donde el personaje de Megan Fox habla con su chofer sobre los héroes que se acaban de dar a conocer. Uno de los dos pregunta si las tortugas podrían ser extraterrestres, a lo que el otro contesta con cierto enfado que eso sería estúpido. Esto es una referencia al plan original de Bay de hacer una película en la que las Tortugas Ninja fueran seres del espacio. La única razón por la que esto no sucedió fue porque el productor reveló su plan hace dos años y se tuvo que enfrentar a la ira de los fanáticos -y del público en general-, que se negaron a aceptar su idea. Luego de algunos arreglos en el guión, pensó convertir a los héroes en criaturas de otra dimensión y, además, invertir los papeles de Raphael (el rudo del grupo) con el de Michelangelo (el bufón). La ira del público fue mayor, y entonces Bay se dio cuenta de que su producto corría peligro, y decidió irse por el camino seguro: hacer que este reboot se pareciera en la medida de lo posible a sus películas de los Transformers, que si bien fueron destrozadas por la crítica, rompieron récords de taquilla.

No parece importar demasiado que el director de Tortugas Ninja sea el sudafricano Jonathan Liebesman -famoso por dirigir únicamente fiascos cinematográficos como The Texas Chainsaw Massacre: The Beginning (2006), Battle: Los Angeles (2011) y Wrath of the Titans (2012)-, ya que en realidad la marca de Bay está por todos lados. El primer y más grave problema es el predominio de Abril O’Neil (Fox), la reportera y amiga de las Tortugas Ninja, quien en esta ocasión no sólo acompaña a las tortugas en sus aventuras, sino que resulta ser la persona que las cuidó a ellas y a su maestro Splinter desde que eran pequeños (así es, el sabio sensei es apenas un puberto que aprendió ninjutsu de un libro que se encontró en las alcantarillas). En su afán de otorgar protagonismo de una manera arbitraria, Bay le da una importancia injustificada al personaje insípido y aburrido de Fox simplemente por el hecho de ser humano, exactamente de la misma forma que sucedió en la saga de Transformers, tanto con ella como con el insoportable personaje de Shia LaBeouf. Siendo sinceros, ¿quién puede recordar alguna frase memorable pronunciada por Fox o LaBeouf en sus películas? En el caso específico de Megan Fox, sabemos que está ahí no tanto por sus capacidades histriónicas, sino por un fetiche de Bay que es casi tan importante para él como las explosiones en cámara lenta. Casi, pero no tanto.

En cuanto a las tortugas, cada quién decidirá a qué aspecto darle más importancia: los efectos visuales o el desarrollo de personajes. La animación por captura de movimiento parece ser la mejor alternativa actual para utilizar personajes animados en el mundo real. Ian McKellen lloró durante el rodaje de El Hobbit (2012), al realizar a solas una escena frente a la pantalla verde, fingiendo que habla con los demás actores que al final fueron añadidos en la misma toma en postproducción. Dijo -de manera muy comprensible- que él no había trabajado tanto para convertirse en actor como para terminar haciendo esto. Desde este punto de vista, la captura de movimiento es un avance afortunado para los filmes que requieren de personajes animados en papeles importantes. Sin embargo, en Tortugas Ninja el placer no va más allá de lo visual, y esto no basta para los que hemos visto el trabajo de Andy Serkis en su papel de Gollum, Caesar o King Kong. Los actores que interpretan a las tortugas no son muy conocidos, pero aunque lo fueran, no hay mucho que ellos puedan hacer, pues es evidente que para Bay la prioridad es únicamente hacer que sus protagonistas se vean bien (con los papeles de Serkis, no es algo tan simple). Junto con esto, tenemos la extraña y breve participación de Whoopi Goldberg en el papel de la jefa de Abril O’Neil, y la irreconocible voz de Johnny Knoxville como Leonardo. Cuando el proyecto comenzó a desarrollarse hace dos años, uno de los creadores del cómic, Kevin Eastman, dijo que le habría encantado que Ken Watanabe interpretara al villano Shredder, y en cambio lo que obtuvimos es un actor desconocido que únicamente aparece unos segundos entre las sombras. El pasado de Shredder siempre ha estado unido de alguna forma con el de Splinter, pero invariablemente en cada una de sus distintas encarnaciones ha sido responsable de causar un gran dolor al maestro de los héroes. Esta vez, Bay lo despojó de este trasfondo y lo metió en un traje mecánico durante casi toda la película para convertirlo en, ¿qué creen?, uno de sus transformers.

Como ya todos saben, los nombres de las Tortugas Ninja están inspirados en cuatro artistas italianos del Renacimiento. La personalidad de cada uno de ellos en esta película, sin embargo, parece inspirada en los estilos de distintos raperos de la última década: desde el rudo 50 Cent (Raphael), hasta el ocurrente Pharrell Williams (Michelangelo), el estereotipo estrafalario de estos personajes llega a rozar con lo chocante. Mucha gente criticó a Bay por conferirle “personalidad de negro” a uno de sus transformers -curiosamente, el primero en morir–, pero esta vez quizás el asunto pase desapercibido, debido a que la encarnación más famosa de las tortugas (la de la caricatura de finales de los ochenta) presentó a los héroes como un grupo de comediantes del tipo Will Smith, quienes de vez en cuando usaban las artes marciales para combatir el mal. Y es aquí donde surge otro inconveniente, uno muy personal, pues no dejo de decepcionarme con todos estos reboots, precuelas, remakes y demás películas basadas en algo que ya existe: la necesidad de Hollywood de pasar las historias y personajes que toman prestados por un filtro que los deja planos y descoloridos. Crecí viendo la caricatura de 1987, y me acostumbré a esa imagen cómica de las tortugas, y por eso fue una sorpresa cuando varios años después descubrí el trabajo original de Kevin Eastman y Peter Laird. La obra de estos dos artistas estadounidenses surgió como una parodia de algunos cómics populares de la época, principalmente Ronin y Daredevil -ambos de Frank Miller-, pero con un estilo único e inconfundible. En sus orígenes, los ninjas creados por Eastman y Laird no eran bufones con diálogos amenos y graciosos, sino asesinos entrenados para vengar el honor de su maestro Splinter. Su historia comienza con un acto de venganza por demás sangriento, y termina con seres mutantes y de otras dimensiones, por si no bastara el hecho de que los héroes son cuatro tortugas expertas en artes marciales. Todo un catálogo de ideas absurdamente originales, que gente como Bay ha decidido ignorar para usar únicamente el elemento más básico de ésta y cualquier otra mitología -la lucha del bien contra el mal y el recorrido del héroe marginado: de la alcantarilla a los rascacielos-, y de esa manera ofrecernos la misma estruendosa película de siempre.

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