Reseña, crítica Un profeta - ENFILME.COM
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FICHA TÉCNICA
Un propèthe
Un profeta
 
Francia/Italia
2009
 
Director:
Jacques Audiard
 
Con:
Tahar Rahim, Niels Arestrup, Adel Bencherif
 
Duración:
155 min.
 

 
Un profeta
Publicado el 22 - Jul - 2010
 
 
Por primera vez, eso sí, ha puesto al centro de su historia a un árabe que sube como la espuma. Eso, espera él, levantará ámpula en su país. Porque la integración en Europa sólo está presente en los discursos políticamente correctos. Fuera de eso, la división y la exclusión continúan. Quizá sea el Malik de Audiard el primer visionario. Un profeta en su tierra. - ENFILME.COM
 

La prisión por dentro y por fuera

Por María Tinajero

El joven francés de ascendencia árabe Malik El Djebena (Rahim) llega a la prisión un tanto desorientado. Inocente o culpable, lo mismo da, pasará ahí los próximos seis años de su vida. Tiene 19. La bienvenida por parte de los otros internos le ayuda a darse cuenta que su permanencia no será fácil. Para sobrevivir, necesita ganarse su derecho de piso.

Muy al comienzo de la cinta, Malik recibe una nada sutil invitación para cometer un asesinato en nombre de Cesar Luciani (Arestrup), jefe de la mafia corsa que domina el lugar. Poco importa si le interesa el trato. Más aún, no hay trato. Y no puede recurrir a las autoridades en busca de una salida: los hilos del capo se extienden hasta los niveles más altos de la jerarquía carcelaria. Así que... o mata o muere. Es a todas luces evidente que jamás ha matado. Pero, puesto entre la espada y la pared, se decide a hacerlo. Esta escena, en su categoría, es una de las más brillantes jamás filmadas, con toda su cruda torpeza: seca, directa, sin preámbulos ni concesiones sentimentales, nada de música que suavice el ánimo ni una gota de sangre ahorrada en pro del espectador. Apenas ha comenzado la película y ya estamos en uno de los puntos más altos. ¿Qué puede seguir de aquí? Las consecuencias naturales del acto. Al final, todo volverá al mismo punto donde comenzó.

Lo que viene después es el casi inevitable proceso de transformación que sufre Malik. El inicialmente tímido e iletrado muchacho tiene que vérselas con los mismos problemas de integración racial que se viven en el mundo libre. No pertenece ni al bando de los árabes, que lo miran con desdén porque no viste como ellos ni sigue los preceptos del Islam, ni mucho menos al de los corsos, que por ese tiempo controlan mucho de cuanto sucede, dentro y fuera de prisión. Pero después de su bautizo de sangre —con sangre árabe, cabe destacar—, Malik será adoptado por el grupo en el poder para servirles en lo que se ofrezca. En una progresión gradual, Malik va madurando su visión del futuro. Aprende a leer y a escribir, estudia también corso para entender a sus jefes. Conocimiento es poder. En un abrir y cerrar de ojos, ha dejado de ser el vulnerable muchacho que soporta estoicamente los embates de la fortuna para convertirse en uno de los nuevos capos en ascenso. 

Los demonios internos

El director galo Jacques Audiard se distingue principalmente por exponer en sus películas el encuentro frontal entre la inocencia y la brutalidad. Tanto en Lee mis labios (2001) como en El latido de mi corazón (2005), y nuevamente en esta cinta, el tema se mantiene aunque cambie el entorno. Pero, a diferencia de las dos mencionadas, donde la pureza quedaba representada por una presencia femenina —una solícita mujer sorda, luego una madre pianista fallecida—, en Un profeta todo está contenido dentro del protagonista. Lo femenino brilla por su ausencia. Sólo podemos ver esa faceta más delicada en las visiones que tiene Malik después del asesinato. Un remanente de la poesía, un toque de sensibilidad bajo el clamor de las balas. 

Otra de las grandes virtudes de Audiard es que siempre hace lucir a sus protagonistas como héroes, semidioses atribulados, caídos en desgracia (profundamente sensuales, por cierto) bien se trate de Vincent Cassel, Romain Duris o Taher Rahim. Uno no necesariamente ha de simpatizar con ellos, pero tampoco puede negar que su presencia en pantalla es extraordinaria. Nunca serán víctimas de las circunstancias y por eso sus historias son tan poderosas y contundentes. Marcados por el destino, como en las más clásicas tragedias griegas, estos personajes también deciden luchar. Claro que aquí el sentido de justicia tiene otro cariz enteramente diferente. En un mundo torcido, todo cambia.

Por primera vez, eso sí, ha puesto al centro de su historia a un árabe que sube como la espuma. Eso, espera él, levantará ámpula en su país. Porque la integración en Europa sólo está presente en los discursos políticamente correctos. Fuera de eso, la división y la exclusión continúan. Quizá sea el Malik de Audiard el primer visionario. Un profeta en su tierra.

 
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