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Escucha aquí el soundtrack de ‘Under The Skin’
In my practice, I've seen how people have allowed their humanity to drain away. Only it happened slowly instead of all at once. They didn't seem to mind... All of us –a little bit– we harden our hearts, grow callous. Only when we have to fight to stay human do we realize how precious it is to us, how dear.
En mi experiencia, he visto cómo la gente ha permitido que su humanidad se les decante. Pasó despacio en vez de en un solo jalón. No parecía importarles… Todos nosotros –un poco– endurecemos nuestros corazones, nos volvemos desalmados. Solo cuando tenemos que luchar para mantenernos humanos nos damos cuenta de lo precioso que es para nosotros, de lo querido.
Jack Finney, The Invasion of the Body Snatchers
En el libro Under The Skin de Michel Faber (2000), que inspiró la tercera película de Jonathan Glazer, una extraterrestre viene a la Tierra para cazar hombres. La carne que está –literal– “bajo la piel”, servirá como alimento en su planeta. En la obra original, Faber buscaba criticar la industria de la carne y otros negocios. En el filme, Glazer, que venía de un largo paréntesis en el cine después de Reencarnación (Birth, 2004), retoma la misma premisa de la trama basada en la cacería pero tiene una ambición muy diferente. El cineasta británico utiliza un contenido altamente imaginario para incitar a la reflexión sobre las relaciones, las apariencias, la sexualidad y lo que significa ser humano.
El prólogo de 2001: Odisea del espacio (Stanley Kubrick, 2001: A Space Odissey, 1968) narra el nacimiento de la humanidad –la toma de conciencia de un animal de su propia inteligencia a través de la violencia contra su propia especie, un signo que arguyó Hegel como indicio de la persona– y, de manera consecuente, da el primer síntoma de un destino devastador, una condena para el hombre cuando ejecuta la máxima de Sócrates “conócete a ti mismo”: la comprensión de su propia naturaleza. Esa lectura inscrita en el ADN de la trama, también define el arco narrativo de Under The Skin (2013). Encontramos aquí el trazo de una película existencialista, donde la primera secuencia anticipa un misterio que eventualmente va a detonar una catástrofe, que casi siempre culmina con los protagonistas comprendiendo su propia naturaleza como observación de un vacío.
En la primera secuencia de Under the Skin se nos descubre a una naturaleza alienígena imitando a un ser humano y asumiendo sus características como si se tratara de una máscara: sobre un fondo negro, un ojo se forma de manera gradual, mientras se escuchan palabras solo relacionadas por su raíz o su homofonía, como si alguien estuviese aprendiendo un nuevo lenguaje a través de su ramificación ausente de sintagma. Un puro deleite de saborear las palabras por el sabor y retintín o bisbiseo que dejan en la boca. Una voz de mujer parece balbucear ‘sentir’, ‘fallé’ y ‘trampa’. Dos privilegios del ser humano (su mirada particular para percibir al mundo y el lenguaje hablado) son asumidos como elementos de un disfraz y sabemos que ese fondo negro es un algo que aún no entendemos. El misterio se agudiza. Un motociclista (Jeremy McWilliams) se detiene al borde de una carretera y levanta el cuerpo de una joven, aparentemente muerta. Otra chica (Scarlett Johansson), viva imagen de la muchacha, toma su ropa y se trepa a una camioneta. A partir de aquí la mujer se sirve de su nueva apariencia –enfundada bajo un abrigo de piel falso, una peluca negra y un exagerado maquillaje que se acentúa con labial rojo en la boca– para deambular en su furgoneta por las calles de Escocia, custodiada casi siempre por ese motociclista desconocido, en busca de hombres solitarios con los que inicia conversaciones intrascendentes, y a los que seducirá y llevará a una casa abandonada donde serán devorados por una sustancia tan oscura como la de la primera secuencia tras un breve ritual. Así con cada individuo hundiéndose en ese pantano negro bajo sus pies mientras ella avanza, cuesta arriba, quitándose la ropa, ajena a lo que está sucediendo y teóricamente sin consumar algún tipo de acto sexual.
El ejercicio estilístico que Glazer pone en escena revela a un cineasta con una particular capacidad narrativa para crear imágenes que adquieren la velocidad de la luz o la ralentizan, surgidas quizá de una poética libérrima y oscura, en las que, ante todo, deja respirar al plano.
Vemos el rostro impasible bajo los afeites, los ojos de un ser que no se inmuta ante lo que observa durante la primera parte del relato, con una manera casi autista y gélida de mirar el mundo. Esos primeros planos del rostro frío y vacío de la criatura que está tras el volante de la destartalada camioneta blanca que recorre las calles de Glasgow observando, buscando, eligiendo, son mucho más perturbadores que cualquiera de las situaciones que se plantean durante la película.
Under the Skin recuerda por su trama a Species (Roger Donaldson, 1995), aquel filme de los noventa en el que una extraterrestre adoptaba las atractivas formas de una mujer para seducir a los hombres y devorarlos; pero ahí acaban las similitudes, pues Glazer tiene intereses lejanos a los de la cinta de serie B. La extraterrestre de esta historia apenas pronuncia un puñado de frases y utiliza el sexo para acercarse a los humanos, para estudiarlos, para intentar integrarse, primero vistiendo como las mujeres de la ciudad –para ello se adentra en un centro comercial para inspeccionar los hábitos consumistas y copiarlos, luego para destruir a los hombres, para aprovecharse de ellos (o para encontrarse a sí misma a través de esas relaciones, en las que se irá implicando cada vez más).
A partir de eventos específicos como su acercamiento con un hombre afectado por neurofibromatosis (el actor Adam Pearson, cuya deformación facial no es producto del maquillaje), la extraterrestre comienza a cambiar. Algo se transforma, justo por medio de la mirada. La mujer no se fija en su rostro desfigurado sino en sus hermosas manos. De pronto, sin previsibilidad por parte del personaje y sin consecuencia asequible a su naturaleza, el virus de la experiencia estética afecta su forma de ver a este ser humano, al grado de salvarlo por impulso. Si hasta entonces solo había mostrado cierta empatía a la hora de seducir a sus presas, en ese momento trata de descubrir por qué los humanos hacen las cosas que hacen y por qué ella misma empieza a sentirse atraída por esas sensaciones, como si la piel de mujer que oculta su cuerpo extraterrestre hubiera empezado a crear efecto en su interior. A esto sucede otro evento: un hombre le ofrece ayuda desinteresada; incluso, poco a poco, también le da alojamiento y amor. Durante su estancia en aquel hogar ella comienza a observar su cuerpo frente a un espejo, descubriendo, a través del reflejo, lo que la imagen de la superficie dice de ella, de la máscara que ahora la posee como un ente nuevo e híbrido. Hasta que ese cariño y el sexo la inducen al espanto y la huida. Un viaje que condenará a la extraterrestre a caminar desubicada entre los dos únicos mundos que conoce: uno al que ha traicionado y otro en el que nunca será aceptada ni entenderá.
A diferencia de las anteriores películas de Glazer –la estridente historia de gangsters y debut del director, Sexy Beast (2000), y el thriller sobrenatural y etéreo, Birth–, Under the Skin es un cúmulo de sensaciones, ninguna de ellas especialmente agradable o placentera. Las calles de Glasgow son grises, frías y vulgares, los barrios bajos incipientes, desolados y descuidados; las zonas rurales son salvajes y amenazadoras, fotografiadas bajo una estética otoñal, gélida y solitaria recreadas por la lente de Daniel Landin, colaborador habitual de Glazer. Todo es sórdido, y el sonido incisivo y repetitivo, marcan el compás de la transformación de la alienígena en algo más siniestro que un vampiro intergaláctico: una persona. El cineasta juega con el sonido y la imagen para dar cuenta de un misterioso erotismo siniestro, en el que la seducción visual y auditiva se traducen como el poder inconsciente de la pulsión de un peligro que está en el ambiente. El inquietante score, cortesía de Mica Levi, incrementa con creces el desconcierto y el terror más visceral. En su primera parte, la banda sonora expone sonidos robóticos y electrónicos que acentúan las características extraterrestres del humanoide con cara de Scarlett; en la segunda, cuando se produce el mayor terror de la película –la gradual humanización de la alienígena–, la música se vuelve suave y melódica, actuando firmemente como elemento integral de la narración.
Parte de la singularidad de Under the Skin radica en cómo Glazer retrató la vida cotidiana de las calles de Glasgow. El cineasta se valió del Cinema Verité —utilizó cámara oculta para filmar a transeúntes y usar a algunos de ellos como actores. Johansson realizó escenas en las que se mezclan realidad con ficción en varios momentos —preguntando por la calle, cayéndose al suelo y esperando que alguien la levante. Con esta película, Glazer concreta, por un lado, una serie de bajezas humanas que conforman la espina dorsal de su propuesta como director, como el deseo, el miedo y el impulso a lo desconocido o la violencia como instinto; por otro, consigue dejar su cinta abierta al espectador y sus propias sensaciones, que serán las que lo guiarán a un lugar donde caben las más variadas interpretaciones de la condición humana. Se asume un existencialista que ve del mundo la tragedia de ser un hombre.
Spolier alert
2001: Odisea del espacio tiene esta misma operación en el arco narrativo: la violencia contra la propia especie es la garantía de perdición que la inteligencia artificial interpreta, al modo de la dialéctica hegeliana, como inherente al ser humano y, por lo tanto, conduce a la tragedia detrás de la película. El absurdo es cuanto debe de ser eliminado. La inteligencia artificial delata y confronta al hombre con su propia naturaleza hasta manifestarle el horror de su propia mortalidad, de lo insensato de la existencia. En Under The Skin, el peregrinaje es similar: la iniciación en la mascarada del ser humano, que auspicia una mirada especial y un lenguaje propio, inducen a la catástrofe de una existencia injustificada cuyo único final previsible es la muerte. Finalmente, su destino concluye en lo que todo ser humano teme: enfrentarse a la maldad explícita de otro ser humano. En un instante kafkiano, ella culmina la tradición humana de la conciencia: “conócete a ti mismo”, decía Sócrates. Porque eres humano cuando eres capaz de ver tu verdadera naturaleza con esos ojos penetrantes que, superada la experiencia estética, desentrañan la esencia de este ser arrojado al mundo: ese ser oscuro que habita bajo la piel.
Under the Skin se proyectará el martes 11 de agosto en Cine Tonalá y el lunes 17 de agosto en Cinépolis Perisur, en ambos casos a las 7pm, como parte del ciclo Sound & Vision. Nuevas Miradas del Cine Británico, evento del Año Dual UK-MX 2015, organizado por EnFilme y el British Council. Aquí puedes ver más información al respecto.