Reseña, crítica Ventanas al mar - ENFILME.COM
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FICHA TÉCNICA
Ventanas al mar
Ventanas al mar
 
México
2012
 
Director:
Jesús Mario Lozano
 
Con:
Fernando Guillén, Charo López, Raúl Méndez, Natalia Córdova, Guillermo Ríos, Antonio de la Vega
 
Guión:
Jesús Mario Lozano
 
Fotografía:
Juan José Saravia
 
Edición:
Óscar Figueroa
 
Música
Fred Saboonchi
 
Duración:
100 min.
 

 
Ventanas al mar
Publicado el 06 - Dic - 2013
 
 
  • El mar ha sido visto como un estado de vaguedad y desorden barbárico, cuyo perpetuo y violento movimiento se asocia a tempestades y destrucciones. Pero por otra parte, su inmensidad genera admiración e intentos constantes de hallar en el océano lo que no se encuentra en tierra firme. Esta doble condición es explorada por el realizador mexicano Jesús Mario Lozano en su tercer largometraje, donde el mar deja de ser escenario para convertirse en protagonista; es una imagen que refleja la inestabilidad humana, una metáfora de las incertidumbres que cargan los personajes y que los hace sumergirse en las aguas de la confusión.  - ENFILME.COM
  • El mar ha sido visto como un estado de vaguedad y desorden barbárico, cuyo perpetuo y violento movimiento se asocia a tempestades y destrucciones. Pero por otra parte, su inmensidad genera admiración e intentos constantes de hallar en el océano lo que no se encuentra en tierra firme. Esta doble condición es explorada por el realizador mexicano Jesús Mario Lozano en su tercer largometraje, donde el mar deja de ser escenario para convertirse en protagonista; es una imagen que refleja la inestabilidad humana, una metáfora de las incertidumbres que cargan los personajes y que los hace sumergirse en las aguas de la confusión.  - ENFILME.COM
  • El mar ha sido visto como un estado de vaguedad y desorden barbárico, cuyo perpetuo y violento movimiento se asocia a tempestades y destrucciones. Pero por otra parte, su inmensidad genera admiración e intentos constantes de hallar en el océano lo que no se encuentra en tierra firme. Esta doble condición es explorada por el realizador mexicano Jesús Mario Lozano en su tercer largometraje, donde el mar deja de ser escenario para convertirse en protagonista; es una imagen que refleja la inestabilidad humana, una metáfora de las incertidumbres que cargan los personajes y que los hace sumergirse en las aguas de la confusión.  - ENFILME.COM
  • El mar ha sido visto como un estado de vaguedad y desorden barbárico, cuyo perpetuo y violento movimiento se asocia a tempestades y destrucciones. Pero por otra parte, su inmensidad genera admiración e intentos constantes de hallar en el océano lo que no se encuentra en tierra firme. Esta doble condición es explorada por el realizador mexicano Jesús Mario Lozano en su tercer largometraje, donde el mar deja de ser escenario para convertirse en protagonista; es una imagen que refleja la inestabilidad humana, una metáfora de las incertidumbres que cargan los personajes y que los hace sumergirse en las aguas de la confusión.  - ENFILME.COM
  • El mar ha sido visto como un estado de vaguedad y desorden barbárico, cuyo perpetuo y violento movimiento se asocia a tempestades y destrucciones. Pero por otra parte, su inmensidad genera admiración e intentos constantes de hallar en el océano lo que no se encuentra en tierra firme. Esta doble condición es explorada por el realizador mexicano Jesús Mario Lozano en su tercer largometraje, donde el mar deja de ser escenario para convertirse en protagonista; es una imagen que refleja la inestabilidad humana, una metáfora de las incertidumbres que cargan los personajes y que los hace sumergirse en las aguas de la confusión.  - ENFILME.COM
 
por Luis Fernando Galván

Por Luis Fernando Galván (@luisfer_crimi)

El mar ha sido una poderosa presencia tratada en la poesía y en la pintura. Tiene sus orígenes muy antiguos en la Iliada y la Odisea, y durante el Romanticismo se convirtió en un tema recurrente de poetas y pintores. Los versos de Samuel Taylor Coleridge, Henry Wadsworth, Lord Tennyson y Walt Whitman, así como los cuadros de Ivan Aivazovsky, Charles Brooking, Dominic Serres y William Turner integran una extensa enciclopedia (tanto literaria como visual) de la ambivalencia del mar. Las grandes aguas son vistas como un estado de vaguedad y desorden barbárico, cuyo perpetuo y violento movimiento se asocia a tempestades y destrucciones. Pero por otra parte, su inmensidad genera admiración e intentos constantes de hallar en el océano lo que no se encuentra en tierra firme. Esta doble condición del mar es explorada por el realizador mexicano Jesús Mario Lozano (Así, 2005; Más allá de mí, 2008) en su tercer largometraje, Ventanas al mar (2012), a partir del encuentro de dos parejas: una de jóvenes, Ana (Natalia Córdova) y Mauricio (Raúl Méndez); y otra de ancianos, Emma (Charo López) y Joaquín (Fernando Guillén).

Ana y Mauricio llegan a la isla de Cozumel para pasar su luna de miel. Se instalan en el hotel “Ventanas al mar” donde son bien recibidos por Álvaro (Antonio de la Vega) –encargado del recinto–. Al tratarse de temporada baja, hay pocos huéspedes; entre ellos se encuentra un matrimonio de jubilados españoles –Emma y Joaquín–, quienes pasan unos días en la isla esperando la llegada de su hijo y nietos para celebrar en familia su aniversario de casados. Mientras los jóvenes, recién llegados y desinhibidos, aprovechan cada instante para demostrarse su amor descarnadamente, la veterana pareja reafirma su compromiso mediante tiernas caricias y delicados besos. La edad, como consecuencia directa del tiempo, es el elemento sobre el cual se consolidan las diferencias entre ambos matrimonios. Los jóvenes tienen hambre de comerse al mundo, poseen planes y proyectos (familiares, personales, profesionales); los viejos ya vivieron y saben que no es fácil lograr los sueños que se planearon, anhelan los buenos tiempos (épocas pasadas), aluden a los recuerdos y son conscientes –ante la frecuente amenaza de las enfermedades crónicas– de la proximidad con la muerte. Sin embargo, ambas parejas se sumen en la desdicha: los jóvenes por un presente lleno de miedos y falsedades; los viejos por sus arrepentimientos del pasado. Los cuatro desean sentir la estabilidad que produce permanecer anclados a la tierra, pero sus inseguridades se asemejan más a la inconsistencia del océano. Incluso, sus obsesiones representan un obstáculo más por encontrar tierra firme: Ana, a pesar de ser una mujer atractiva, insiste en la deformidad de su cuerpo; Mauricio es un hombre incapaz de confiar en los demás; Emma, a pesar de admirar la belleza de la naturaleza, constantemente piensa en la muerte, como si la estuviera invocando; y Joaquín no acepta las arrugas ni los pliegues rugosos de su viejo cuerpo.

El cuarteto de la desdicha –cuyos integrantes intentan ocultar sus infortunios a ellos mismos– abordan un pequeño barco para recorrer el mar, y así celebrar el aniversario de Emma y Joaquín –quienes ante la cancelación de su hijo, invitan a la joven pareja como acompañantes–. Durante la travesía, el alcohol y la música aceleran el ambiente festivo en las mujeres y el sentimiento de camaradería entre los hombres. Sin embargo, el mal tiempo se aproxima y, a pesar de la comodidad de permanecer en medio del mar, donde las preocupaciones parecen desvanecerse, es necesario emprender el regreso para evitar fatídicas consecuencias.

Con una fotografía que recupera la naturaleza del lugar, Cozumel es presentado como el paraíso; es la tierra prometida a la que todo extranjero aspira a llegar para olvidarse de todos sus problemas. El cinefotógrafo Juan José Saravia captura bellas postales de la región, cuya admiración hacia la belleza del mar es enfatizada por la labor del personaje de Emma (quien realiza traducciones de poesía). Una cámara que sigilosamente se desplaza y que, en planos abiertos, muestra a cada una de las parejas en sus respectivas camas abordando el suceso amoroso de distintas maneras (la pasión en los jóvenes, y la ternura en los ancianos). La dinámica de los actores (ya sea en parejas o cuando los cuatro comparten escena) es dirigida con mesura; todos mantienen el registro espontáneo y sereno durante casi todo el filme. Ninguna de las interpretaciones se percibe exagerada, y en los momentos de mayor dinamismo –físico y verbal–, tanto los veteranos Fernando Guillén y Charo López (que han trabajado con Pedro Almodóvar) como Raúl Méndez (sólida trayectoria en teatro, cine y televisión) y la joven Natalia Córdova (que se encuentra rodando un filme junto con Kevin Costner y Maria Bello), cada uno realiza acciones de acuerdo a su edad. Unos acuden a visitas guiadas en una camioneta que los transporta y se quedan sobre la arena admirando el mar; los otros hacen sus paseos en moto y se adentran al mar para explorarlo. A pesar de la fuerza que adquiere el filme conforme se conocen mayores detalles de los personajes orquestando un notable drama psicológico, los diálogos resultan fallidos y reiterativos, principalmente cuando hablan del mar: los cuatro elaboran frases rebuscadas (cercanas a la poesía) y alejadas de una conversación casual. El mar deja de ser escenario para convertirse en protagonista; es una imagen que refleja la inestabilidad humana, una metáfora de las incertidumbres que cargan los personajes y que los hace sumergirse en las aguas de la confusión.

 

 
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