Por Mariana Tinoco Rivera
Como resultado de una buena dirección, actuación, fotografía y una historia que te sumerge en la locura de su protagonista, a Black Swan (2010) le han sido concedidos un sinfín de galardones y nominaciones en festivales y eventos cinematográficos. Pero el soundtrack, compuesto por Clint Mansell, uno de los mejores compositores en Hollywood, no ha podido entrar en competencia por tratarse de un trabajo basado en la reconosidísima obra del compositor ruso, Pyotr Ilych Tchaikovsky, de 1876, El lago de los cisnes.
Sin ningún entrenamiento en la música clásica, Mansell creó una versión contemporánea de El lago de los cisnes, la historia de Odette, una princesa que es hechizada por Rothbart, un mago que la convierte en cisne todas las noches. Sólo su verdadero amor, el príncipe, podrá romper el hechizo. Pero cuando lucha por encontrar a su amada, se enamora del ave equivocada: el cisne negro. Abrumado por la tristeza, el cisne blanco se suicida.
Uno de los puntos clave del filme, artística y narrativamente hablando, es la reinterpretación temática y musical que tanto el director como el compositor hacen de la obra clásica. El director Darren Aronofsky (Requiem for a Dream, 2000; The Wrestler, 2008) desarrolla, a través de la música de Mansell, la personalidad obsesiva y ansiosa de sus personajes. De forma atinada, Mansell sube el volumen a la locura, la belleza y el esfuerzo físico y psicológico de los protagonistas.
Sin un solo coro, como en la original, el compositor enfatiza los momentos oscuros en la obra de Tchakoivsky para que acompañen los matices extremistas de Nina (Natalie Portman), una bailarina hermosa pero insatisfecha con su cuerpo, su sexualidad y su desempeño profesional, lo que la conduce a detestarse a sí misma. Como ella en su interpretación, Tchakoivsky imprimió en su obra el conflicto de su vida personal; padeció la represión de su homosexualidad y de un temperamento inestable.
Como Nina, Mansell pasó por un metabolismo profesional, razón por la que dice identificarse con el salto de “niña a mujer” que da la protagonista. Comenzó su carrera como guitarrista y líder de la banda británica, Pop Will Eat Itself. Su separación en 1996, lo llevó a la quiebra viviendo en Nueva York. Cuando Aronosfky le pidió musicalizar su ópera prima, Pi (1998), demostró su tacto para darle ritmo a una imagen.
Independientemente de la historia, el compositor tiene la habilidad de darle a cada melodía una personalidad propia, mantienendo la fuerza de la banda sonora de manera independiente, algo que no muchos soundtracks logran. Generalmente, las canciones tienden a remitirnos a momentos específicos de una película, pero la obra de Mansell tiene una narrativa propia.
Black Swan arranca con el momento en el que los pies de Nina bailan al compás de “Nina´s Dream”. El personaje de Portman sueña que es Odette en el momento en que Rothbart la hechiza. Cuando despierta, Nina encarna el lado oscuro del ballet, en la que el peor enemigo es ella misma. Reinterpretando la obra rusa, Mansell intensifica los laberintos psicológicos, refuerza el vértigo de la cámara en mano, y revive en la pantalla grande uno de los clásicos del ballet más populares del mundo.
Febrero 2, 2011