Por Maria José Enríquez
Wes Anderson es bien conocido en el mundo del cine como un director que se involucra creativamente en cada uno de los aspectos de sus producciones. Preocupado por proyectar esa cosmovisión tan peculiar, que lo ha caracterizado a través de los años, el autor no descuida ningún detalle: los colores, la escenografía, la caracterización de los personajes. Pero todos sus seguidores coincidiremos en que gran parte del atractivo de su cine yace no sólo en su estética metódica que tan bien le ha funcionado hasta el momento, sino en la elección de bandas sonoras que han brindado la ambientación adecuada para que cada cuadro y cada escena sean memorables.
En Fantastic Mr. Fox (2009), su primer filme animado, Anderson ha escogido al compositor francés, Alexandre Desplat, y a una serie de artistas pop y folk norteamericanos en su mayoría, para orquestar una de las mejores bandas sonoras del 2009.
A diferencia de la mayoría de sus anteriores producciones en donde trabajó muy de cerca con el exintegrante de Devo, Mark Mothersbaugh, en esta ocasión tomó la decisión de colaborar con Desplat, autor de varios scores de películas como The Curious Case of Benjamin Button (2009) y The Twilight Saga: New Moon (2009). Aunque podrían ser fácilmente confundidas por composiciones de Mothersbaugh, las creaciones para Fantastic Mr. Fox son el complemento ideal para una historia que es cómica y emotiva por igual. Lo juguetón e inesperado de la narrativa de Anderson encuentra acomodo en la combinación de instrumentos atípicos como banjos o harpas judías que nos hacen recordar el spaghetti western de Ennio Morricone, estilo que resulta ideal para la naturaleza rural de la historia.
Desde lo tonto a lo emocional, o a lo heroico, esta banda sonora contiene también, al igual que las inolvidables Rushmore (1998) o The Royal Tenenbaums (2001), una cuidadosa selección de vintage rock que en esta ocasión incluye a verdaderos clásicos como The Rolling Stones (“Street Fighting Man”) y The Beach Boys (“Heroes and Villains” y “Ol’ man river”); pero quien más le añade a la historia es Burl Ives, dueño de una voz que bien podría haber pertenecido al tío más viejo de cualquier familia. “Fooba Wooba John”, “Buckeye Jim” y “The Grey Goose” son canciones que nos remontan a la infancia perdida, a juegos de niños y a la inocencia de otros tiempos.
El final de la cinta es acompañado por un número musical a cargo de The Bobby Fuller Four y el tema “Let Her Dance” en donde el triunfo, la abundancia y la felicidad hacen que a todos nos den ganas de bailar; casi tan memorable como el baile entre Max Fischer y Rosemary Cross al son de “Ooh La La” antes de los créditos en Rushmore.
Fantastic Mr. Fox es un claro ejemplo de la obsesión de Anderson por perfeccionar la banda sonora tanto como el filme mismo, la alquimia de un poseedor de amplia erudición musical capaz de convertir una imagen en un recuerdo y una experiencia para el espectador.