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Historias de migrantes
Publicado el 07 - May - 2014
 
 
Recuperamos 7 testimonios ?remotos pero cercanos? de aquellos peregrinos que dan cuenta de las dificultades durante su tránsito hacia el norte, cuando temen p - ENFILME.COM
 
 
 

Hablar de migrantes latinoamericanos –sobre todo mexicanos y centroamericanos– que arriesgan todo persiguiendo el sueño americano que promete el otro lado de la frontera al norte del continente es caer en un sinfín de desgastados lugares comunes. El cine ha intentado refrescar el tema revolcándose en la realidad. Hay ahora dos filmes mexicanos en cartelera relacionados con la migración, ¿Quién es Dayani Cristal? y César Chávez. El primero es un documental cuyo actor principal, Gael García, recrea el probable camino de un migrante real cuyo cuerpo yace anónimo en la morgue. El segundo, dirigido por Diego Luna, rescata a un héroe mexicano perdido en el silencio de la historia, que luchó por los derechos de los campesinos en Estados Unidos, siendo él también un campesino… y ganó.

Este jueves estrena una tercera cinta sobre este subgénero mexicano, La jaula de oro. Como en el cortometraje previo de Diego Quemada-Diez, su director, I Want To Be A Pilot, el guión está basado en testimonios de niños que han transitado por estos avatares; 600, dice el director haber entrevistado para  crear una historia abrazada a la realidad.

Lee aquí nuestro texto sobre el cine y la migración.

Con esta íntima relación de realidad y ficción en mente, recuperamos 7 testimonios –remotos pero cercanos– de aquellos peregrinos que dan cuenta de las dificultades durante su tránsito hacia el norte, cuando temen por igual a los policías y a los criminales.

 

Testimonios:

Vanessa, Honduras, viajó de Chiapas a la frontera con Estados Unidos

Todavía me da miedo subir a La Bestia, reconoce Vanesa mientras recuerda su viaje de casi dos meses por territorio mexicano. A pesar de que ha subido y bajado en diversas ocasiones del tren que parte de Arriaga, Chiapas, rumbo a la frontera con Estados Unidos, afirma que nunca se sabe cómo será el próximo viaje en este ferrocarril que "devora migrantes". Originaria de San Pedro Sula, Honduras, a más de 10 horas de camino desde la frontera Guatemala-México, Vanesa reconoce que la parte más difícil para llegar al "sueño americano" es cruzar por México. Antes de partir de su comunidad localizada en la costa del Atlántico, escuchó muchas historias como las contadas por migrantes secuestrados en este país y quienes rindieron testimonio ante la Comisión Nacional de Derechos Humanos, luego de ser rescatados. "A dos de las mujeres las violaban diario. Parecían de trapo, las mujeres a las que violaban". "Luego trajeron a las muchachas y al niño que se habían llevado. Estaban golpeados. Dijeron que una de ellas estaba rica y dijeron: 'le dimos por los dos lados'. Una de ellas estaba en su mes y no les importó, todos las habían violado, menos uno al que le dio asco.

Extraído de La pesadilla mexicana, Mujeres migrantes en nuestro país, La Jornada

Margarita y Miguel, El Salvador, viajaron de su país natal a Chiapas

La pareja salvadoreña, salió de su país en octubre de 2008 hacia Estados Unidos. Como la mayoría de las personas migrantes de América Central, la dupla se dispuso a viajar sin documentos, en el techo de un tren de mercancías que los llevaría a la frontera de México con Estados Unidos. “No te imaginas que tus sueños pueden desvanecerse en un momento durante el viaje. El soldado me tiró de la mano y, apuntándome con su arma, me dijo que anduviera con él hacia los arbustos. Nos alejamos de las vías del tren hasta que estuvimos totalmente solos. Me dijo que me quitara la ropa para ver si llevaba drogas. Cuando me negué, me bajó los pantalones y me agredió sexualmente. Me preguntó cómo iba a pagarle por el disparo que había tenido que hacer por mi culpa. Dijo que tenía que acostarme con él para compensarlo. Me dijo que si no me acostaba con él me haría regresar a mi país. Dijo que sería muy rápido y que si no armaba un escándalo me dejaría ir.

Extraído de Amnistia Internacional

Cleidy Joanne, una joven salvadoreña, viajó del Salvador al Estado de México

Todos estábamos acostados cuando pasó el tren sin luces y sin pitar. Agarramos nuestras mochilas y nos levantamos rápido para alcanzarlo. Comencé a correr a la par del tren, pero iba tan rápido que cuando intenté subir, me aventó y me revolcó. Me levanté rápido; corrí y me volvió a botar. Me gritaban: ¡Corre muchacha! ¡No te quedes atrás!, pero no podía alcanzarlo. En el último intento, las personas que estaban arriba comenzaron a sacarle el aire a todos los vagones para que perdiera velocidad. Sólo así logré subirme. Yo iba con mi amigo. En la cementera nos correteó migración. Tuvimos que caminar  toda la noche y la mitad del día hasta que salimos a un pueblito y agarramos una combi para llegar a la casa del migrante. Cuando llegamos, estaba cerrada. Nos tuvimos que regresar para quedarnos a dormir en un cuartito, pero por 15 minutos pagamos 400 pesos.

Extraído de VICE

Saúl, Honduras, viajó de su país a la frontera con Estados Unidos

Saúl narra una experiencia que difícilmente olvidará por el resto de sus días, cuando una joven cayó de la Bestia:

La vi cuando se iba para abajo, con los ojos bien abiertos. Escuche un alarido que se extinguió de golpe. A lo lejos, algo rodó. Como una pelota con pelos, supongo era su cabeza.

Extraído de Los migrantes que no importan, Letras Libres

Inmigrante hondureña (anónima), viajó de Honduras a la Frontera con Estados Unidos

Salí de mi país porque mi pareja se fue hace un año a los Estados Unidos, fueron dos veces que me mandó dinero, después ya no supe nada de él. Unos primos que tengo en los estados (Estados Unidos) me dijeron que se había juntado con otra persona. Por eso salí. Entré a México por El Ceibo con varias personas más, en el cerro nos salió un grupo de asaltantes, a mí me desnudaron y me quisieron violar, pero tenía mi regla y desistieron. Nos dejaron ir. Llegamos a Tenosique; en la estación del tren, como a las 11 de la mañana, una camioneta “nos levantó” como a 25 personas. Atravesamos todo el país, llegamos hasta Tamaulipas. Primero nos llevaron a una casa donde había más de 200 personas secuestradas, supe el número porque a mi desde que entré me pusieron a trabajar en la cocina y se preparaba comida solo una vez al día para ese número de personas. Como me portaba bien, me dijeron que tenían otro trabajo para mí. Era que tenía que pegarle a mis compañeras que no obedecían o que no daban datos sobre su familia. Los golpes eran con una tabla en las nalgas; me decían que si no lo hacía bien, a mi me golpearían. Después me enteré que había otra “casa de seguridad” muy cerca de donde estábamos y que había también más de 200 personas. Ellos mismos me cruzaron al “otro lado” porque siempre me porté bien. Me tiraron cerca de la frontera. Allá me agarró la “migra gringa” y me regresaron a Honduras... 

Extraído de México: Tres historias de mujeres migrantes

C.M., Nicaragua, viajó de su país a Veracruz

C. M. ha sido deportado cinco veces de Estados Unidos. En su primer viaje fue secuestrado en una estación de Orizaba, Veracruz, al no tener dinero ni familiares que pudieran pagar su rescate, fue reclutado por sus captores: Estuve como un mes y 15 días en un lugar grande, cerrado. Al día me daban de comer tres tortillas, una cucharada de arroz, o de frijoles, o de huevo, y un vasito de agua, nada más, era sólo como para que no nos muriéramos de hambre. Había dos o tres mexicanos, pero la mayoría eran centroamericanos, como secuestrados… Así estuve, recibiendo cátedras, para aprender a desarmar un rifle EG-3, un R-15, un cuerno de chivo. Yo era el nuevo, y los otros (secuestrados) ya se tenían confianza, así que conmigo jodían, me molestaban, decían que me iba a escapar, ‘tú eres un contra’, me decían, un contrario, así siempre era conmigo, pero siempre estábamos todos con un temor: que llegara El Coma, el Comandante, y nos matara a todos… siempre con un temor, pero llegó el día en que pude salir de ahí, y me fui sin saber nunca para quién trabajaba, no supe en realidad el grupo ni a quién chingados servía eso.

Extraído del reportaje “Esclavos del narco: Migrantes, la presa de caza”, reportaje Animal Político

Melvin, Honduras, viajó de Tenosique a Huehuetoca, Estado de México

En Tenosique (Tabasco) fue muy difícil agarrar el tren. Los “garroteros” exigen dinero o algún objeto de valor para poder subir. Si no les das nada, te amenazan con aventarte del tren. Tenía mucho miedo. Nadie quiere morir en tierra ajena. ¡Imagínate! ¡si me matan, mi familia “enterita” se muere conmigo! “Cuando uno va en el tren, a veces se suben “los maras” y asaltan a la gente. A mí me ha tocado ver que hasta los [agentes] de migración hacen lo mismo. Cuando suben al tren nos tenemos que aventar por temor a que nos lleven o nos roben. De las personas que conocí, pocas logramos llegar hasta aquí” – mencionó Melvin. 

Extraído de Migrantes en su paso por México, SpleenJournal 

VSM (@SofiaSanmarin)

 
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