No es otra historia romántica para adolescentes y, a pesar de su realización impecable, Los juegos del hambre sigue siendo una película cuyo contenido está diseñado para agradar a un público y llenar las salas de cine. Podemos encontrar similitudes con El señor de las moscas, de William Golding, o 1984, de George Orwell, pero, a pesar de su incuestionable calidad, no deja de ser otro producto de fábrica.

Cada año, la Capital de Panem (cuyo nombre hace referencia a la frase de Juvenal, “panem et circenses”, ahora “pan y circo”) exige a sus 12 distritos entregar como tributo a un joven y una chica de entre 12 y 18 años para competir a muerte en Los Juegos del Hambre. Esto surgió como parte de una venganza del gobierno de la capital por una rebelión que se desató desde los distritos muchos años antes; es una forma de mantenerlos sometidos. ¿Por qué compiten? Los que conocen el libro saben que además de seguir viviendo, el vencedor obtiene otras ventajas para sí mismo y para su distrito pero nada de esto se menciona en la versión cinematográfica. De cualquier manera, es evidente que el principal objetivo es sobrevivir y que, además, no van a los juegos por gusto.

Katniss (Lawrence), tiene 18 y por lo tanto es el último año en el que su nombre entrará al temido sorteo del marginado Distrito 12. Para su mala fortuna, Prim (Shields), su pequeña hermana y protegida es seleccionada para participar en los juegos a pesar de que las estadísticas estaban completamente a su favor. Katniss, mostrando una actitud inédita en esos lares, decide ocupar el lugar como voluntaria. Ahora ella deberá aprovechar sus habilidades de supervivencia (lleva años manteniendo a su familia a punta de arco y flecha) para competir contra los seleccionados de los demás distritos, muchos de los cuáles son voluntarios que han pasado su vida preparándose para la competencia. Al mismo tiempo, Katniss tendrá que desarrollar una estrategia y decidir si acercarse o alejarse de Peeta Mellark (Hutcherson), el otro competidor de su distrito que pertenece a la clase ligeramente mejor acomodada del Distrito 12 por ser hijo de un panadero. Katniss tiene una deuda moral con él que la impulsa a ayudarlo pero sabe que encariñarse le podría costar la vida; solo hay un ganador en los juegos.

Es difícil ponerle peros a la realización de esta cinta. Nos podríamos quejar del ridículo cabello de Woody Harrelson en el papel de Haymitch (quien resulta menos desagradable y borracho de lo que aparece en el libro) pero cosas como esta no pasan de detalles incómodos. Los escenarios contrastan pertinentemente y tanto Panem como el Distrito 12, así como el terreno donde se llevan a cabo los juegos, poseen elementos suficientemente logrados como para que creamos que podrían llegar a existir, aunque nuestro sentido común nos diga lo contrario. Los vestuarios y el maquillaje, aunque excéntricos, se acoplan al entorno. Sentimos tristeza, suspenso, miedo y alegría en los momentos que debemos sentirlo y eso ya prueba el cuidado de la manufactura. Una queja justa es que la violencia se suaviza y las escenas en las que los adolescentes pelean a muerte nunca muestran el verdadero descaro con que se termina con la vida de un semejante, nunca logramos sentir miedo de los enemigos de Katniss. Podemos perdonar esto si tomamos en cuenta que estamos frente a un blockbuster destinado a cierto público y que por eso se disimula la acción con esos movimientos de cámara rápidos en lugar de mostrar lo que está sucediendo, aun así, en Inglaterra recortaron unos minutos de ciertas escenas para permitir que sea vista por menores.

Fuera de esto, la adaptación es sumamente fiel a la novela y no quedan de lado los temas importantes. El tema central es la manipulación de los medios y el entretenimiento (los ya famosos reality shows), en algún momento un personaje menciona que si la gente dejara de ver los juegos estos dejarían de existir, pero el gobierno se encarga de que la transmisión llegue a las pantallas de todos los rincones de Panem; miedo y circo. En este contexto es fácil evidenciar la sobrevaloración de las apariencias pues los competidores deben agradar al público que, en determinados momentos, puede ayudarlos a sobrevivir. Tal vez el tema más interesante y que también se rescata de la novela es la lucha por conservar los principios y la moral personal ante un sistema manipulador. En esta devastadora versión del futuro en la que jóvenes se ven obligados a asesinar a sus semejantes la única esperanza que tienen los protagonistas es conservar su esencia a pesar de verse obligados a cometer actos salvajes; saber que no le pertenecen a aquellos que los obligaron a estar ahí. Es por eso que Katniss muestra piedad e incluso, en medio de la batalla, realiza ese rito tan humano de despedir con flores a alguien que fallece.

Sin embargo, aunque no sea el tema central y se sugiera sutilmente, esta nueva saga no logra liberarse del gran elemento formulaico (en especial cuando se trata de apelar a la pubertad) que significa presentar un triángulo amoroso, aunque sea mediante una disimulada sugerencia. Por un lado tenemos a Peeta, el compañero de juegos de Katniss, y por otro a Gale (Hemsworth), su amigo del distrito con el que iba a cazar al bosque en donde podían hablar entre ellos honesta y libremente. Es la historia de una chica confundida, aunque esta vez está cubierta de lodo y lucha por su propia vida, matando, despellejando y cocinando su propio alimento. La sutileza del amor se basa en la ambigüedad de los verdaderos sentimientos de Katniss (¿le creemos o no?). En la película las reflexiones en primera persona de la novela (narrada completamente por la chica) se sustituyen con la actuación de Jennifer Lawrence quien logra mantener la ambigüedad en cuanto a los sentimientos y también permitirnos interpretar lo que está pasando por su cabeza durante la competencia ayudada, para esto último, por algunas explicaciones externas como las que brindan los dos locutores que narran ciertos momentos de los juegos.

El toque de rebeldía que tienen la mayoría de los personajes centrales funge como nivelador entre trama para adolescentes con cierto contenido de tono contestatario. A cualquier adolescente le gusta que le enseñen a no obedecer y en esto se concentra buena parte de la cinta; queda esperar que en las siguiente entregas esto evolucione en algo más allá de, simplemente, no estar de acuerdo con la forma en que funcionan las cosas en Panem (reflejo de nuestro mundo y, dentro de lo que cabe, posible futuro). Una escena de la cinta que no proviene de la novela da pie a pensar que las próximas entregas voltearán cada vez más hacia esta rebeldía: en un momento vemos a la población de uno de los distritos levantarse violentamente y desatar una revuelta. Podríamos buscar aquí una posible invitación al inconformismo activo pero si recordamos que esta es una cinta hecha en Hollywood que deriva de un best-seller lo que único que queda claro es que la rebeldía vende tanto como el romance cursi y la fantasía naif.